En ocasiones electorales
es habitual que a los políticos se les llene la boca con promesas que más tarde incumplen, bien por impedimentos ajenos o propios. Pero ante el ‘vicio’ de prometer, está la ‘virtud’ parlamentaria de pedir cuentas a los gobiernos. En ello andan estos días los ejecutivos y diputados autonómicos, con un comienzo de curso marcado para ellos en rojo por los debates sobre el estado de sus respectivas regiones.
El de Madrid es el que ha abierto el fuego parlamentario, y como es lógico (porque es una responsabilidad transferida hace tiempo)
la sanidad está siendo un plato principal. Y hablar en Madrid de sanidad es hacerlo, desde los años de Esperanza Aguirre, de un asunto muy politizado por la controversia que produjo en la sociedad profesional y civil la proliferación de hospitales públicos de gestión privada.
Aquel clima de crispación que se tradujo en mareas, protestas y sábanas-pancarta colgando de las ventanas de hospitales, ha desaparecido desde hace algo más de un año. Este hito lo marcó la llegada de Cristina Cifuentes a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, y
su apuesta por el médico, enfermero y comunicador Jesús Sánchez Martos como consejero, toda una declaración de intenciones: venía dispuesta a escuchar al profesional y a acercar el sistema sanitario al ciudadano.
Desde entonces, el debate no se articula en sede parlamentaria en torno a si sanidad pública sí o privada no, sino en matices profesionales.
Se habla de listas de espera, de modos en la elección de los gerentes, o de humanización de la asistencia, un tema que Cifuentes ha logrado poner en la agenda de la mayor parte de las Consejerías de Sanidad y del propio Ministerio.
Con Cifuentes ha llegado
un nuevo estilo, en el que la transparencia parece que se instala para no irse más. Así, ahora los datos de la demora quirúrgica están al alcance del ciudadano, ya no son una quimera sujeta a inalcanzables cábalas. Los responsables de los hospitales se dejarán de elegir a dedo, y su nombramiento pasará a depender de un concurso público que valorará sus méritos, no si tienen filias o fobias políticas, o simplemente algún padrino bien relacionado.
El
compromiso de Cristina Cifuentes con la sanidad pública ha sido férreo, e incluso ha revertido decisiones de sus antecesores en la Casa de Correos, recuperando la gestión directa de seis hospitales. Pocos reproches en este sentido le quedan a la oposición por esgrimir. Los profesionales de este ámbito han visto cómo su relación con la Administración ha ido cambiando, e incluso el paciente ahora se encuentra con situaciones impensables hace unos años, como que el propio consejero de Sanidad le dé respuesta a través de las redes sociales.
Está claro que más transparencia siempre se puede pedir (y es sano hacerlo) a los responsables de la sanidad, pero que los avances en este sentido en la Comunidad de Madrid han sido notables en solo un año es difícil negarlo con argumentos sólidos, más allá de casos aislados que siempre ocurren dentro de un sistema de las faraónicas dimensiones del madrileño. Igual que los medios de comunicación señalamos cuando los políticos caen en los incumplimientos, es de justicia en este caso hacerlo con lo cumplido. Y Cifuentes y su consejero de Sanidad, respaldado por un eficiente equipo (a la vista de los resultados),
están logrando hitos muy complicados en poco tiempo. Ojalá que en los tres años siguientes de legislatura se mantenga este ritmo de transparencia en la gestión sanitaria, porque será en beneficio de todos, pero sobre todo del paciente.
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