Al menos 600 personas han perdido la vida y 8.300 son atendidas por sus heridas en las provincias de Ecuador que, el sábado 16 de abril, sufrieron las devastadoras consecuencias de un terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter, en concreto Esmeraldas, Santo Domingo, Manabí, Guayas, Los Ríos y Santa Elena. Se trata de los últimos datos del informe de situación que ha publicado la Secretaría de Gestión del gobierno ecuatoriano, que ha decretado la alerta roja en las zonas afectadas y ha desestimado la alerta de tsunami ante el pánico desatado en la costa noroeste del país de que se produjera.
En este contexto, el país sudamericano se ha convertido en el blanco de organizaciones no gubernamentales (ONG), gobiernos y entidades supranacionales como la Organización Panamericana de la Salud (OPS-OMS) para recibir ayuda urgente a lo largo de las semanas siguientes a la tragedia.
Pero, ¿resulta de veras útil esa avalancha de solidaridad organizada? No se trata de una pregunta irrelevante a tenor del análisis de situación elaborado para LA REVISTA de Redacción Médica por parte de estudiosos del problema e incluso de sanitarios acostumbrados a trabajar sobre el terreno.
Pedro Arcos, docente de la Unidad de Investigación en Emergencia y Desastre (UIED).
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Tal es el caso de Pedro Arcos, docente de la Unidad de Investigación en Emergencia y Desastre (UIED) en Oviedo, la única española que se encarga de esa tarea en colaboración con el Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia) y la Universidad de Lovaina (Suiza) y por ello poseedora de la base de datos de referencia para grandes catástrofes en cualquier parte del mundo.
Desde su punto de vista, terremotos como el de Ecuador dan lugar a una serie de errores repetidos en materia de asistencia logística y sanitaria por parte de muchas entidades “que buscan visibilidad y rentabilidad política” más que preocupación sincera por lo que sucede en el lugar devastado más allá de las dos semanas de producirse. Además, asegura que “hay una clara pulsión al espectáculo y eso es malo porque pone el foco de la ayuda en la respuesta cuando, en esta clase de sucesos, debe ponerse en la prevención; si no, el dinero que se destine al socorro inmediato está mal empleado”.
Las conclusiones de los trabajos coordinados por la UIED corroboran, a priori, las opiniones de Arcos: “Una amplía evidencia científica demuestra que desplazar equipos de inmediato como respuesta al terremoto resulta completamente ineficaz y altamente costoso”, y añade que esta clase de solidaridad en realidad obedece al deseo de “hacerse la foto del avión que sale de Torrejón de Ardoz en Madrid camino del país afectado”.
Para Arcos no cabe duda de que el exceso de ayuda precipitada obedece a una estrategia fallida. Por eso propone que se incida en prevenir el siniestro con inversiones en personal desplazado a los países de riesgo que evalúe su capacidad de resistirlo y anticipe los daños. Y es que se da la paradoja de que un movimiento sísmico del mismo grado de intensidad bien puede provocar daños mínimos en un país preparado como Japón o incalculables en otro sin infraestructuras adecuadas como Haití, Perú, Nepal o el propio Ecuador.
Jesús González, cooperante de Médicos del Mundo.
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Qué se encontrarán los sanitarios en el lugar de los hechos
Una política preventiva en cuya defensa coincide con Arcos el enfermero especializado en Urgencias del Hospital Vélez de Málaga y cooperante de Médicos del Mundo Jesús González, quien subraya el patrón común que sigue la catástrofe ligada al temblor de la tierra: “Se ven con falta de personal los hospitales y la Atención Primaria de los países afectados y ésa es la primera necesidad que debe resolverse tanto a corto como largo plazo”, ratifica. De modo que “no solo se colapsan los servicios de salud al haber muchos heridos sino que, por si fuera poco el problema, su personal sanitario no está disponible”.
Claro que, una vez hace acto de presencia el terremoto, no deja mucho margen para reaccionar sobre la marcha y las necesidades primarias de agua (clave para eludir epidemias de enfermedades infecciosas) y energía eléctrica, junto con la atención psicológica de las víctimas, justifican la ayuda urgente de quien puede prestarla más allá del interés por figurar en los medios.
¿Qué especialistas son los más necesarios?
El terremoto demanda especialistas médicos que se dividen en dos clases en correlación con el avance del tiempo. En una primera fase, la más aguda e inmediata, se precisan psiquiatras y también psicólogos que amortigüen el dolor de las víctimas, a menudo desprovistas de la noche a la mañana de todo cuanto poseen, familiares cercanos incluidos. Y también, para asistir a los supervivientes o a los heridos que se suman con cada réplica del seísmo, hacen falta traumatólogos, intensivistas y cirujanos además de enfermeros y auxiliares. Conforme pasen las semanas, se reclamarán otros profesionales que atiendan las secuelas en función de su naturaleza, caso de los odontólogos e infectólogos.
Infraestructuras por reparar
Otro desafío para los ecuatorianos, a largo plazo, será el derivado de los enormes daños estructurales infligidos por el movimiento sísmico, que incluye, en efecto, la destrucción de centros sanitarios como el Hospital del Instituto de Seguridad Social de Manta, el Miguel Hilario Alcivar de Bahía de Caráquez y el Napoleón Dávila Córdova de Chone, estos dos últimos dependientes del Ministerio de Salud del país, informa Redacción Médica Ecuador.
Ahora se abren, en todo caso, dos frentes para abordar lo sucedido: el del relevo de sanitarios y el de la atención a medio y largo plazo, que incluye la labor de especialistas como traumatólogos y cirujanos para reparar fracturas y traumatismos propios de los derrumbes y de las zonas repletas de escombros; hospitalizar a los pacientes, tratarlos con antibióticos e intervenirlos en quirófanos operativos, además de eludir potenciales epidemias relacionadas con la higiene y, ante todo, el desabastecimiento de agua.
Y a eso han contribuido, en efecto, el gobierno español, Cruz Roja y Médicos Sin Fronteras, cuyo coordinador general en Colombia, Pierre Garrigon, ha confirmado a LA REVISTA de Redacción Médica el operativo desplegado en Ecuador: “Nos hemos centrado en la evaluación de necesidades médicas y de salud mental, abastecimiento, higiene y transporte; hemos confirmado la respuesta médica que hay sobre el terreno y prevemos permanecer al menos las tres o cuatro próximas semanas”, explica.
Preguntado por la razón que explica la rapidez con que se ha desplazado Médicos Sin Frontera, Garrigon aclara que disponen de personal permanente en Tumaco, muy cerca de la frontera con Ecuador, lo que ha posibilitado el desplazamiento inmediato.
Y otro tanto sucede con un organismo de la envergadura de Cruz Roja, que cuenta con presencia ecuatoriana y, además, coordina sus acciones en la región americana desde su oficina permanente de Panamá, donde se concentran decenas de profesionales procedentes de diversas delegaciones de países como Colombia, México, Noruega o España, según ha precisado para este reportaje el responsable de la Unidad de Emergencias de Cruz Roja Española, Íñigo Vila.
“Nosotros no hemos mandado a nadie al terremoto más allá de la delegación que ya está allí desde hace muchos años y que consta, en este momento, de tres personas más una cuarta procedente de Colombia, donde también tenemos delegación. Reforzaremos con más gente nuestra ayuda si vemos que se demanda un perfil sanitario específico”, ha ratificado.
Ildefonso Hermández, presidente saliente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas).
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Para la mayoría de los entrevistados, debe ser el Comité conformado por el gobierno afectado para coordinar la ayuda la referencia a partir de la cual las instituciones y ONG envíen la ayuda que se precisa y no otra que se desperdicie. Y también el que marque el ritmo de las operaciones internacionales posteriores en el tiempo. Pero la intervención sobre la marcha con toda la colaboración posible sigue siendo la tónica habitual ante el desconcierto de los primeros días.
Propagación del zika, dengue y chikungunya
Por lo pronto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido de los posibles brotes de zika, dengue y chikungunya en Ecuador, riesgo más que probable si se repara en que se trata de infecciones cuya vía de transmisión pasa por los depósitos de agua contaminada, como apunta el presidente saliente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), Ildefonso Hernández, quien también insiste en que, sin una labor coordinada por parte de las autoridades ecuatorianas, se corre el riesgo de enviar recursos inservibles para la realidad concreta de la zona.
Llueve sobre mojado
Además, en el caso de Ecuador, “previamente a este suceso tuvo lugar una serie de inundaciones en la provincia de Manabí, provocadas por el huracán ‘El Niño’, que dieron pie al cierre de las vías de acceso al agua potable y a una fractura de la economía familiar que dio al traste con las cosechas”, apunta el presidente de la Asociación de Cooperación Internacional Manabí en España, Luis Padilla, colectivo que coordina el envío de voluntarios al lugar del siniestro en estrecha colaboración con Enfermeras Para el Mundo.
Padilla da así a entender que llueve sobre mojado y alerta de la rapidez con la que enferman los niños en tales circunstancias, pues a menudo beben agua en mal estado con más facilidad que los adultos, y también avisa de una población malnutrida por la falta de recursos.
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