Muchas veces, demasiadas, nuestros análisis de los problemas de los sistemas sanitarios recurren a la desagregación, procedimiento que se acostumbra a emplear en el
razonamiento científico, ya que el abordaje íntegro, absoluto, es más difícil, cuando no desalentador. Descomponiendo los problemas se hacen más abordables.
Pero para que la comprensión de los fenómenos sea más completa, lo que puede proporcionarnos respuestas más adecuadas a los problemas, conviene culminar estas aproximaciones simplificadas, siquiera con lo que denominamos
pruebas de sensibilidad que las contextualicen en un marco más real.
En el terreno sanitario es muy frecuente que cuando consideramos el
proceso asistencial de una determinada enfermedad, tras valorar los
elementos fisiopatológicos y clínicos, nos quedemos en la dimensión orgánica sin considerar suficientemente, las otras dimensiones de la salud, que no sólo es somática, sino también psíquica --mental y espiritual-- y, desde luego, social.
Este pensamiento reduccionista es también el que nos impide analizar los
determinantes primarios y secundarios de las enfermedades.
Desgraciadamente, el abordaje biopsicosocial preconizado por
George L. Engel hace ahora 50 años no ha alcanzado un grado de implantación suficiente como para conseguir que los
profesionales sanitarios incorporen de forma sistemática en sus actuaciones estos enfoques globales en el abordaje de los problemas de salud y sus causas.
Lo que, desde luego, simplifica el análisis, aunque a costa de menospreciar algunas características claves para comprenderlos y probablemente controlarlos mejor.
Restricciones que no son exclusivas del
ámbito asistencial y se extienden a las esferas políticas y de gestión cuando se quieren identificar las causas de los problemas del sistema sanitario en su conjunto.
Nos limitamos a describir sus deterioros internos y raramente entramos a considerar, al menos en profundidad, que las prioridades y estrategias que acaban definiendo la orientación, la financiación o la
organización del sistema sanitario son consecuencia directa de las que se establecen a nivel político general.
Crisis europea de los estados del bienestar
En el caso del sistema sanitario el análisis de las causas de sus problemas no puede obviar situarlos en el contexto de la
crisis de los estados de bienestar, esencialmente de los europeos, iniciada en la década de los años 90 del siglo pasado y acentuada en rápida progresión desde la crisis financiera de 2008.
En España la mayoría de los gobiernos han asistido impávidos --algunos más y otros menos-- al
deterioro de los servicios públicos “estrella” de los estados de bienestar como son la
sanidad, la
educación y la
protección social, todo ello en un contexto impositivo que sigue teniendo altos grados de inequidad en la distribución de las cargas fiscales entre las diferentes capas sociales.
Los análisis reduccionistas nos llevan a ubicar las esperanzas de solución de los problemas que padece el sistema sanitario en acontecimientos internos como, por ejemplo, la generación de un
pacto sanitario estatal construido por los agentes y lobbys del propio sistema y que obtenga el beneplácito de los parlamentarios españoles.
"Mientras persista el deterioro de los pilares del estado de bienestar no se lograrán alcanzar soluciones duraderas a los problemas y a lo máximo que se puede aspirar es a implantar medidas coyunturales de mejora"
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Con independencia de la imposibilidad práctica de llevar a buen puerto una iniciativa de este tipo en la dinámica actual de
confrontación política “hipotalámica”, parece evidente que mientras persista el deterioro de los pilares del estado de bienestar no se lograrán alcanzar soluciones duraderas a los problemas y que a lo máximo que se puede aspirar es a implantar medidas coyunturales de mejora que, por este carácter, están condenadas a carecer de la potencia necesaria para generar los cambios cualitativos y de medio y largo plazo que necesitan los servicios públicos de nuestro país.
El contexto político mundial y por tanto europeo no nos permite ser optimistas sobre el futuro de los estados de bienestar. Las
formaciones políticas democráticas, desde las de tinte más conservador hasta las socialdemócratas, parecen haber asumido, total o parcialmente según los casos, las tesis neoliberales que preconizan su inviabilidad. En este contexto es cada vez más probable que las directrices políticas de los gobiernos no modifiquen significativamente la orientación señalada previamente y que solamente la generación de contradicciones sociales agudas pero persistentes sea capaz de conseguirlo.
Sirvan las consideraciones previas para justificar nuestra petición dirigida a los líderes y
responsables de la política y gestión sanitarias de nuestro país de que eleven la mirada a la hora de analizar las causas y diseñar actuaciones sobre los problemas de nuestro sistema sanitario.
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