La Revista

La feliz Navidad sanitaria y solidaria que se celebra donde más se necesita

Se acercan las navidades y algunos médicos escogen pasar su tiempo libre trabajando para ayudar lejos de casa

Xavi Casero en uno de sus viajes humanitarios. Imagen de Anna Surinyach/MSF.

17 dic 2016. 20.00H
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POR LAURA DÍEZ
El carácter ya de por sí altruista de la profesión médica también tiene niveles. Partiendo de la base de que la vocación mueve a facilitar la vida a los demás y poder sanar aquello que perturba la existencia, hay quien sube algún escalón más para dedicar sus periodos vacacionales a viajar donde se les puede necesitar más que aquí. Semana Santa, verano… y también Navidad. Son periodos propicios para que médicos de cualquier especialidad decidan desplazarse a otros países para formar parte de proyectos humanitarios que tienen la salud como su centro.

Es el caso de Almudena Nuño, dermatóloga del Hospital Universitario La Paz, que tras descubrir un programa en Etiopía que llevaba a cabo la Fundación Pablo Horstmann se ha involucrado en uno nuevo, esta vez de la mano de la asociación VIhDA, que trabaja, entre otros proyectos, formando a los médicos locales en Kenia, donde solo hay tres dermatólogos que trabajen en la sanidad pública. Se ha desplazado, ha visto las necesidades que existen, ayudado a formar sobre cómo diagnosticar de forma fácil las patologías más frecuentes y planificado qué tratamientos se pueden prescribir en función de la medicación a la que tienen acceso. Como dos semanas de su tiempo se han quedado cortas, ya tiene planificado darle continuidad al proyecto en una nueva visita en Semana Santa (también en sus vacaciones).

Almudena Nuño en uno de sus desplazamientos solidarios como dermatóloga. 


“Me enteré de estos proyectos a través de otros médicos que habían colaborado ya con ellos. Siempre he tenido ganas de colaborar, me gusta ayudar, y también te da un nivel de satisfacción que hace que merezca la pena. Utilizo mis vacaciones porque quiero, lo hago encantada y no me supone un sacrificio. Allí a veces tienes condiciones duras, sin agua corriente ni las comodidades que tenemos aquí y de las que no somos conscientes hasta que no te ves allí. Pero te da mucho, muchas satisfacciones y además te ordena la cabeza con lo que es realmente importante”, confiesa a LA REVISTA de Redacción Médica.

Sin comodidades 
                                                          
Nuño explica que la ONG le paga el billete, pero que ella prefiere donarles ese dinero porque se pueden hacer muchas cosas con él, de manera que prefiere que ellos lo gestionen. Las organizaciones les facilitan alojamiento austero pero cómodo en un lugar cercano a la clínica u hospital donde trabajan, y personal local les cocina. “No son grandes lujos pero estamos bien atendidos, no pasas hambre ni frío, conoces a gente con ánimo de ayudar y el ambiente es bastante bueno. Se lleva bien, a mí es algo que me gusta”, admite.

La dermatóloga de La Paz se refiere al proyecto que está llevando a cabo VIhDA en el condado de Maragua, unos 90 kilómetros al norte de Nairobi, capital keniata. Allí la Dermatología estaba hasta mezclada con patología pulmonar. “No mata, pero sí da mucha morbilidad. A veces crea mucho estigma  y son enfermedades que pueden tener fácil solución”, dice aludiendo especialmente a la población albina, muy golpeada por los problemas de la piel en el continente africano. “Nos encontramos con que a la mayoría no les había visto un dermatólogo nunca, muchos tenían tumores, casi la mitad, y muchos de ellos no se habían operado por problemas económicos. Además de programar las intervenciones, que se hará en mi próxima visita, intentaremos que tengan un mejor acceso a la sanidad pública, que les sepan tratar su patología y hacer un seguimiento, formar a los médicos, etc. Todo lo que se puede hacer en dos semanas, que no es mucho", se lamenta. 

Son pocos, consumen todas sus vacaciones y sufren situaciones muy duras, pero su satisfacción les reconforta


Más curtido en el terreno por sus años de experiencia está Xavi Casero, pediatra del Hospital General de Valencia que desde 2002 ha cooperado con Médicos Sin Fronteras (MSF) en misiones en Kenia, Etiopía, Níger, Angola, República Democrática del Congo, Liberia, Haití o Nigeria. Sus últimos desplazamientos han sido en un campo de refugiados en Sudán del Sur y en el Dignity, el buque de salvamento que este verano ayudó a los que intentaban llegar a Europa por el mar.

Todas sus vacaciones

Casero forma parte del equipo de emergencias que acude a catástrofes, conflictos bélicos, epidemias o hambrunas, todo tipo de situaciones de estrés que hacen que su estancia sobre el terreno no supere el mes y medio. Lo organiza a principios de año, avisando a la ONG de a partir de cuándo pueden contar con él, y es entonces cuando pueden llamarle en cualquier momento por una emergencia. En ese momento, agrupa todas sus vacaciones y días libres y los dedica a desplazarse allí donde sea necesario. No le queda más tiempo el resto del año, y además cuenta con un inconveniente: durante ese periodo, figura como receptor de sueldo por parte de dos entidades distintas (su hospital y la ONG), con los problemas que eso supone a la hora de las declaraciones de renta.

Momento de intervención del Dignity 1 donde participó Xavi Casero. 


Sin embargo, admite que en el hospital no ha tenido ningún problema cuando por motivos de cooperación ha necesitado incluso un mes y medio de vacaciones, más del periodo devengado. “Antes renunciaba al contrato cuando me iba y buscaba trabajo de nuevo al volver, pues eran estancias más largas. Ahora prefiero mantener mi contrato y utilizar mis vacaciones. Cuando la emergencia del ébola en 2014, al volver tuve que estar en cuarentena, lo que suponía otros 20 días sin trabajar. Al final te hacen el favor cuando saben por lo que es”, explica.

"Llevo varias misiones diciendo que ésta es la última, pero te llaman porque se está ahogando gente y ¿cómo voy a decirles que no?"


Casero confiesa que si lo mira desde el punto de vista económico y del descanso laboral “es un mal negocio”, pero lo hace a gusto, aunque admite que nunca ha conocido el concepto de vacaciones por placer. Antes de ser médico ya colaboraba en proyectos de voluntariado y cooperación, y alcanzó su sueño de trabajar con MSF cuando rondaba la treintena. Después de 14 años asegura que hace varias misiones que ha dicho que ésa es la última, porque también “te cansas y lo pasas mal cuando estás allí. Pero ves que la gente se está ahogando en el Mediterráneo y te llaman para ir a rescatarlos y ¿cómo vas a decir que no? Hay una epidemia de ébola y ¿cómo dices que no va? Tienes tu corazoncito”, defiende.

Su decisión no es única, pero sí muy escasa. Es el único en su hospital  y en Valencia apenas llegan a 5 los médicos que colaboran de esta manera, aunque a él le parecen muy respetables todas las opciones. “MSF trabaja en países en conflicto y hay problemas gordos, de seguridad, de enfermedades, de accidentes, secuestros… Yo no recomiendo nada, es una opción de cada uno”, declara. Personalmente, sí está satisfecho con todo el trabajo que ha hecho en el Tercer Mundo y la cooperación. “Las recompensas que yo he tenido, a nivel profesional y personal, en España me resulta muy difícil encontrarlas o prácticamente imposible. Estoy contentísimo de haberlo hecho, pero sí que creo que es una etapa de mi vida que ya pasó y ahora queda como una ayuda puntual cuando es necesario”, sentencia Casero. 

Ambos son dos ejemplos de cómo, más allá de su trabajo, se dedican a velar por la salud de quienes más lo necesitan, ya sea ejerciendo su especialidad o dedicándose a cuestiones más generales. En todo caso, ambos coinciden en la satisfacción por su labor y el agradecimiento de la gente a quien mejoran la vida. 
pocos recursos


Paradójicamente, en Médicos Sin Fronteras lo que más hace falta son médicos, ya que cuentan con profesionales de otros sectores pero los facultativos son los que más escasean. Se trata de una responsabilidad compartida por las personas y por las condiciones laborales. La ONG tiene como requisitos que las primeras salidas sean de un mínimo de 6 meses y que la persona tenga experiencia de varios años en España –lo que supone haber hecho ya la especialidad-, un nivel medio-alto de idiomas y formación en medicina tropical. “Para cuando los reúnes, tienes 28 o 30 años y buscas estabilizarte a nivel personal o profesional. Pero hay que pensar que para desplazarse tienen que ser gente preparada y responsable, luego la gente allí se muere”, dice Casero.
Quizás si hubiera facilidades como la reserva de la plaza en el centro sanitario, o se desgravasen por la cooperación, o se dieran facilidades para no consumir las vacaciones, se reclutaría a más gente. También esa primera larga estancia puede disuadir, pero como explica Nuño, hay muchos proyectos más concretos y de menos duración que pueden ser el trampolín para otros mayores. “A mí me costó encontrar un proyecto que se adecuara a lo mío, pero pese a todo, el agradecimiento de la gente es de las cosas más bonitas. Aunque es duro, lo recomiendo”, sentencia. 


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