Opinión

¿Qué pasa en la sanidad rural?


Ángel López Hernanz, médico rural y tutor MIR
Firmas

23 junio 2024. 07.00H
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Según los datos más recientes la población total de España alcanzó los 48.692.804 habitantes el 1 de abril de 2024. De ellos, aproximadamente el 16% vive en zonas rurales, que abarcan el 84% de la superficie total del país. Como médico rural con años de experiencia, estoy presenciando un fenómeno preocupante: la silenciosa salida de profesionales de la salud de nuestros pueblos debido a su merecida jubilación.

Esa generación de médicos que terminaron su formación antes de 1995 está llegando al final de su ejercicio profesional. Más de 4.500 médicos de familia que atienden a siete millones de personas en zonas rurales se jubilarán en los próximos cinco años en España, sin que haya un relevo generacional adecuado. Para estos médicos pre-95 no era un requisito indispensable tener la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria para trabajar en el sistema público de salud; bastaba con un certificado bajo el artículo 7.2 de la Directiva 86/457/CEE y el artículo 2 del Real decreto 853/1993. Muchos de ellos se fueron a ejercer a los pueblos, coincidiendo en el tiempo con los últimos médicos de asistencia pública domiciliaria, los APD.

Como consecuencia, las listas de espera para ver a un médico en algunas zonas rurales son cada vez mayores. Los pacientes se están resignando a recibir atención médica básica, acudiendo mayoritariamente a los servicios de urgencias de los hospitales o de atención primaria, sin que puedan disponer de un médico de cabecera que coordine su salud con continuidad. La sanidad rural, por tanto, se encuentra en una encrucijada difícil.

La especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria, como demostró Yoseba Cánovas en una carta científica publicada en la revista Atención Primaria, (“El atractivo de la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria en la elección de plazas MIR 2023”) sigue siendo preferentemente elegida. Además, dado que su oferta es mucho mayor que la de otras especialidades, se quedan algunas plazas vacantes.

La medicina rural la ejercen mayoritariamente especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria. A pesar de que esta especialidad se considera la medicina de toda la vida, la más diversificada, romántica y filantrópica, donde suele haber menos carga de trabajo y los médicos rurales son los más prestigiosos y considerados por su pluripotencialidad y cercanía y se sienten felices ejerciéndola, es, paradójicamente, la más deficitaria en la cobertura de plazas vacantes y la que menos atractivo tiene para los jóvenes.

"Medicina de Familia se considera la medicina de toda la vida, la más diversificada, romántica y filantrópica, donde suele haber menos carga de trabajo y los médicos rurales son los más prestigiosos"


Como tutor receptor de jóvenes médicos de familia en su rotación rural, observo que lo que más influye en sus decisiones de elegir un destino rural es la cercanía a su lugar de residencia y si tienen arraigo en la zona de asignación. También influyen los horarios, la conciliación familiar y el número y la complejidad de las guardias que deben realizar, más que el sueldo y otras consideraciones que para ellos son secundarias.

¿Qué es lo más urgente desde mi punto de vista? Facilitar la entrada en medicina a estudiantes procedentes de zonas rurales de difícil cobertura. Ofrecer contratos de larga duración, acceso a la vivienda y facilitar la integración laboral de las parejas. También, dar ventajas fiscales y puntuación extraordinaria en la carrera profesional. Es imperativo que se deje de ver la medicina rural como una obligación para los médicos menos afortunados o sin especialidad y se contemple como una elección válida y digna para cualquier médico.

Abordar el desafío de la sanidad rural requiere un esfuerzo conjunto por parte de la clase política, los profesionales de la salud y la sociedad en general. No es justo para los que vivimos en zonas rurales tener acceso a una sanidad de peor calidad y sin especialistas. La medicina rural necesita ser reforzada, no solo para el beneficio de quienes residimos en estas áreas, sino también para preservar la esencia misma de la medicina: cuidar de todas las personas, sin importar dónde vivan.
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