El próximo
10 de febrero será la tercera vez que Estefanía se presente al
examen MIR. La primera fue en 2012, tras acabar
Medicina en Portugal: “Siempre he querido ser
pediatra, desde que empecé la carrera. Pero, después de la
beca Erasmus, tuve problemas con unas convalidaciones de asignaturas y, cuando me di cuenta, me quedaban dos meses para preparar la prueba”.
El examen le salió “regular”. Como estaba cansada de estudiar y le apetecía ejercer, decidió coger una plaza de
Medicina Familiar y Comunitaria. “Disfruté mucho de la residencia, es una especialidad muy bonita, en la que conoces todos los puntos de vista desde dentro”, destaca. Incluso hizo una
rotación de tres meses en el
extranjero, en Argentina. “También me gusta mucho la
cooperación y pensé que un MIR tan general como Familia podía ser una buena base para participar en este tipo de proyectos”, añade.
Pero ella seguía queriendo ser pediatra, así que, cuando acabo la residencia en 2016, hizo algunas suplencias en verano y desde agosto hasta el
28 de enero de 2017 (fecha de la prueba de acceso a la formación médica especializada de la pasada convocatoria) se dedicó a estudiar. “Fui al examen como una
novata. Me puse muy nerviosa y me quedé a un día de elegir
Pediatría”.
EL SEGUNDO EXAMEN
Estefanía considera que su primer
error en este segundo intento fue creer que “una
especialidad generalista te puede ayudar a hacer el examen MIR”. Comenta que, aunque es cierto que en Medicina Familiar se ve de todo, “te equivocas si piensas que será más fácil estudiar que viniendo de una
especialidad más concreta”. Según su experiencia, “el MIR es un mundo en el que tienes que
aprender a estudiar y a hacer un examen, no tiene nada que ver con la Medicina que aplicas en la
práctica clínica”.
“Evidentemente, los
casos clínicos sí que son similares y tener una
perspectiva lógica te ayuda en ciertos momentos, pero no tanto como puedes esperar. O, al menos, esa es mi sensación. En el día a día trabajas de una manera, aplicando una serie de
protocolos, pero haces la prueba según lo que los
examinadores quieren que se conteste”.
"ACTIVIDAD PREMIO" COMO ACICATE
Estefanía compagina la preparación de su tercer examen MIR con un trabajo a media jornada en Urgencias del Hospital Universitario de Móstoles: “Hago cinco o seis guardias al mes de 17 horas y algún turno de 12 horas, y el resto del tiempo estudio. Es duro porque los salientes de guardia estás cansada y los previos estás pendiente del trabajo, pero, a la vez, no estar únicamente estudiando lo hace más llevadero”. El día que tiene guardia estudia por la mañana y, al día siguiente, cuando sale del hospital, duerme unas horas y estudia por la tarde. Otra cosa que ha hecho para animarse es ponerse una “actividad premio” al día, en su caso, un rato para el deporte: “Si voy bien de tiempo y considero que he estudiado bien y tranquila me permito hacerlo”.
Las
academias orientan a los aspirantes en ese sentido. De hecho, Estefanía se apuntó a una para preparar su segundo examen: “Supuestamente era un
curso específico para los que trabajábamos y estudiábamos, pero el contenido era el mismo. La única diferencia es que los
horarios eran más adecuados para compaginarlos con el trabajo, pero no tuve la ayuda que esperaba”.
EN QUÉ FALLÓ
La médica de Familia asume que la primera vez que hizo el examen “iba
nerviosa porque era consciente de que había estudiado poco, de que lo había preparado
in extremis”. Y que la segunda se enfrentó a la prueba con una gran carga de
responsabilidad: “Había decidido que quería ser pediatra porque era mi ilusión, había estudiado un montón, todo el mundo estaba pendiente de mí… Cuando llegué al examen me puse tan nerviosa y me costó tanto
desbloquearme que, al final, fui justa de tiempo”.
Estefanía recuerda que la
gestión de las cinco horas que dura la prueba es fundamental y señala que cometió el error de
repetir preguntas, de volverlas a leer: “No hay que hacer eso. Cuando me di cuenta, me quedaba una hora para lo que debía hacer en casi dos. Era mi segunda vez, pero me enfrenté al examen como una novata”.
La mesa de estudio de Estefanía: café, tapones, lápices de colores... y su horario.
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El resultado que obtuvo le causó “una
frustración absoluta”. Siguió trabajando como médica de Familia porque le gusta su profesión, pero, al mismo tiempo, sentía que no iba a hacer nada con su vida: “
Me obcequé. No era capaz de valorar todo lo que ya había conseguido: Medicina de Familia, máster en
Urgencias, los planes en cooperación… Solo veía que tenía que ser pediatra”.
A LA TERCERA VA LA VENCIDA
Para Estefanía, 2017 ha sido un año de vaivenes: “Los primeros meses estuve deshojando la margarita: hago otra vez el examen, no lo hago… Me planteé si verdaderamente quería ser pediatra o si solo lo hacía para
demostrarme algo a mí misma. Finalmente, resolví que deseaba hacer Pediatría, pero que no estaba dispuesta a dejar otra vez mi vida a un lado para centrarme en estudiar, porque después lo pasas mal. Sientes que no estás avanzando en tu
vida personal porque siempre tienes eso pendiente”.
Así, decidió presentarse de nuevo en la
actual convocatoria, “para que todo el esfuerzo anterior no fuera en balde”, y seguir trabajando a media jornada en
Urgencias de un hospital universitario de Madrid, ya que “una jornada completa es
incompatible con estudiar el MIR”.
“Esta vez me lo he tomado con otra
filosofía. El año pasado estudié un montón y me quedé a las puertas de elegir Pediatría. En esta ocasión no tengo, para nada, la misma
presión porque creo que puedo ejercer la Medicina a otros niveles y trabajar con niños, que es lo que me gusta, de distintas maneras. Eso me va a ayudar”. Estefanía tiene claro que, si sale mal, no se acaba el mundo: “Lo estoy haciendo
por gusto, no por obligación”.
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