Opinión

¿De qué hablamos cuando hablamos de nuevas especialidades?


Antonio Zapatero, presidente de la Sociedad Española de Medicina Interna
Firmas

18 junio 2017. 17.10H
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Desde hace años, varias sociedades científicas reclaman la creación de nuevas especialidades médicas en España. Especialmente activos y vehementes en dicha solicitud están siendo la Semes y la Seimc, exigiendo el reconocimiento de las especialidades de Urgencias y de Enfermedades Infecciosas, respectivamente.

Estas demandas, aunque han tenido eco en algunos grupos políticos que incluso han llegado a solicitar su reconocimiento en el Congreso, no gozan en absoluto de consenso en la comunidad médica. De hecho, hasta cinco sociedades científicas que representan a más de 60.000 médicos de diferentes especialidades (Medicina de Familia y Comunitaria, Medicina Interna, Cuidados Críticos) han mostrado recientemente su rechazo frontal a esta propuesta.

¿Cuál es el trasfondo de este debate? ¿Se trata de un simple conflicto de intereses entre la clase médica? ¿O lo que en realidad se dirime es el futuro del modelo sanitario que necesita este país?

Según los defensores de las nuevas especialidades, su reconocimiento sería un acto de justicia para dar carta de naturaleza a la actividad que ya están realizando muchos profesionales médicos, y una exigencia ineludible para homologarnos al resto de países europeos y garantizar una asistencia de calidad. En consecuencia, aquellos que se oponen a su petición son acusados de anteponer sus intereses corporativistas (no perder parcelas de poder) al interés general (asegurar una buena atención médica a la ciudadanía).

Las ACE recogidas en el decreto de troncalidad responden mejor a las demandas

Existe un consenso general en que es necesario dotar de reconocimiento administrativo a los profesionales médicos que actualmente realizan su actividad en urgencias o que se dedican preferentemente o en exclusividad a la atención de patologías infecciosas, así como que sería conveniente regularizar el proceso formativo en estas áreas del conocimiento para garantizar una prestación sanitaria de calidad.

Sin embargo, la creación de especialidades primarias no sería la única ni la mejor solución a estos problemas. En mi opinión, las áreas de capacitación específica (ACE) recogidas en el decreto de troncalidad proporcionan una respuesta más adecuada a estas demandas (reconocimiento profesional, formación específica).

Considero que el debate sobre las nuevas especialidades médicas en España se ha planteado de una forma deliberadamente equívoca por parte de las sociedades científicas reclamantes. Por un lado, equiparando cualificación profesional con especialidad médica, y especialidad médica primaria con subespecialidad. Por otro, erigiéndose en portavoces de un discurso altamente altruista (búsqueda del progreso científico y del bien común), obviando los beneficios de índole profesional (creación de nuevos servicios y unidades, nombramientos de cargos intermedios, dotación de médicos residentes, necesidad de nuevas guardias médicas, etc) y los costes económicos que dichas medidas acarrearían.

La realidad es que, actualmente, contamos en España con auténticos superespecialistas en Urgencias y en Enfermedades Infecciosas: especialistas médicos (en medicina de familia o en medicina interna, mayoritariamente, pero también otros especialistas) que se han superespecializado en estos campos. Se trata de un modelo exitoso, tal como lo avalan los índices de excelencia asistencial, docente e investigadora.

La creación de especialidades primarias, que permitieran el acceso a la especialidad sin una formación generalista previa, pondría en riesgo este modelo al empobrecer la formación clínica, contribuiría a incrementar la actual fragmentación asistencial, e incrementaría los costes sanitarios. El decreto de troncalidad recoge el desarrollo de ACE en Urgencias y Enfermedades Infecciosas, se adaptan a la normativa europea ya que en la inmensa mayoría de los países de nuestro entorno no existen estas especialidades como especialidades primarias, tal como equívocamente dan a entender la Semes y la Seimc, sino como subespecialidades que se realizan tras acreditar haber realizado previamente otra especialidad médica. Este es exactamente el modelo que recoge las ACE.

Hace pocas semanas, la prestigiosa revista The Lancet situó a España a la cabeza de los países con mejores sistemas de salud. Para establecer este ránking, se utilizaron múltiples indicadores de salud, incluyendo la atención a procesos urgentes y a diferentes enfermedades infecciosas. En todos ellos, nuestro país se encuentra entre los mejores del mundo. En España, los pacientes con patologías urgentes o con enfermedades infecciosas tienen garantizada una asistencia sanitaria con un alto nivel de cualificación científica y técnica. ¿Por qué cambiar un modelo que funciona? ¿Qué va a aportar al sistema la creación de nuevas especialidades?

No tomemos decisiones precipitadas. Busquemos el consenso. Realicemos previamente una adecuada planificación asistencial y un análisis de coste-eficacia. No renunciemos a más de una década de trabajo riguroso por parte de muchos profesionales para desarrollar un sistema de troncalidad que, sin duda, dará una mejor respuesta a las necesidades reales de una población, cada vez más envejecida y pluripatológica, que demanda médicos con una buena especialización con formación generalista, médicos que garanticen una atención integral y no fragmentada.
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