Tijeras que se quedan en el abdomen tras una intervención, exceso de anestesia que produce estados de coma irreversible, infecciones por una inadecuada asepsia en los quirófanos, amputaciones de miembros por un error en el diagnóstico o directamente equivocarse de paciente al operar. Parece el inicio de la peor trama de terror, pero no es así. Son situaciones reales que se han dado en hospitales españoles. Y es que, si bien es cierto que no dejan de ser casos aislados dentro de un lienzo compuesto por equipos profesionales altamente cualificados, las negligencias son una realidad que representa el mayor de los temores de cualquier sanitario.
Dalila ingresó en Urgencias aquejada de fiebre y fuertes dolores de cabeza, articulaciones, garganta y espalda. En un primer momento, los servicios médicos diagnosticaron a esta mujer de 19 años, además embarazada, una infección en las vías respiratorias. Cuatro días después ingresaba directamente en la UCI aquejada de una neumonía bacteriana que terminaba por derivar en su fallecimiento. Ante la situación generada por este error diagnóstico, los sanitarios optaron por una cesárea para salvar la vida del niño. Sin embargo, la negligencia de una enfermera al suministrarle la alimentación por vía periférica en vez de nasogástrica provocó también su fallecimiento, cerrándose de la peor forma posible este trágico círculo.
21 años en coma por una rinoplastia mal operada
El de Antonio Meño fue uno de los casos más mediáticos relacionados con las negligencias médicas en España. Antonio murió en 2012 tras más de 21 años en coma vegetativo provocado por una rinoplastia que no salió como debía. Pero su historia no fue solo conocida por la gravedad de las consecuencias, sino por la batalla judicial y personal que emprendió su propia familia. Durante un año y medio, los padres de este paciente acamparon junto a su hijo en la madrileña plaza de Jacinto Benavente y no fue hasta 2010 cuando el Supremo decidió reabrir el caso. Este tribunal terminó dándole la razón a la familia Meño y ordenando una indemnización de más de un millón de euros para compensar media vida postrado en una cama y el fallecimiento.
Errores como el de Dalila y su hijo no son ni mucho menos habituales en los hospitales españoles, sino más bien todo lo contrario. Pero tampoco se puede decir que estén libres de ellos. Casos como este y otros tan llamativos como el olvido de material quirúrgico dentro del cuerpo del propio paciente componen el escenario más temido por cualquier profesional sanitario. Y no por las consecuencias judiciales que acarrea para ellos, que las hay y son gravísimas, sino por el irreparable daño que se puede llegar a causar a los pacientes.
Los errores más habituales en Medicina Los casos más comunes de negligencias médicas están relacionados con errores en el diagnóstico (que provocan una mala prescripción médica), con no seguir los protocolos establecidos (afectando a aplicación de los tratamientos) y con las infecciones hospitalarias. No obstante, los más llamativos son los relacionados con errores menos habituales. Precisamente dentro de este grupo se encuentra el caso de Gregorio Galán, de 80 años, que acudió a su hospital de referencia para someterse a una operación de cataratas, pero cuando salió de quirófano había perdido la visión del ojo derecho. ¿Cómo acaba una cirugía tan sencilla en desastre? La oftalmóloga que operó al anciano le puso la lente de otro paciente y la única forma de retirársela era rompiéndola, lo que le provocó un edema ocular, hemorragias y heridas irreversibles en la córnea.
Por otro lado, aunque menos comunes, también están los olvidos de instrumental quirúrgico (sobre todo vendas o algodones, pero también agujas, pinzas e incluso tijeras) dentro del cuerpo del paciente tras una operación. Esto es precisamente lo que le pasó en 2011 a un vecino de Gran Canaria que, aquejado de un fuerte dolor abdominal, descubrió que el cirujano que le había intervenido dejó en su interior dos pinzas quirúrgicas. Este error médico provocó al paciente una perforación con desgarro en el bazo y una pérdida masiva de sangre.
Llegados a este punto, cabe formularse las siguientes preguntas: ¿por qué a pesar de la excelencia de la sanidad española y del buen funcionamiento que impera, aún se producen negligencias médicas? ¿Qué factores entran en juego para que el facultativo se confunda en la operación o se deje material sanitario en el interior del paciente? Y lo más importante, ¿qué se debe hacer para acabar con ellos?
El ‘check-list’ quirúrgico como aliado
Cometer una negligencia en Medicina no depende de una sola circunstancia, sino que en la atención al paciente entran en juego varios factores clave como la gestión o la coordinación intrahospitalaria que, de no ser cubiertos de forma correcta, pueden conllevar desastrosas consecuencias.
“Las especialidades donde más se producen errores son aquellas donde interviene con mayor frecuencia la cirugía”, explica Manuel Vilches, director médico del Hospital Nisa Pardo Aravaca y director general del Instituto para el Desarrollo y la Integridad de la Sanidad (IDIS).
Manuel Vilches, director general del IDIS.
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A la hora de intentar evitar la negligencia en el quirófano, un elemento destaca por encima del resto: el ‘check-list’ quirúrgico, una suerte de ‘lista’ de todos los pasos que se deben seguir para un correcto desarrollo de las intervenciones o, tal y como resume Vilches, “un protocolo de actuación impulsado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para asegurar las cirugías”. El ‘check-list’, que se comenzó a utilizar en España en 2010, se encarga verificar de forma sistemática parámetros entre los que se encuentran la identidad del paciente, así como sus posibles alergias y el tipo de cirugía al que va a someterse o si el quirófano cuenta con todo el instrumental necesario para llevarla a cabo. Los buenos resultados alcanzados por este sistema han favorecido una acogida positiva, según refleja el último informe RESA de calidad y seguridad del paciente del IDIS. Tanto es así, que más del 85 por ciento de los hospitales españoles ya disponen del protocolo de cirugía segura y un 13,1 por ciento se encuentra en proceso de implantación.
¿Unos errores que se pagan en los tribunales?
Un dato muestra la dificultad que entraña una demanda por negligencia médica: más del 60 por ciento se quedan en el camino. La falta de medios económicos o la prescripción de los casos son las principales razones que echan para atrás a los afectados para llevar ante la Justicia su situación.
El jurista Carlos Sardinero.
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El 40 por ciento restante sí que se recurre, bien sea por la vía civil para las negligencias médicas en la sanidad privada o por la contencioso-administrativa para las cometidas en la pública, explica el jurista especializado en este campo Carlos Sardinero. En cuanto a la penal, los pacientes solo acuden a esta última vía cuando las consecuencias de las negligencias son graves, como lesiones irreversibles o incluso la muerte, independientemente de dónde se hayan cometido. En este caso, el médico se enfrenta a penas de cárcel de entre tres meses a tres años por lesiones, o de uno a seis años de prisión en caso de homicidio imprudente, penas acompañadas, además, por un periodo de inhabilitación profesional, afirma Sardinero.
“La justicia española entiende que los errores médicos no son intencionados, por lo que se le ajusticia más por la vía civil y contencioso-administrativo que por la penal”, explica María Antonia Moral, presidenta de la Asociación de Víctimas de Negligencias Médicas (Avinesa),quien ha vivido las negligencias en su propio entorno familiar. Hace tan solo un par de años, Moral perdió a su hermana, que falleció por una mala intervención quirúrgica de riñón para tratar las piedras que padecía. Tras esto, María Antonia Moral decidió liderar Avinesa, entidad con la que ofrece asesoría legal a otros afectados.
En definitiva, a pesar de la excelente formación del profesional sanitario y de los materiales de alta calidad que utiliza dentro de los hospitales, el médico también es humano y puede incurrir en un caso de negligencia. No obstante, en España no están generalizadas ni, en ningún caso, constituyen un problema de salud pública, gracias al reforzado sistema sanitario y a la capacidad de mejora y de superación que tiene.
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