Raúl López, madrileño de 27 años, espera que a la cuarta sea la vencida. El próximo 10 de febrero será uno de los 1.233 sanitarios que se presente al examen de
Farmacéutico Interno Residente (FIR). Este año, hay seis plazas más que en 2017, alcanzando las 245 que tendrán que repartirse los aspirantes. Una plaza para cada cinco candidatos: “No he querido tirar la toalla”, confiesa el estudiante.
“La primera vez que me presenté, me apunté a una academia y me quedé a la mitad”, recuerda Raúl, que probó suerte en 2015. Y es que lo suyo es verdadera vocación: “Decidí que quería sacarme el FIR porque tuve una buena experiencia en el
Hospital de la Paz cuando estuve haciendo las prácticas”. Al joven, le atrajo la posibilidad de tratar a los usuarios en el mismo centro: “Me gustó la forma de acercarnos al paciente en el ámbito hospitalario. Es una buena oportunidad, algo que te abra las puertas a un trabajo en un hospital o en un laboratorio de análisis clínicos”.
Estudiar y trabajar
“Las dos siguientes veces que me presenté, combiné el estudio con el trabajo y no fue muy buena idea. Era mucho sacrificio para pocas plazas -relata Raúl-. Ahora, se presenta menos gente, está a la baja. Quizá porque ven que la especialidad son cuatro años y tampoco te aseguran una plaza, mucha gente prefiere hacer un
máster”.
Sacar tiempo para trabajar es una verdadera hazaña para los aspirantes, que tienen programada cada hora del día: “He trabajado en la oficina de
farmacia para descansar también un poco del estudio. Se puede combinar pero requiere no tener libertad. Trabajaba viernes y festivos, que es cuando se supone que hay que descansar”, explica Raúl, que el año pasado se quedó muy cerca de conseguir una de las plazas.
Nueva estrategia
Raúl López posa delante del Hospital
|
Y eso le dio fuerzas para intentarlo una vez más y probar una nueva estrategia: “Decidí volverme a apuntar a una academia, pero busqué otra porque ahora hay más oferta. Empecé en marzo, con una preparación mucho más larga de la que estamos acostumbrados la gente que nos presentamos al FIR”.
Y parece más confiado: “La forma de prepararlo ahora es más parecida a la de los médicos o enfermeros. Se empieza más pronto y hay muchas preguntas para ir practicando. Van con mucha más calma, al contrario de la otra academia, donde era todo deprisa y corriendo”, lamenta Raúl, que cree la clave para conseguir su plaza está en la “constancia”.
Fijar una rutina
Y para ello, es imprescindible tener siempre una rutina y fijarte tú mismo unos plazos. Y Raúl, esta vez, está concienciado: “Me levanto sobre las ocho, tampoco madrugo mucho. Otras veces desayunaba rápido y me iba a la biblioteca. Esta vez he probado a cambiarlo y estudio en casa”. En total, unas
ocho horas: cuatro por la mañana y cuatro por la tarde. Como una jornada laboral completa, “aunque es difícil que todos los días te cundan igual”, se sincera Raúl.
Las navidades han sido una verdadera carrera de obstáculos para sacar adelante esas horas de estudio: “Han sido lo peor. Cuatro navidades seguidas con el FIR acabas…”. A Raúl no le salen ni las palabras.
Cuando se apuntó a la academia, sólo iba una hora a la semana, pero luego empezó a ir dos días: “Al principio nos hacían un simulacro al mes, luego subieron a dos o tres y, desde octubre, ya fue una vez por semana, generalmente viernes o sábado”, explica Raúl, que no asiste a clases desde septiembre. Todo el tiempo desde entonces lo dedica al estudio y a los
simulacros: “De vez en cuando tienes que parar. Yo salgo a correr a última hora del día para despejarme e intentar cansarme para dormir mejor”. Pese a ello, no consigue descansar mucho. Y menos ahora, cuando quedan apenas días para la prueba.
Recta final
“Ahora el examen está a la vuelta de la esquina y te pasas el día dándole vueltas. Estás cenando y pensando en el FIR”, ilustra Raúl, consciente de que su vida social también está condicionada por la prueba: “Te conviertes en una persona aburrida, sin amigos”, bromea el madrileño, que añade: “Al final siempre estás hablando del examen, a toda horas. Solo puedes hablar de otras cosas con gente que no sepa que te presentas, porque si no, te preguntan y le acabas soltando todo el rollo”, confiesa divertido el estudiante, que este año se ve con más opciones que en las pasadas
convocatorias.
"Si apruebo será alcanzar mi meta profesional y quitarme la espinita", se sincera Raúl, que ya lo ha intentado antes.
|
“Confío en que lo llevo mejor. Esta vez sólo trabajé hasta el verano y le he dedicado más tiempo. También estoy más descansado”, explica el madrileño, que el año pasado se llevó al examen una rama de laurel que le dio una amiga como amuleto. Para esta convocatoria aún no tiene pensado qué, pero algo llevará “seguro”.
Sacar una plaza sería alcanzar un sueño: “Para mí, después de tantos años, sería conseguir mi meta más alta a nivel profesional y saber que durante cuatro años voy a estar formándome de cara al futuro”. Aunque los intentos que lleva en la mochila, pesan: “Igual es una inversión demasiado cara, hay gente que en la primera convocatoria llega y besa el santo. Pero bueno, si apruebo será alcanzar esa meta y
quitarme la espinita”.
Aunque pueda contener afirmaciones, datos o apuntes procedentes de instituciones o profesionales sanitarios, la información contenida en Redacción Médica está editada y elaborada por periodistas. Recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.