Los responsables de las administraciones sanitarias, de las organizaciones profesionales y sindicales y los líderes de opinión parecen instalados en un bucle, dándole vueltas y más vueltas a las
limitaciones e insuficiencias de nuestro sistema nacional de salud, particularmente de la
Atención Primaria y Comunitaria y, ocasionalmente, de la
Salud Pública, ambas muy destacadas por la pandemia.
Porque, como decía -entre otras muchas cosas-
Archibald Cochrane, más que hablar de los problemas hay que ponerse a tratar de solucionarlos. La referencia viene a cuento porque se cumplen ahora cincuenta años de la publicación de sus reflexiones aleatorias sobre los servicios sanitarios:
'Efectividad y eficiencia'. Un libro que ha resultado bastante influyente en el desarrollo racional de los sistemas sanitarios, probablemente porque se basa en unas consideraciones y reflexiones motivadas por la experiencia y por el auténtico compromiso de solucionar o mejorar los problemas.
Es imprescindible dedicar
claridad y coraje para afrontar las cada vez más perentorias necesidades de
innovación estratégica de la sanidad en su conjunto, sin las cuales los deterioros del sistema sanitario y de la Atención Primaria y Comunitaria se van acentuando y creciendo el riesgo de que se hagan irreversibles si continua la dinámica actual de políticas sanitarias defensivas incapaces de detenerlos.
El descafeinado y pacato
Marco Estratégico para la Atención Primaria y Comunitaria de 2019 fue sin duda una
oportunidad perdida, en un momento anterior a la pandemia covid, difícil de reeditar en la actualidad con un nivel de profundidad suficiente para alcanzar los cambios transformadores que necesita esta parte del sistema.
"Claridad y coraje son imprescindibles ante las perentorias necesidades de innovación estratégica de la sanidad"
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El panorama es lo suficientemente sombrío como para entender las
actitudes pesimistas profesionales y ciudadanas que oscilan entre la queja improductiva y el nihilismo acomodaticio. Por ello y sin recurrir al optimismo de la voluntad que reclamaba
Gramsci, porque querer no es poder, la verdad es que sin querer tampoco se puede. Y querer es abrir una ventana o una puerta a la motivación, algo que dota de sentido la propia existencia. Porque la alternativa, más que deprimente es destructiva.
Tenemos la obligación ética y política de seguir insistiendo en todos los ámbitos sobre la necesidad de cambios innovadores y hacerlo a través de
propuestas atractivas y viables, capaces de inyectar nuevas fuerzas en los colectivos profesionales y en las organizaciones sindicales y ciudadanas. Además, los profesionales de Atención Primaria y Comunitaria necesitan generar alianzas estratégicas y de acción con otros colectivos del ámbito sanitario y con la ciudadanía para aumentar las posibilidades de éxito de las propuestas de cambio. Sólo de esta forma van a ser capaces de vencer la parálisis actual, acentuada por un
contexto internacional y local inestable tanto desde la perspectiva política como económica.
En estos días, en las páginas del diario
El País, el filósofo Daniel Innerarity nos hablaba, en términos políticos, de la necesidad de que la izquierda ideológica abandone su discurso ligado al sacrificio personal y colectivo,
prohibicionista y acusador. Creemos sinceramente que en el caso de la situación preocupante de la Atención Primaria y Comunitaria española deberíamos seguir esta senda y cambiar, tanto en el ámbito personal como colectivo, las predominantes actitudes pesimistas y ser capaces de construir discursos inductores de fuerza, capacidad de lucha,
entusiasmo y optimismo tanto en los profesionales sanitarios como en la ciudadanía.
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