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Tras los pasos del ¿próximo Nobel de Medicina español?

El microbiólogo Francis Mojica ha sido clave en el desarrollo de la herramienta CRISPR y por ello está siendo reconocido

Francis Mojica en las instalaciones de la Universidad de Alicante. Foto cedida por la institución.

30 sep 2017. 20.00H
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POR LAURA DÍEZ
El primero que a buen seguro discrepa del titular escogido para este reportaje es el propio Francis Mojica, microbiólogo e investigador de Elche que está cuadrando un 2017 plagado de reconocimientos. Considerado el padre de la herramienta CRISPR (siglas de Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Interespaciadas y cuya técnica desarrollada se denomina CRISPR-Cas9), ha recibido el Premio Fronteras del Conocimiento BBVA de Biomedicina y este verano fue distinguido con el Premio Albany, el considerado más prestigioso de Estados Unidos en el ámbito de la Medicina. En una instructiva charla con LA REVISTA de Redacción Médica explica en qué consiste su trabajo y por qué considera que es fundamental que se cambie el sistema actual de inversiones para que la Ciencia ocupe el lugar que merece.

Este alicantino reconoce que el camino no ha sido fácil para llevar a cabo su trabajo cuando se planteó secuenciar el ADN de unos microorganismos que habitan en salinas solares, aprovechando que tenía las de Santa Pola muy cerca de su residencia en Elche. Se trata de unos microorganismos muy raros que necesitan una altísima concentración de sal para poder crecer, y al investigarlo descubrieron que había unos componentes del genoma muy curiosos, con un patrón de letras que se repetía varias veces, de forma muy peculiar y con una distancia entre una repetición y la siguiente, fija. “La curiosidad nos llevó a saber que era un sistema inmunológico, pero hasta entonces a nadie le interesó. Era muy arriesgado el estudio, pero debía ser atractivo para cualquiera que tenga nociones básicas de Biología Molecular”, defiende.

Simplificando para los no expertos, su hallazgo descubrió que las bacterias –organismos microscópicos formados por una célula- tienen un mecanismo que les permite defenderse frente a unos invasores: los virus, partículas más pequeñas todavía capaces de infectar a dichas bacterias y matarlas. “Lo que fue tremendamente sorprendente es que las bacterias tienen un sistema de inmunidad algo parecido al nuestro. Cuando somos pequeños, a los pocos días de nacer empezamos a desarrollar una cierta inmunidad frente a muchos agentes patógenos que nos infectan y nos quedamos con una memoria en algunos casos durante toda la vida, de manera que cuando nos vuelve la infección, al detectar esos patógenos el cuerpo los reconoce y los destruye. Con las bacterias es parecido, son capaces de recordar infecciones porque se mantiene una memoria del agente que lo ha infectado, y esa inmunidad la heredan los descendientes de esa bacteria. Es un sistema de defensa con memoria. Esto desde el punto de vista biológico fue muy muy muy importante y tuvo muchas repercusiones en biología, adaptación, microbiología, evolución, etc…”, explica con entusiasmo.

El investigador ha invertido muchos años en secuenciar el ADN de los microorganismos de las salinas.


Pero este no es el motivo de sus premios, sino el desarrollo de la herramienta de laboratorio CRISPR que vino después, algo que su grupo de investigación hizo “casi sin saber que se podría sacar provecho de aquello” y que está resultando clave a nivel mundial. De ahí su satisfacción al saber que era uno de los premiados por la Fundación BBVA, y admita que “no creo que me haya emocionado tanto muchas veces”, aunque sea un premio compartido.

Demasiado ruido por el Nobel

Sin embargo, un alto grado de modestia le hace preferir que no se mezcle su nombre con el de Alfred Nobel, una responsabilidad que achaca a los medios de comunicación, que “empezaron a decir ‘cabría la posibilidad de’… y eso, unido a las ganas que hay de Nobel, ha generado un ruido tremendo. No es bueno. Lo es porque genera ilusión, pero no es bueno porque luego va a generar frustración. Si sonara mi nombre, sería un beneficio estupendo. Ahora con todo el ruido que está generando y como lo más normal es que no lo den, va a ser frustrante, la gente se ha hecho muchas ilusiones, muchísimas más de las que pudiera haberme hecho yo en toda mi vida”, confiesa Mojica.

"La Ciencia es tan bonita en sí misma que cuando se explica bien, a todo el mundo le tiene que gustar"


Pese a no querer ni pensarlo, admite que un premio así le cambiaría la vida, una vida que al echar la vista atrás le recuerda que el camino no ha sido fácil, pensando muchas veces en abandonar cuando pedía proyectos que eran denegados hasta en 4 o 5 ocasiones. No se le ocurrió otra cosa que no fuera seguir en la Ciencia, y recurrió a pedir proyectos más pequeños, más aplicados, puesto que “son más fáciles de conseguir los proyectos con una finalidad aplicada que los de finalidad básica. Siempre que he pedido créditos he intentado que fueran de investigación básica y ha sido un desastre, era muy difícil convencer a los que te financian de que era importante invertir en básica así que los pedía de aplicada de vez en cuando y con eso seguía tirando”, comenta.

Persistir pese a las dificultades

En esos años, admite que su entorno le aconsejaba que lo dejara y buscara otra cosa, que estaba perdiendo el tiempo, pero su vocación científica se imponía. También, confiesa, el respaldo que da ser profesor de microbiología en la Universidad de Alicante, que deja la investigación casi en ”un hobby, un derecho, podemos hacerlo pero si no lo haces no pasa nada, vas a seguir cobrando porque estás dando tus clases. Si no investigas te puedes pegar una vida maravillosa para el que no tenga ganas de nada más. Pero los que nos hemos metido en este mundo porque lo que nos gusta, la investigación, das clases, que es un placer, e intentas aprovechar el resto del tiempo para intentar saber un poco más".

Mojica es, como tantos otros en su ámbito, un científico preocupado por cómo se trata la Ciencia en España, avergonzado por lo que se dedica en investigación en comparación el resto de Europa, algo “deplorable y vergonzoso” y por lo que “casi me echo a llorar la última vez que lo vi”, porque estamos bastante por debajo.

Mojica en el acto de entrega del Premio Fronteras del Conocimiento. Foto: Fundación BBVA. 

Pero su reflexión tiene un punto crítico que va más allá, puesto que dice entender a los políticos, porque en el fondo “hacen lo que el pueblo les pide. Si hubiera una presión social, una conciencia social de que la Ciencia es importante, de que hay que apoyarla, porque apoyando la Ciencia se va a curar mi hijo que si no se va a morir cuando llegue a los 10 años porque tiene una enfermedad hereditaria, por ejemplo, de que hay que tomar conciencia de la importancia de la investigación como uno de los factores necesarios del progreso, esto cambiaría. Hay una diferencia muy notable entre el interés que hay en otros países europeos y el que hay en España, y no tenemos una genética tan distinta…”, lamenta.

España, sin demanda social de Ciencia

En su opinión, se trata de una parte cultural, que incluye también que en España no haya divulgación científica o que esté bastante limitada, algo que ocurre porque no hay demanda. Y eso es una pena para alguien que asegura con pasión que “la Ciencia es tan bonita en sí misma que cuando se explica bien, a todo el mundo le tiene que gustar”. Aun así, encuentra un gran peligro en la divulgación, que es el de hacerla mal. Según qué temas se estén tratando, se corre el riesgo de banalizarla, crear falsas expectativas o informar de algo sin que sea exhaustivo, pero en el fondo prevalece el sentimiento de que “cualquier ocasión para hablar de Ciencia está bien”, algo que ocurre en algunos programas de radio o en ejemplos televisivos como El Hormiguero o en Órbita Laika.

"La investigación te tiene que nacer, sentir esa necesidad de buscar donde nadie ha encontrado nada"


De hecho, una de sus prioridades a la hora de invertir los 400.000 euros de dotación del Premio Fronteras del Conocimiento es la divulgación, aunque Mojica lamenta que para ello necesita un tiempo que no tiene. De ahí que baraje confiar en alguien más para dar charlas en institutos, montar algún proyecto, transmitir la pasión por la ciencia a los jóvenes, aunque admite que ser investigador en España no es que sea una profesión hostil, pero sí “es más difícil que en otros sitios”. Asegura que no ha visto “tantas diferencias con los laboratorios que podemos tener aquí”, pero el problema principal es “la falta de ánimo de los jóvenes investigadores, promovida por la falta de garantía de que luego se puedan establecer en ciencia, puedan seguir su carrera. Cuando ves que hay muy pocas posibilidades, eso le quita las ganas a cualquiera. Hay más demanda fuera”, asegura.

Sin embargo, este investigador reconoce que él no da consejos a sus alumnos, puesto que prefiere que cada cual escoja su camino. “Yo no les mando ningún mensaje, creo que cada uno tiene que hacer lo que quiera, lo tengo clarísimo. Es un error muy grande intentar convencer a alguien, forzarle a que haga algo cuando luego va a ser un desgraciado. Eso te frustra mucho. La investigación te tiene que nacer, tienes que sentir esa necesidad de buscar, de intentar encontrar algo donde nadie ha encontrado nada o llegar un poco más allá, y eso te tiene que nacer. Si alguien viene y me dice ‘me gusta esto’, yo le digo ‘¿tú serías capaz de aguantar que fallen 4 de cada 5 experimentos o que no tengas resultados en 3 meses? Si eres capaz, igual sí que vales. Si no, búscate la vida en otro sitio’”, recomienda el científico.
reconocimiento a su constancia
El pasado mes de junio Mojica recibía su Premio Fronteras del Conocimiento junto a Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna por haber desarrollado CRISPR, la técnica de edición genómica eficiente y precisa. El discurso del ilicitano sirvió para advertir de las consecuencias de limitar la financiación de la investigación básica. Mojica destacó que “CRISPR es el resultado de una búsqueda de conocimiento que proporciona instrumentos para retroalimentar el conocimiento. Como efecto secundario, este bucle abre nuevos caminos para abordar, y quizá resolver, cuestiones tan cruciales como el tratamiento y la prevención de enfermedades incurables”, defendió entonces.


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