La voz de los directivos de la salud se escucha cada vez más nítida, cada vez más persistente. Es una opinión muy definida, que quizá ha tardado tiempo en vertebrarse, pero que ya forma parte imprescindible del Sistema Nacional de Salud del futuro. Gracias en gran parte al empuje y la coherencia de la Sociedad Española de Directivos de la Salud, que mayoritariamente les representa, los gerentes y responsables sanitarios han tomado un protagonismo que les está permitiendo no sólo consolidar la ascendencia que ya tenían en los hospitales y centros de salud sino también influir en las políticas sanitarias de los servicios de salud.
Con todo, no es suficiente.
Y no es suficiente porque algunas situaciones siguen estando lejos de su ideal teórico, tal y como se ha vuelto a comprobar en el Encuentro Global de Directivos de la Salud, organizado por Sanitaria 2000, editora de Redacción Médica. La cita, celebrada en Segovia este fin de semana, ha llegado a su quinta edición con algunos mensajes conocidos sobre los que los directivos no cejan en su empeño de llamar la atención, erre que erre con sus argumentos.
Por ejemplo, la profesionalización de su labor gestora, que ha vuelto a estar en el espíritu de las actividades realizadas y también en las conversaciones más informales entre compañeros de fatigas. Una de las conclusiones aprobadas en el Encuentro dice textualmente: “Los directivos debemos impulsar la creación de competencias y habilidades de liderazgo gerencial”. No basta con ser nombrado gerente por el político de turno. Hay que tener capacidad demostrada para asumir la responsabilidad y que esa misma cualidad sea la que impida cambios en los centros que no tengan la estricta explicación de la oportunidad profesional. No desde luego, la oportunidad política, que es lo que sigue prevaleciendo hasta ahora.
Otro de los temas en los que los directivos toman partido y se mojan sin mayor inconveniente es en uno de los debates del momento: el futuro de la gestión de los centros sanitarios o, más concretamente, si la colaboración público-privada debe ser preponderante o meramente circunstancial. Pues bien, los profesionales que gestionan los centros lo tienen claro: “El Estado es el garante del acceso a las prestaciones sanitarias, pero no es exclusiva su función como proveedor de los servicios de salud. La gestión debe orientarse hacia alternativas que faciliten la colaboración público-privada, con diferentes formas de gestión, que se someterán al control público, a una evaluación regulada y a las auditorías que se establezcan con criterios rigurosos y objetivos”. Desde luego, el ruido que se percibe en la calle y en la confrontación política respecto a este tema no se percibe entre los gerentes que, por encima de todo, quieren evidencias de los diferentes modelos, pero no se cierran por principios a probar con ninguno.
Otras conclusiones del Encuentro apuntan al paciente como centro de todas las decisiones del directivo, al valor de las redes sociales como un valioso instrumento para que los centros sanitarios den un mejor servicio a los enfermos, a sus familiares y por extensión, a toda la sociedad y a la necesidad de que el gasto farmacéutico deje de ser considerado como una amenaza en el necesario equilibrio de los presupuestos sanitarios.
Los directivos, que presumen muchos de ellos de ser médicos, no olvidan sus orígenes profesionales y abogan por un mayor entendimiento con sus colegas que ahora están en el lado clínico, “generando alianzas, capacidad de decisión y autonomía”. Es decir, gestión clínica, como quiera que se defina, otro de los argumentos preferidos de los gerentes, que no se cansarán de reivindicar en encuentros como este.
De lo que se trata ahora es de que las autoridades sanitarias, Ministerio y autonomías, les hagan cada vez más caso en sus reiteradas demandas de mejora profesional, que en el fondo, son propuestas integrales para mejorar el sistema.