Opinión

Imagino


Por Carlos Alberto Arenas, gestor sanitario y vocal de Sedisa
Salud, dinero y gestión

09 julio 2014. 20.14H
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Imagino una sociedad donde a los niños desde pequeños se les enseña lo que es sano, que no aprenden que sólo existe el sabor dulce. Donde ya no somos el mayor reservorio de obesidad infantil de Europa sino el menor.

Imagino que cuando se hacen adolescentes fumar no es guay, ni te hace interesante, sino más bien te hace parecer tonto. Y que nuestro porcentaje de fumadores es mejor que en Escandinavia.

Imagino que en ellos se crea el hábito del ejercicio físico, mucho al aire libre, que les acompaña durante toda la vida.

Imagino que cuando alguien se pone enfermo hay un médico con una visión integral e integradora que orquesta el proceso asistencial. Que evita el encarnizamiento terapéutico y tiene en cuenta las preferencias del paciente. Que evita duplicidades, pruebas inútiles, hospitalizaciones innecesarias y efectos adversos por exceso de medicación o interacciones medicamentosas.

Imagino un médico que aconseja y evita la enfermedad o el empeoramiento de la misma a través de hábitos y estilos de vida, mejor que con sólo pastillas, y pacientes sensibles y concienciados con sus consejos.

Imagino que cuando tratan a un paciente, los distintos especialistas se ponen de acuerdo entre sí para seguir una vía de acción que permita integrar todo el proceso, evitar duplicidades, desplazamientos innecesarios, demoras, infinidad de visitas y revisitas, consejos y tratamientos discrepantes, cuando no enfrentamientos entre los propios profesionales por el paciente.

Imagino una atención en la que se aproveche los conocimientos y capacidades de todos los colectivos. En el cual los cuidados sean importantes y sanadores, sobre todo a domicilio y ambulatoriamente, con la enfermería con mayor capacidad de decisión y manejo de recursos en todo el ámbito sociosanitario.

Imagino una atención más eficaz contra la cronicidad, en la cual el domicilio y la atención a distancia, el diagnóstico y tratamiento social, y la ayuda de trabajadores sociales y psicólogos, rehabilitadores y fisioterapeutas coordinados con el médico de familia del paciente adquieren gran relevancia.

Imagino una sociedad más sana, más social, donde haya menos riesgos de depresión y ansiedad, y que estas se superen más mejorando la capacitación personal que tomado pastillas.

Imagino que, llegado el momento de partir, la gente muere en su casa rodeada de los suyos, y de amor, atendidos para no sentir dolor. Donde pueden despedirse del mundo manteniendo la lucidez y la dignidad, sin estar en una cama aislados, inconscientes y con tubos y vías por todo el cuerpo.

Imagino que somos responsables todos con el uso de los recursos públicos y solidarios y nos damos cuenta que lo que es de todos es lo que más debemos de cuidar, cómo si fuera propio.

Ahora despierto y recuerdo a la señora P........., que toma tantos medicamentos que tienen que dárselos sus hijos porque ella no se aclara, que es tratada por seis especialistas que no se hablan entre ellos. Varios le mandan dietas incompatibles entre sí. Le prescriben una rehabilitación que no mejora su calidad de vida y una intervención quirúrgica protésica con una esperanza de vida de menos de una año. Las interacciones medicamentosas le causan varios problemas y tiene infinidad de pruebas de imagen y analíticas duplicadas o muy frecuentes aunque no aportan valor añadido. Además, cuando se descompensa ingresa en el hospital (en parte porque la famila presiona para ello al creer que estará mejor allí) en vez de intentar un tratamiento en régimen ambulatorio, y una vez ingresada tiene una infección hospitalaria que obliga a alargar su estancia. Posteriormente tras varios reingresos en uno de ellos muere en el Hospital en la UCI inconsciente.

Lo que imagino es promoción de la salud, cultura de la salud, integración asistencial, asistencia sociosanitaria, humanización, cuidados integrales, atención primaria, gestión clínica y por procesos, razonable y basada en la seguridad del paciente.

Lo que veo se llama cultura de la enfermedad, sedentarismo, malos hábitos, luchas de poder entre colectivos por monopolizar el paciente y su atención, fragmentación de la asistencia y falta de continuidad asistencial. Hipermedicalización y deshumanización, y falta de conciencia sobre el uso de recursos públicos.

Pero a pesar de todo veo el impulso, el intento y la lucha de muchos por instaurar ese primer estado que imaginamos ya muchos. Y eso me da esperanza.
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