La semana pasada se viralizó un artículo con la rúbrica del
Doctor López Sendón, jefe de servicio de un hospital de Madrid en la revista de la
Sociedad Española de Cardiología.
Los grupos de
WhatsApp y las redes sociales de residentes y médicos jóvenes ardían al leer algunos de los contenidos del artículo.
El problema de
la inmediatez de las redes es que en muchas ocasiones dificultan la reflexión y el poder ver más allá de lo escrito; por esto, los abajo firmantes hemos decidido tomarnos unos días para poder pensar sobre las palabras y sobre lo que éstas han movilizado y removido en nuestros compañeros.
En primer lugar, es importante agradecer al autor haber podido plasmar su
experiencia y su visión sobre el quehacer del residente. Nos parece que un elemento consustancial a la práctica de la Medicina pasa por el
aprendizaje experiencial al lado de los que nos preceden y esto es uno de los pilares del pacto intergeneracional que sustenta la
profesión médica: poder aprender al lado de aquellos que tienen la maestría, con el compromiso de hacer lo mismo con los nuestros futuros aprendices.
"El aprendizaje experiencial al lado de los que nos preceden es uno de los pilares del pacto intergeneracional que sustenta la profesión médica"
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Esta relación implica una
jerarquía necesaria para poder asumir la responsabilidad de la práctica y poder tratar pacientes de una manera segura. La posición de autoridad, no obstante, implica una responsabilidad. La
responsabilidad de cuidado, de
guía y de salvaguarda.
Dado lo limitado del medio, nos pararemos a poder reflexionar sobre un apartado titulado Salud, dinero y amor. Concretamente el pasaje que dice:
“
El horario de trabajo no tiene límite y continúa al salir del hospital [...] las guardias solo deberían librarse si el cansancio es incompatible con una actividad adecuada, vacaciones, las justas. El 'me deben días' debería referirse a 'me deben días para seguir en el hospital formándome'. El concepto 'hago trabajo asistencial' es una
oportunidad de formación que otros querrían sin cobrar, incluso pagando”.
Esta responsabilidad de la que hablábamos tendría tres componentes: el
componente ético, el
deontológico y el
legal. Si nos paramos en el último componente, parecería una obviedad decir que en una sociedad democrática uno debe respetar las leyes y que, ante el desacuerdo en el contenido de las mismas, los
mecanismos democráticos de representación y participación son la vía del cambio. En este sentido nos encontramos que las leyes son claras: los
horarios de trabajo tienen límites, las
guardias deben librarse y las
vacaciones son un derecho reconocido. Es más,
descansar tras las guardias es un deber del médico en la medida que está claramente demostrada la relación entre las sobre jornadas y el cansancio, y los
errores médicos.
Salvaguardar la salud de los pacientes, y también de los profesionales
También es de sobra conocido que no descansar las guardias, no tener vacaciones y no tener un máximo de jornada son
tremendamente nocivos para la salud de los que ejercemos. La profesión médica presenta cifras alarmantes de depresión, burnout, adicciones y otros problemas de salud. Por tanto, es un deber de las personas en posiciones de autoridad y de gestión poder
salvaguardar la salud de pacientes y profesionales a su cargo y esto pasa por cerciorarse de que las condiciones laborales y formativas de los residentes tengan unos estándares que al menos sean los legales.
Pero la
responsabilidad ética de los individuos y la
deontología que como profesión hemos decidido que impere debería llevarnos a ir más allá. Este es el otro pilar fundamental del
pacto transgeneracional de la profesión: el cuidado de los unos a los otros para poder cuidar de los pacientes.
El artículo del
Dr. López Sendón nos permite poder entender que en ocasiones operan racionalidades que debemos revisar de manera crítica, como él mismo nos anima en el artículo, para poder avanzar. Entendemos que muchos de los que nos preceden han vivido situaciones como las que se describen en el artículo:
precariedad,
explotación y daño. Por ello es necesario reconocer este daño y como profesión poder elaborar un
proceso de reflexión y reparación que nos permita desprendernos de estas racionalidades nocivas que nos dañan y no nos hacen mejorar como especie.
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