El pasado 29 de febrero, Grifols hacía públicos sus resultados anuales, en los que los datos positivos se sucedían uno tras otro: 532 millones de euros de beneficio neto, aumento del 17 por ciento en el apartado de ingresos y mejoras en todas sus divisiones. Ateniéndose exclusivamente a la dictadura de los números, las cosas marchan bien para la compañía dedicada a la producción de hemoderivados, única del sector sanitario con presencia en el Ibex 35. Sin embargo, detrás de ellos hay una serie de movimientos, operaciones y ‘reveses’ que dejan entrever la posibilidad de que la perfecta imagen que el gigante catalán intenta proyectar no sea más que una brillante fachada tras la que se oculta una realidad mucho menos idílica.
Una de las principales máximas empresariales es la consistente en tratar que toda la información relacionada con la actividad realizada que salga a la luz pública sea positiva. Contrariamente a lo que se espera de una compañía de su dimensión, los últimos meses no han resultado ni mucho menos tranquilos en el seno de Grifols, que se ha visto ‘en el ojo del huracán’ muchas más veces de las que le habría gustado. La última de ellas se ha producido esta misma semana, con el anuncio de que solo el 18 por ciento de sus inversiones se realizarán en España, dejando además en un 'pudo ser pero no fue' la posibilidad de abrir una nueva planta de fraccionamiento de plasma en Barcelona para decantarse finalmente por hacerlo en Clayton (Carolina del Norte, EEUU).
El independentista que prefiere emigrar
Hablar de Víctor Grifols, aún presidente y consejero delegado del grupo, es hacerlo de un hombre que nunca ha ocultado su postura favorable al proceso de independencia en Cataluña. De sobra conocido es su “¡aguante, presidente!” al anterior dirigente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas. No obstante, postura política no le ha impedido decantarse por Carolina del Norte en vez de por Paréts del Vallés (Barcelona) a la hora de construir su nueva planta. En este caso sentimiento y negocio parecen no caminar de la mano.
El anuncio de esta decisión, que podría tildarse de sorprendente e incluso discutible desde un punto de vista ético-político, sobre todo teniendo en cuenta el catalanismo confeso del presidente de la compañía, no es más que la punta de un iceberg que tuvo su comienzo el pasado 30 de abril. Fue entonces cuando la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) anunciaba la apertura de un expediente sancionador a Grifols por no notificarle una compra por valor de 1.240 millones de euros que, además, le sirvió para hacerse con el dominio del mercado español de activos de diagnósticos de transmisiones sanguíneas. Finalmente el proceso se saldó con una 'micromulta' de 106.000 euros, pero el pistoletazo de salida a un maratón lleno de tropiezos y caídas ya estaba dado.
La CNMC no ha sido el único organismo oficial que ha puesto bajo su lupa a la empresa catalana durante el último año. De hecho, y según publicó el diario El País el primer día de este mes, hasta cuatro países han iniciado investigaciones relacionadas con su actividad en materia fiscal. En concreto, España, Estados Unidos, Alemania e Italia han puesto en marcha sendos procesos de detección de posibles irregularidades, relacionadas principalmente con aspectos muy concretos: impuestos de sociedades y retenciones practicadas a los empleados.
Una 'sospechosa' mudanza
La sombra de la duda en lo relativo a los esfuerzos persigue a la entidad comandada por Víctor Grifols, y a ello ha contribuido de una forma notabilísima una decisión que cristalizaba el pasado 22 de octubre. Ese día se inauguraba una nueva planta de distribución logística a nivel mundial en Dublín a la vez que se realizaba el anuncio de que la capital irlandesa acogería también su centro de operaciones y de I+D. ¿El motivo de la decisión? La versión más extendida apunta a las enormes diferencias fiscales de la nueva ubicación, donde el impuesto de sociedades es del 12,5 por ciento, respecto al 30 por ciento fijado en España. La justificación de la decisión aportada por el vicepresidente Alfredo Arroyo, consistente en un escueto "Grifols es una compañía global y ubica sus operaciones donde más le conviene a sus negocios", no han ayudado precisamente a escapar de la sensación de que tras este movimiento hay un intento por encontrar un entorno más ‘económicamente cómodo’ para el desarrollo de su actividad.
Controvertidos movimientos empresariales
Si el mes de marzo está siendo el de las dudas sobre su actividad fiscal, el pasado diciembre estuvo marcado por dos movimientos dentro de la multinacional, concretamente en su ámbito financiero y su organigrama. Los dos fueron anunciados mediante sendos comunicados oficiales y ni una explicación más, dejando en ambos casos una muestra del por qué de los malos resultados obtenidos en el último Informe Reporta, que mide la calidad de la información pública de las entidades con cotización en bolsa y para quien su calificación (29,7 puntos) resulta “muy decepcionante para una compañía de su dimensión”.
Víctor Grifols, en el centro, posa junto a sus sucesores, Víctor Grifols Deu y Raimon Grifols.
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El primero de los dos comunicados, realizado el 3 de diciembre, fue el más sorprendente. En él se anunciaba la realización de un ‘split’ o desdoblamiento de las acciones que se hizo efectivo el 4 de enero de este año y a través del cual el accionariado ha visto multiplicado por dos su número de participaciones, que han pasado a tener la mitad de su valor inicial. Es decir, que por el mismo valor se acumulan el doble de acciones.
Llegados a este punto cabe formularse la siguiente pregunta: si realmente no afecta a los accionistas que ya se tienen, ¿para qué sirve esta suerte de mitosis? Según los analistas, la estrategia responde a un doble objetivo, consistente en ganar liquidez y acercarse a aquellos inversores minoritarios que, pese a sentirse atraídos por estos valores, renunciaba a ellos por su elevado precio en lo que en realidad es más una acción de efecto psicológico que otra cosa. La jugada, que Bankinter calificó de precipitada, se saldó con una aciaga primera semana en bolsa en el que el desdoblamiento de las acciones provocó una caída del 1,28 por ciento y la degradación a la categoría ‘underweight’ por parte del reputado banco de inversiones Morgan Stanley.
Para encontrar el segundo ‘punto caliente’ de la empresa catalana durante el último mes de 2015 hay que adelantarse en el calendario hasta el día 14, momento en que se hizo oficial el plan de sucesión que se realizará progresivamente hasta estar completado en 2017. A tenor de lo aprobado, Víctor Grifols dará un paso atrás para ocupar el puesto de presidente no ejecutivo (con presencia en el Consejo de Administración, eso sí) delegando la labor que hasta ahora ha ido desarrollando en su hijo, Víctor Grifols Deu, y su hermano Raimon. A pesar de intentar venderse como una transición previsible y tranquila, no pocos han sido los sorprendidos por una decisión de este calibre cuando se tienen tantos frentes abiertos.
Solamente echando la vista atrás a lo sucedido durante el último año y la lista de contratiempos que han azotado a Grifols es larga, a pesar de no incluir aspectos como los efectos de la deriva negativa que las bolsas de todo el mundo han tomado en los últimos meses por la caída del gigante chino. Demasiados como para creerse la imagen, casi imperial, que el grupo intenta transmitir a la opinión pública. La balsa de aceite da muestras de no ser tal.
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