En 2016 y por segundo año consecutivo, la
esperanza de vida en
Estados Unidos cayó, reduciéndose a 78,6 años, aproximadamente diez semanas menos que en 2014. Según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud estadounidense, a pesar de que las personas mayores viven más tiempo, las
muertes entre los jóvenes han aumentado.
El país norteamericano atraviesa una crisis que ya ha sido declarada como
emergencia nacional por
Donald Trump: la tasa de muertes por
opioides sintéticos, como el
fentanilo, ha ascendido al 6,2 por 100.000 en 2016, mientras que en 2013 era de una muerte por cada 100.000 personas. En concreto, unos 63.600 estadounidenses murieron por
sobredosis en 2016.
Al mismo tiempo, en España, los
decomisos de heroína han aumentado en los últimos años y se han detectado puntos de venta en el centro de ciudades como
Madrid y Barcelona. Todo lo anterior ha hecho saltar las alarmas: ¿Está repuntando el consumo de estas sustancias en nuestro país? ¿Volverá la situación vivida en los años 80?
“Las estadísticas dicen que no”, sostiene rotundamente
Francisco de Asís Babín, delegado del Gobierno para el
Plan Nacional sobre Drogas. “Nos fiamos de los datos y de la investigación científica antes que de una amenaza silenciosa”.
LA SITUACIÓN DE EEUU NO ES EXTRAPOLABLE A ESPAÑA
Francisco de Asís Babín, delegado del Gobierno del Plan Nacional sobre Drogas.
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“La crisis de Estados Unidos tiene sus peculiaridades debido a su sistema sanitario. Es un problema serio que no saben bien cómo atacar”, comenta
Néstor Szerman, presidente fundador de la
Sociedad Española de Patología Dual (SEPD). “Hay dos circunstancias clarísimas que diferencian el consumo de opioides en España y en Estados Unidos. La primera tiene que ver con el acceso de los pacientes con
adicciones al sistema sanitario. En nuestro país, aprendida la lección que produjo la
heroína hace 30 años, estamos en condiciones de absorber la demanda sin ningún problema, pero allí no es así”, detalla Babín.
“El otro factor diferencial es que, en nuestro
Sistema Nacional de Salud (SNS), el médico no necesita
fidelizar al paciente. En Estados Unidos, donde el sistema es eminentemente de
aseguramiento privado, el médico fideliza al paciente, entre otras cuestiones, satisfaciendo sus expectativas. Es decir, es mucho más probable que un médico estadounidense consienta recetar algo al paciente que, desde el punto de vista de las buenas prácticas, no sería lo más indicado, a que lo haga un médico del SNS”, añade.
Además, el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas relata que “en Estados Unidos, durante años, ha habido un manejo excesivamente laxo de los
medicamentos opioides y, en el momento en que la Administración se ha empezado a preocupar y a restringir el uso, muchas personas ya habían desarrollado una adicción y, evidentemente, buscan equivalentes en el
mercado negro, ya sea a través de medicamentos desviados a ese mercado o a través de nuevas moléculas sintéticas”. Sin embargo, el
sistema de alerta temprana para la detección de nuevas
sustancias piscoactivas, que funciona en España desde 2012, “pone en evidencia que los
decomisos de fentanilo sintético en nuestro país son muy bajos y absolutamente excepcionales”.
ASÍ ES EL ADICTO A LA HEROÍNA DE HOY
Néstor Szerman detalla que los consumidores actuales de heroína son personas de entre 30 y 50 años, que prefieren fumar la droga para evitar el uso de agujas y, por lo tanto, la aparición de enfermedades víricas e infecciosas. “Salvo adictos muy graves, la gente ha aprendido y no quiere verse estigmatizada por ser un yonqui. En general, los pacientes ya no tienen un perfil tan marginal como en los 80, están más integrados socialmente y el consumo es más controlado”, comenta. El psiquiatra indica que las personas adictas a opiáceos tienen frecuentemente otros problemas mentales, como trastornos afectivos, trastornos del humor y trastorno límite de personalidad, por lo que suelen utilizar estas drogas como ansiolíticos o antidepresivos. Por su parte, Joan Ramón Villalbí, comenta que los adictos más jóvenes proceden de otros países de la Unión Europea, como Italia y Rumanía, sobre todo, y de la extinta URSS, como Ucrania o Georgia.
NO SE CONSUME POR PLACER
Según datos de Estados Unidos revelados por Szerman, uno de cada cinco pacientes que tiene un
trastorno mental también consume algún
opiáceo legal o ilegal. El psiquiatra explica que “son personas más sensibles al
dolor físico y emocional, y que consiguen un efecto analgésico con estas sustancias mayor al de los pacientes que no tienen esta dualidad. Además notan una mejoría del humor y de la ansiedad, de la que a veces no son conscientes, pero que les involucra en un
consumo compulsivo, lo que se conoce como un cuadro de
adicción. Es decir, no consumen por placer, sino porque obtienen una
mejoría en su sufrimiento físico y emocional”.
Néstor Szerman, presidente fundador de la SEPD.
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En España, no hay datos de un
sobreconsumo de opioides legales. De hecho, Szerman anuncia que la
SEPD está planteando elaborar un estudio epidemiológico al respecto. Por su parte,
Joan Ramón Villalbí, presidente de la
Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), señala que “lo que ha pasado en Estados Unidos con los opiáceos prescritos no tiene ninguna equivalencia aquí y ya se están adoptando políticas para que no se reproduzca, mediante medidas como el
seguimiento de la prescripción y los
incentivos a los profesionales”.
En definitiva, “el escenario de aquí
no se parece absolutamente en nada al de allí y es poco previsible que en España se pueda dar una circunstancia como la de Estados Unidos”, afirma Babín. Pero lo hace sin triunfalismo: “
La guardia está muy alta y hay muchos indicadores que nos obligan a estar muy alerta de la evolución que este problema pueda tomar en los próximos años”.
LOS DECOMISOS NO SON UN INDICADOR DE CONSUMO
“Lo que no es un indicador de alarma son las
cantidades de droga decomisadas, aunque normalmente tienda a interpretarse como una señal de consumo”, subraya el delegado del Gobierno. “La prensa asocia constantemente una cosa con la otra, pero es una
relación espuria. España forma parte del
entramado geoestratégico de las rutas de distribución de las drogas. Es decir, a nuestro país llega mucha droga que no es para consumo preferente aquí. En general, el destino de muchas de las partidas que se decomisan no es España. Así que asociar evolución del consumo con evolución de los decomisos es bastante desacertado”, matiza.
Lo que sí son
señales de alerta, según Babín, son los indicadores de atención en Urgencias por reacción aguda a drogas, de mortalidad, de demanda asistencial por consumo de opioides, las encuestas poblacionales de consumo, los atestados de la policía por narcomenudeo… “No se ha detectado
ningún incremento en nada de lo anterior, ningún indicador muestra que haya habido un
repunte del consumo de heroína”, asegura.
Joan Ramón Villalbí, presidente de Sespas.
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Lo que sí se ha detectado es un traslado de las zonas de
menudeo en las grandes ciudades. “Hasta hace poco, esa venta se realizaba en barrios de la periferia, pero ahora se ha movido a zonas más céntricas, como
El Raval en Barcelona y Vallecas en Madrid”, indica Babín. No obstante, comenta que, aunque la aproximación del narcomenudeo al centro de las ciudades cause una percepción a la población de que
algo pasa, “simplemente sucede que quienes se aprovechan de los consumidores se van a donde creen que pueden establecer mejor el negocio”. El delegado del Gobierno recalca que, a pesar de estos movimientos, “no hay indicadores que corroboren que el consumo está aumentando”.
“No tenemos indicios de un repunte importante del uso de heroína ni tampoco del uso de
drogas inyectadas en España”, añade Villalbí. “Nuestra población de usuarios tiene dos componentes. Por un lado, son
supervivientes de la epidemia de heroína de los
años 80. Por otro, son personas que han empezado el consumo y la adicción más tarde y son más
jóvenes. Pero lo que hemos visto en los últimos años es que la edad media de este segundo grupo se va incrementando y, por lo tanto,
no vemos indicios de una epidemia de nuevos usuarios”, señala el presidente de Sespas. “Debemos estar alerta, pero no tenemos, ni de lejos, la situación de emergencia que se está viviendo en Estados Unidos”, concluye Szerman.
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