En el momento que nos encontramos, donde el
Sistema Nacional de Salud (SNS), probablemente se enfrente, a los
mayores retos de su historia (envejecimiento, cronicidad, incorporación masiva de tecnologías disruptivas, déficit de relevo generacional de profesionales, necesidades de financiación disparadas,…); me permito algunas reflexiones.
Que es necesario y urgente un cambio de modelo en nuestro Sistema Nacional de Salud es tan cierto como que
con la normativa actual tenemos las manos atadas para acometerlo con garantías. Y peor aún,
con la actual clase política en el gobierno, parece misión imposible.
Los primeros pasos que pueden y deben darse tienen que ver con la
crónica financiación insuficiente. Aunque la solución final no es fácil ni parece cercana, progresar en ello es una cuestión que no debiera plantear dificultades insalvables para debatirse dado que en este caso no choca con planteamiento ideológico alguno y todo el mundo comparte la necesidad. Porque, en definitiva,
cualquier modelo sin financiación ni es modelo ni es nada. En estos momentos que la inversión parece haber encontrado una solución (aunque temporal) en los fondos europeos debiéramos estar dedicándonos a la financiación de la actividad avanzando hacia un modelo basado en valor, en resultados o incluso, ¿por qué no? capitativo.
Los siguientes pasos tienen que ver con la
equidad de acceso a resultados. Hoy en día estamos en condiciones de avanzar (y mucho) en desarrollar de la mano de los profesionales
experiencias que permitan protocolizar y reducir la variabilidad en la práctica médica (variabilidad inexplicable en los niveles que tenemos en nuestro país y que aboca inexorablemente a una falta de equidad no tolerable) y que centren en los resultados en salud las practicas clínicas.
Puesto que estamos en condiciones de avanzar, nada justifica quedarse quietos.
"Puesto que estamos en condiciones de avanzar, nada justifica quedarse quietos"
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Cierto que los indicadores disponibles no permiten medir mucho más allá que la actividad y mal (ya lo hemos visto durante la pandemia). Pero aquí
tampoco valen excusas a estas alturas, porque es posible por dar pasos aunque que aunque no sean de gigantes si que conduzcan a un sistema en el que se tengan en cuenta los resultados en salud.
No podemos seguir aceptando sin pestañear la dinámica perversa de que el cambio de modelo, aunque posible, es aún muy lejano, es decir, la autojustificación para no hacer nada.
Es cierto que
aún no somos capaces de medir como quisiéramos resultados en lugar de actividad, entre otras cuestiones, porque con los modelos de evaluación actualesresulta extremadamente complejo. Aunque en mi opinión el problema real radica más en la falta de compromiso por avanzar y de transparencia.
Tenemos bases de datos muy amplias pero sólo hacemos públicos algunos indicadores (datos que no dejan de ser interpretaciones de los hechos). Seguimos sin creer en serio en el open data y mucho menos en el open goverment.
Es hora ya que nos obliguemos a publicar en abierto los datos y que, el que quiera, los interprete. Alguna experiencia atrevida al respecto tuve la oportunidad de implantar aunque luego no fructificó pero no por ello podemos permitirnos hacer dejación.
Ello nos lleva inexorablemente a hablar también de
innovación. Probablemente el problema sigue radicando en las dificultades que plantean las políticas y estrategiascortoplacistas en sanidad que impiden la innovación real, la que ciertamente transforma las organizaciones. Nos entretenemos en la innovación recreativa muy basada y visualizada en hacer más y mejor lo mismo pero en realidad
tan solo la innovación a largo plazo, la innovación estructural, es la que nos conducirá a lograr transformaciones solventes y consolidadas. Lo mismo que
UBER y
Cabify no fueron innovaciones disruptivas porque el modelo de negocio sigue siendo el mismo (taxi)en nuestro SNS hay muchas innovaciones pero ninguna plantea teletransportar, tan solo nuevas formas de gestionar un taxi.
"Es hora de que nos obliguemos a publicar en abierto los datos y que, el quiera, que los interprete"
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Por otra parte, no es menos cierto que
gran parte de los fracasos en consolidar la innovación derivan de innovar en soluciones sin antes tener claros cuáles son los problemas, sin detenerse a buscar primero los grandes retos a los que hay que enfrentarse, priorizar y buscar los cambios que son necesarios.Porque en definitiva no se trata tanto de innovaciones, sino de cultura de la innovación y eso es mucho mas complejo porque incardina de lleno en la razón de ser de las organizaciones. Porque
la innovación será clave si logramos hacerla bien y dejamos de caer en los errores que cometemos en ocasiones donde incluso llegamos a tomar medidas que no sólo no trasforman la organización, sino que la empeoran. Ahora bien reconozco que es difícil porque esta innovación reclama un liderazgo real que no se aprecia por casi ninguna parte. Porque en definitiva para cambiar el sistema sanitario hay que perder el miedo a hacerlo.
Ciertamente tenemos
un gran sistema sanitario que tradicionalmente no nos atrevíamos a tocar por miedo a cambiar algo que funcionaba relativamente bien. El problema es que ahora ya no funciona tan bien como queremos. En este sentido es necesario adoptar ya decisiones operativas, con más valentía, implantando experiencias que se han demostrado eficaces. Decisiones que entren de lleno en el modelo de negocio, no de empresa.
Somos expertos en desarrollar proyectos piloto que han demostrado funcionar, y que desgraciadamente en muchos casos se quedan en eso y posteriormente nadie acaba de implantar.
Otro aspecto importante es la tecnología. Este cambio que necesita el SNS,
esa auténtica transformación, más que tecnológica (algo en lo que parece estamos empeñadosúnicamente)
debe ser organizativa. Mientras la Atención Primaria permanece desorientada los hospitales siguen estando demasiado volcados en la superespecialización y no entienden de procesos, sino de atención fragmentada.
No nos queda más remedio que cambiar el paradigma de la organización sanitaria en un sentido global, porque de no ser así no aprovecharemos el escandaloso potencial que tiene la tecnología.
Pero también
es hora de que dejemos de orientar el debate de la sostenibilidad únicamente hacia el gasto sanitario y que nos centremos en dirimir si estamos gastando de la mejor manera posible y aquí está claro que no lo estamos haciendo. Por ejemplo, hoy en día seguimos teniendo una cada vez mayor posibilidad de recapturar una no desdeñable cantidad de recursos económicos que ahora mismo están siendo despilfarrados dentro del sistema y en este momento éticamente no es aceptable seguir admitiendo esta realidad. Pero, para lograrlo, es necesario replantearse lo que hacemos y
vehiculizar actuaciones articuladas en torno a una reorientación de los procesos asistenciales, porque sin avanzar seriamente en esa reorientación no es viable la sostenibilidad.
El problema es que admitiendo que
no se pueden cambiar todas las reglas del juego al mismo tiempo, sí que podemos irlas modificando progresivamente. Pero para ello algunos debieran tomar conciencia que el modelo de gestión administrativa directa (eso que dan en llamar gestión pública como si no hubiera más formas de gestión publica) tiene ya poco recorrido y hay escaso margen para la eficiencia.
Porque sería bueno que algunosdejaran de poner etiquetas absurdas, de reducir todo a una dicotomía claustrofóbica: público o privado. Que su mundosea en blanco y negro no implica que el de los demás, el mundo real, también lo sea. En este escenario es cierto que
intentar cambiar lo que quieren hacer intocable, luchando contra la inercia del sistemapor un lado y de lo políticamente de moda por otro no es nada fácil: barreras desde arriba y desde abajo lo impiden la mayor parte de las veces y mucho me temo que no son buenos momentos para lirica ni para la política sanitaria.
Pero permítanme que insista:
es difícil sí, pero es inaceptable no hacer nada.
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