La peripecia electoral de los
candidatos Xavier Trias y Guillermo Fernández Vara, muy conocidos en nuestro sector por su inolvidable pasado sanitario, viene a ilustrar la reflexión que merecen las elecciones autonómicas y municipales celebradas el pasado domingo y que han supuesto la confirmación de lo que se venía anticipando en las encuestas y en ese otro foro público, cada vez más importante, que son las redes sociales: el
fin del bipartidismo y la
irrupción de nuevos partidos políticos y, lo más importante,
nuevas propuestas de hacer política.
Derrotado por la
activista antidesahucios Ada Colau, líder del movimiento
Barcelona en Comú, Trias ejemplifica el notable retroceso de los partidos tradicionales, especialmente PP, PSOE y, en su caso, CiU. El todavía alcalde debe estar todavía preguntándose a esta hora cómo un movimiento social, tan heterogéneo e incierto como animoso y auténtico, ha podido vencer a una
maquinaria electoral tan engrasada y fiable como el nacionalismo moderado catalán. Puede que la respuesta se encuentre en el proverbial cosmopolitismo de la Ciudad Condal, que ha empujado a miles de electores a probar una nueva manera de gobernar, en la línea del vanguardismo y la imaginación que caracteriza a la ciudad.
A Trias, un valor seguro de CiU, médico de formación y consejero de Salud de Cataluña durante ocho años, no solo le ha superado el empuje de Colau sino también
el viento de cambio político que sopla con fuerza en toda España desde hace meses, y que se lleva por delante tanto a los rostros conocidos como a las maneras habituales de hacer política, que, todas juntas e injustamente mezcladas, están siendo duramente reprobadas.
Igual que Colau es el rostro de la ilusión y del cambio,
Trias lo es de la política vieja, vencida y superada por el vertiginoso devenir del tiempo político, que no entiende ni de currículos, ni de bagajes ni de experiencias. En este sentido, convendría, por lo menos en nuestro sector, no perder de vista la aportación de una personalidad como Trias, cuya trayectoria política, con presencia en el ámbito municipal, autonómico y nacional (como diputado en el Congreso) solo puede ser calificada de sobresaliente. Solo que ahora, esto no parece ser tenido en cuenta por muchos ciudadanos.
Partidos tradicionales como CiU son también PP y PSOE, y en Barcelona han recibido aún peor varapalo que el de la coalición nacionalista, quedando en quinto y sexto lugar, respectivamente. Pero con ser importante,
Barcelona no es el reflejo de toda España, ni siquiera el de Cataluña. Y los dos grandes partidos, pese a que se han dejado muchos votos en el camino, siguen siendo los grandes acaparadores de la voluntad política de este país.
Es aquí donde aparece el nombre del
socialista Guillermo Fernández Vara. El expresidente extremeño, también médico y exconsejero de Sanidad durante varias legislaturas como Trias, ha conseguido el
pequeño milagro de reponerse de la dolorosa derrota de 2011. Primero, aguantando en la oposición toda una larga legislatura, lo cual no es habitual ni mucho menos fácil para un primer espada que viene de ser presidente. Después, haciendo una oposición crítica pero constructiva, intentando que el clima político no se enrareciera aún más de lo que se quedó tras la última contienda electoral y, sobre todo, después de la inédita mayoría resultante, con un pacto nunca confesado entre PP e IU.
Ahora pocos lo recuerdan, pero
el electorado extremeño culpó a Fernández Vara de muchos más errores de los que pudo cometer en su corta acción de gobierno. De hecho, le reprochó la sucesión de mayorías socialistas con Rodríguez Ibarra y, sobre todo, las maneras en las que se ejerció un poder casi omnímodo. De todo ello, a lo largo de estos cuatro años, ha ido tomando buena nota Fernández Vara, un político bien conocido en el sector sanitario, que destacó por su talante, por su sentido común, por su visión de Estado, a la hora de defender el Sistema Nacional de Salud, y por su moderación.
En sus primeras palabras como ganador de las elecciones extremeñas, el próximo presidente ha hablado de
humildad, de
diálogo y de
sencillez. Virtudes que tradicionalmente no han aparecido en el vocabulario habitual de los políticos. Y con las que está dispuesto a recuperar el respaldo de la sociedad extremeña para que la decisión tomada el domingo sea, con el transcurrir de las semanas y de los meses, la mejor de las posibles.
Porque el electorado también concede segundas oportunidades. Y un hombre como Fernández Vara, que había escuchado el crítico mensaje de sus vecinos de hace cuatro años, ha empleado todo este tiempo en enmendarse y en volver a reconquistar la confianza perdida.
Esta es la grandeza de la política, que se aparece en los grandes cambios que llegan con los nuevos partidos y movimientos emergentes, pero también en las rectificaciones de los partidos de siempre, cuando sus líderes saben escuchar, entender, corregir y volver a empezar.
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