La elección de plazas en centros del Sistema Nacional de Salud por parte de de los MIR, desarrollada en las últimas semanas, ha terminado con el espejismo de 2012, año en el que Medicina Familiar y Comunitaria finalizó el primer turno de elección agotando todas sus vacantes. Este año, el criterio de los futuros médicos ha vuelto a ignorar inicialmente a la atención primaria, dejando vacantes 243 plazas. Aunque finalmente, en la segunda vuelta, sí fueron cubiertas, cabe preguntarse las razones de esta persistente falta de interés de los profesionales del futuro en la Medicina Familiar, ilustrada en un escasísimo 3 por ciento de los 3.000 primeros electores.
Puede ser que los estudiantes no vean la Medicina Familiar y Comunitaria como una especialidad propiamente dicha. Es posible que no la conozcan en profundidad, ni sus realidades ni sus posibilidades de desarrollo, debido a la presencia casi nula de contenidos específicos referidos a primaria en el tránsito académico. Convendría analizar los planes de estudio, al hilo de la implantación del modelo Bolonia, e intentar darle mayor relevancia académica al primer nivel asistencia, puesto que, claramente, los datos revelan que los MIR no eligen esta especialidad como preferida para labrar su futuro en el campo de la Medicina.
Es evidente que la realidad asistencial de la primaria no es la ideal. De hecho, nunca lo ha sido. Llamada desde siempre a ser la rutilante y resolutiva puerta de entrada al sistema, ha sido más veces el centro neurálgico de muchos de los problemas del actual modelo. Más conocida por su escasez de medios, saturación de consultas, salarios bajos y persistencia de tareas burocráticas, la primaria arrastra una fama que ahuyenta a los futuros médicos. Esto es así desde hace mucho tiempo, y la crisis no ha hecho más que agravar la situación ya latente.
Cabe preguntarse también por el trabajo de las sociedades científicas, si están haciendo lo apropiado para impulsar los valores de la especialidad y hacerla más atractiva. En su haber, es preciso subrayar la importancia de los primeros pasos dados en las cátedras para integrar en el posgrado la visión global de la medicina familiar. Con todo, la formación de pregrado en este ámbito sigue brillando por su ausencia.
En la otra cara de la moneda, Cardiología ha sido una vez más la favorita entre los futuros médicos, elegida por uno de cada cuatro electores entre los 100 primeros, seguida muy de cerca de Cirugía Plástica y Dermatología, las primeras en cubrir sus plazas. Igualmente destacable es el empuje de Neurología y Neumología, que han escalado puestos entre las disciplinas más elegidas, agotando sus plazas antes que en años anteriores y otorgando un valor adicional a la especialidad para satisfacción de los profesionales que llevan años practicándola.
La novedad de esta convocatoria, la aparición de la temida nota de corte -los candidatos debían obtener el 30 por ciento de la media aritmética de las diez mejores puntuaciones -, ha sido fijada por el Ministerio de Sanidad para mejorar la calidad y garantizar que los médicos escogidos habían adquirido durante su formación universitaria los conocimientos básicos exigidos. El coladero de años pasados parece cerrado, pese a las quejas de los estudiantes que no comparten la medida, puesto que no se han previsto todas las consecuencias que puede acarrear en determinados aspirantes (los que repiten el examen y los médicos extracomunitarios). Esta norma, añadida al menor número de plazas convocadas -6.349 frente a las 6.704 del pasado año-, ha generado mayor preocupación en el colectivo, ya de por sí apesadumbrado por la creciente dificultad en el acceso al mercado laboral, que no conoce parangón en la reciente historia de nuestro sistema sanitario.