Los admiradores de
Toy Story reconocerán fácilmente el lema de Buzz Lightyear en la paráfrasis que encabeza estas líneas.
Porque aunque parezca imposible resulta que se puede ir más allá de la
medicalización en la práctica clínica y sanitaria.
Recordemos que medicalizar significa adoptar la perspectiva médica para afrontar problemas que, en rigor, no son patológicos. Y, si bien acostumbra a tener una connotación peyorativa, en ocasiones resulta beneficiosa, como ha ocurrido con la
reducción de la mortalidad materna y perinatal atribuible a una correcta atención obstétrica del parto. Efectos positivos que la intensificación de la medicalización ha relativizado como consecuencia de la generalización, entre otras intervenciones, de la
episiotomía.
Argumentos análogos a los que merece la
prescripción de ansiolíticos, que pueden ayudar a superar el bloqueo inducido por una ansiedad extrema cuando impide reaccionar a la causa que la origina. Porque, como es sabido, la
ansiedad es, en primera instancia, un
mecanismo de alerta que mediante la perturbación que produce nos advierte de algún riesgo o peligro, de algo que no funciona que, frecuentemente, no es de naturaleza patológica, ya sea un infortunio familiar, doméstico o laboral.
"Recordemos que medicalizar significa adoptar la perspectiva médica para afrontar problemas que, en rigor, no son patológicos"
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Sin embargo, el empleo de ansiolíticos tiene el inconveniente de neutralizar la alerta sin modificar la causa que la motiva, de modo que al enmascararla se desatiende. Sin olvidar otros efectos indeseables, como las potenciales
alteraciones del sueño, aumento de peso, riesgo de caídas, o , desde luego, la tolerancia y la dependencia que generan.
Podríamos incluir otras situaciones como por ejemplo la fiebre que, como la ansiedad o el estrés, son
reacciones adaptativas potencialmente ventajosas que cuando resultan excesivamente molestas devienen susceptibles a una medicalización positiva, siempre que sea sensata.
Pero, como ya advertía pronto hará un siglo en su 'Brave new world'
Aldous Huxley "la Medicina ha progresado tanto que encontrar a alguien totalmente sano es excepcional”, ironía con la que el
nieto del bulldog de Darwin ponía de manifiesto la cruz del progreso médico. Que como clamaba Buzz Lightyear nos lleva más allá del infinito (de la medicalización).
Una reflexión que viene a cuento del reciente reportaje del periodista
Xabier González titulado '
Científicos americanos desmontan el beneficio del suplemento de la vitamina D' que acaba de publicar
Redacción Médica.
El último número de la revista de
Endocrinología y Metabolismo incluye tres artículos sobre la cuestión, que coinciden en reconocer la ausencia de pruebas definitivas sobre la potencial utilidad de los suplementos de esta vitamina para prevenir otras patologías que el raquitismo o la osteomalacia de la infancia en poblaciones cuyas concentraciones séricas correspondientes se suponía eran insuficientes.
Unas concentraciones séricas de 25-hidroxivitamina ó D [25(OH)D]) por debajo de 20 ng/ml = 50 nmol/L), valor de referencia estimado por el
Instituto de Medicina (IOM) en 2011 que, según argumenta JoAnn Masson, endocrinóloga y epidemióloga de Harvard (y colaboradores), ha sido malinterpretado y mal aplicado, puesto que tales valores de referencia no deben interpretarse como un punto de corte, de modo que, "...para la mayoría de la población (alrededor del 97,5%) el requisito es de 20 ng/ml o menor. (...) El Requerimiento Medio Estimado se traduce en que aproximadamente la mitad de la población requiere 16 ng/ml o menos."(1)
Advertencia que no ha sido considerada por multitud de estudios que sobre la frecuencia de eventuales carencias se siguen publicando y que estimulan innecesariamente el control analítico de la
vitamina D y, sobre todo, la
prescripción de suplementos farmacéuticos.
Según el sistema de información de Atención Primaria del
Instituto Catalán de la Salud el año 2023 se efectuaron unas 275.000 determinaciones de vitamina D en personas sin factores de riesgo de
hipovitaminosis, un 6,5% de los pacientes atendidos (2). El año 2022 y en el ámbito de la sanidad pública se prescribieron en España 20 millones de envases de vitamina D con un coste superior a los 200 millones de euros (3).
Una situación que el reciente trabajo de
Juan José Perales-Afan y colaboradores en un artículo publicado hace unos días, exige la atención de los profesionales de la sanidad. Perales et al.(4) han calculado los intervalos de referencia de dos muestras de población zaragozana que oscilan entre 5,6-57,2 ng/mL y 9,0-41,4 ng/mL, según se hayan obtenido retrospectiva o prospectivamente. Cifras que son congruentes con otros trabajos y que sugieren la conveniencia de actualizar el punto de corte actual en 12,0 ng/ML, si es que puede aceptarse un umbral universal.
Estamos pues frente a una situación que trasciende la medicalización, porque en el caso de la
sobreprescripción de vitamina D no se pretende corregir ninguna deficiencia clínicamente objetiva, si no de alcanzar unas concentraciones que se suponen "normales" aun cuando no tengan relación con problemas de salud médicamente solucionables.
La hipermedicalización de los problemas combinada con la demanda de su atención y solución inmediata y la ausencia creciente de una actitud de
autorresponsabilidad ciudadana en el cuidado de la propia salud, conforman un cocktail cultural en cuya génesis no es menor la importancia de la pasividad de los responsables políticos y la anuencia de muchos sectores profesionales.
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(1) Manson JE, Brannon PM, Rosen CI, Taylor CL. Vitamina D Deficiency--is there really a pandemic? N Enlg J Med 2016;10: 1817-20.
(2) Fernandez C. ¿Están justificadas las pruebas de vitamina D en personas asintomáticas sin riesgo?. DM, 10 de junio de 2024.
(3) Laporte JR. Crònica d'una societat intoxicada. Barcelona: Columna edicions, 2024: 375.
(4) Perales J, Aparicio D, López S, et al. Direct and indirect reference intervals of 25-hydroxyvitamin D: it is not a real vitamin D deficiency pandemic. Biochem Med (Zagreb) 2024;34(2):020706.
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