Estudiar Medicina nunca es fácil, pero cambiar de universidad a mitad de grado lo hace aún más complicado. Laura Sánchez lleva tres años estudiando, con
el sueño de ser una cardióloga en el horizonte. Empezó en la
Universidad de Lleida y ahora está en la Universidad Miguel Hernández (UMH) a través de
l Plan Cajal de movilidad nacional para casos excepcionales. En tres años, se ve graduada "y
a tope con el MIR para poder sacarme una plaza aquí en España, que no está fácil".
Empezó en Medicina tras haber pasado antes por
Enfermería y Magisterio, pero finalmente encontró su verdadera vocación. "Yo soy de Benidorm y fue mucho cambio. En Lleida sí que viví bien la
experiencia universitaria, incluidas las novatadas. Al principio se hace duro porque hay mucho que estudiar, sobre todo comparándolo con Magisterio", recuerda Laura, que valora la universidad de Lleida.
"Habrá unos 120 alumnos y la verdad es que se nota mucho que, conforme van pasando los años, la gente va menos a clase", explica la joven, que cree que
falta motivación por parte de los docentes: " Al principio sientes que tienes que ir a clase para poder aprender pero luego te das cuenta de que las clases no son muy necesarias porque no aprendes más que con los libros. Los profesores no te lo hacen muy ameno ni trabajan de una manera que interactúes o aprendas de una forma más activa", denuncia.
PRIMERAS PRÁCTICAS
Las primeras prácticas que pudo hacer Laura, en primero de carrera, fueron en el propio laboratorio. "Son grupos pequeños, de unas 20 personas y hay microscopios para cada uno. El laboratorio está bien, aunque sí es verdad que
en cuestión de cadáveres, deja un poco que desear, porque había dos o tres mesas con piezas para la disección, no un cadáver entero, que sería interesante", lamenta.
En segundo, ya pudo
asistir a un centro de salud durante un mes. "Yo creo que es una experiencia muy buena y una buena opción para empezar. Al estar en Atención Primaria aprendes mucho porque ves la base de c
ómo llega luego el paciente al hospital. Y para las asignaturas que se dan en ésa época creo que es importante".
Pese al buen recuerdo que guarda de la época, Laura
echó de menos tener más participación: "Depende del tutor que te toque, te deja explorar a ti también o preguntar. Otros solo te dejan ver. Yo sí que eché en falta que nos dejaran también un poco a nosotros
explorar a los pacientes, porque al final es así como aprendes", relata la futura médica.
TRASLADO DE UNIVERSIDAD
A Laura le gustaría ser cardióloga
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Para Laura, el cambio de segundo a tercer fue aún mayor porque se cambió de la Universidad de Lleida a la UMH, donde se ha cogido
varias asignaturas de distintos cursos: "primero y segundo son más de estudiar cosas básicas a nivel de teoría para el futuro, y en tercero ya sí que ves más patología", recalca Laura, quien se ha adaptado bien al cambio de universidad, aunque sí que nota diferencias.
"Aquí por ejemplo
solo hay exámenes finales, no tenemos parciales. He notado mucho el cambio porque en Lleida ya ibas más tranquilo porque sabías que tenías algo de base y si te salía mal no pasaba nada", se sincera la joven, que añade: "Aquí en algunos sí que se cuentan las prácticas de hospital pero no hay un porcentaje extra del examen que te de más tranquilidad. Por eso es más estresante".
Para Laura, de 24 años, las clases deberían ser "más participativas e interactivas": "Que nos cuenten las cosas a través de casos clínicos o sus propias
experiencias como médicos, no solo explicar síntomas y darnos una clase en la que ellos hablan de cosas que tenemos que aprender de memoria y ya está", se queja la joven, que pide una docencia capaz de hacerles involucrarse en la materia: "Deberían facilitarnos una manera de razonar la teoría, que nos motive ir a clase porque además de lo que me van a explicar -que también está en los libros- me vayan a
contar anécdotas que me ayuden a entenderlo y aprenderlo bien".
PLANES DE FUTURO
A Laura le gustaría
especializarse en Cardiología, aunque todavía no ha dado la asignatura y no sabe si le decepcionará. "Lo poco que he visto cuando he rotado por los hospitales me ha gustado mucho, pero todavía
no quiero adelantarme porque según haces las prácticas en el hospital y viendo cada asignatura, vas descubriendo cosas nuevas", razona la joven , a quien le gusta el trato con los pacientes: "por eso no creo que haga A
natomía Patológica o alguna de laboratorio".
Como a todos los estudiantes, no se le va de la cabeza el examen para ser médica interna residente: "
El MIR da un poco de miedo, ya no solo por los meses de estudio sino por cómo está el tema ahora mismo. Hay 7.000 plazas que salen cada año y 14.000 personas que se presentan, es lo que asusta, es como otra selectividad e implica el doble", ilustra Laura, consciente de que después de la residencia,
toca enfrentarse al mercado laboral: "Al final la residencia es volver a formarte, que no es que de ahí saques trabajo, no es una oposición".
Aún no sabe qué será de ella en tres años, cuando apruebe el MIR, pero sí que tiene algunos planes: "Me gustaría quedarme cerca de casa y
hacer la residencia en un hospital de referencia, quizá en Valencia o Murcia", confiesa.
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