La inequidad en el acceso a la vacuna de la varicela es sin duda la peor herencia que dejaron
Ana Mato (por inacción) y
Pilar Farjas a un
Alfonso Alonso que lleva semanas amagando con resolverla, pero que no atina a hacerlo. Y mientras,
la bola de nieve sigue bajando y creciendo: más casos diagnosticados según los boletines epidemiológicos oficiales;
más madres y padres indignados y movilizándose porque no entienden el bloqueo; y más profesionales sanitarios quemados porque se encuentran entre la espada y la pared, y porque ven cómo sus consistentes argumentos científicos no solo son ignorados, sino incluso pisoteados. El límite en este sentido se ha vivido este lunes, cuando al vicepresidente del grupo de vacunas de la
Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps),
Agustín Portela, se le ha calentado la boca y ha querido desprestigiar la opinión profesional de los pediatras mezclándola con las recomendaciones que la
Asociación Española de Pediatría pueda hacer de “una marca de galletas o una marca de leche determinadas”.
Alonso ahora tiene un problema más. Ya no va a valer con restaurar la equidad en el acceso a la vacunación devolviendo la profilaxis de la varicela a las oficinas de farmacia.
Para compensar el honor de los pediatras y de lo que representan en la confianza asistencial para las madres y los padres
va a ser necesaria, al menos, la reprobación pública de quienes desde esta agencia están jugando a empañar el prestigio y el honor de toda una especialidad médica, y de paso del
Sistema Nacional de Salud. Si
Alonso sigue emulando la inacción de
Mato esta bola acabará estrellándose contra el
Ministerio de Sanidad.
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