Puntos de reunión, lugares de tertulia, espacios para charlar y tomarse un café con los pares y tener conversaciones de elevado nivel intelectual… De esta manera se conformaron los orígenes de las reales academias, organizaciones centenarias que para muchos suponen los principales órganos de expresión de las ciencias en España, entre ellas las de Medicina y la de Farmacia, ambas con orígenes que datan del siglo XVIII y en los que obró la mano de Felipe V, el ‘animoso’.
Pero los más de 250 años que han transcurrido desde su creación le han pasado factura a estas instituciones, tan centenarias como necesitadas de un lavado de cara para afrontar el siglo XXI como organizaciones científicas que le puedan aportar valor a la sociedad, y no como 'cementerios de elefantes' o 'clubes privados', como las han llegado a catalogar algunos de sus propios miembros.
“Las academias tienen unos reglamentos que hacen que unos profesionales lleguen y se queden ahí. También son cementerios de elefantes las academias de la lengua”, replica Julio Mayol, director médico del Hospital Clínico de Madrid y académico correspondiente de la Real Academia de Medicina. “Es un prestigio que se adquiere a lo largo de años que permite acceder, por aceptación de tus pares, a un determinado sillón, y si no te mueres o renuncias estás ahí”.
Academias que nacen...
Aunque es cierto que hay academias de ciencias de salud con siglos de historia a sus espaldas, también las hay recién nacidas. Este es el caso de Academia de Psicología de España, que nació hace un año y hará la puesta de largo en unas semanas, tal y como indica su presidente, Helio Carpintero. “Es un proyecto que hemos acariciado tanto psicólogos, como profesores o investigadores de la Psicología”, explica Carpintero a este medio. “El objetivo es tener en el marco social una voz autorizada para hablar, defender y promover cuestiones que tienen que ver con un determinado campo de la ciencia o investigación, en este caso, la Psicología”.
Carpintero indica que ‘su’ academia viene también a responder a una reclamación del colectivo, “para una ciencia muy reciente que ha crecido muy deprisa y que está presente en 30 universidades, con más de 10.000 personas haciendo investigación, y que ejercen unos 60.000 profesionales”, cuyos colegios han tenido un “papel muy destacado” en que la iniciativa saliera adelante. Asimismo, adelanta que la academia “aspirará fundamentalmente a estar on-line, que es donde está el mundo de las ideas y lo científico. Ahí llevaremos contenidos que interesen a los psicólogos, a la sociedad española y a países foráneos. Y es que no queremos quedarnos encerrados detrás de los Pirineos”.
Con todo, “no creo que este sea el problema”, objeta. “El problema fundamental es cómo adaptar la misión de las reales academias a un mundo cambiante como este. En siglos pasados eran foros científicos de primera magnitud, una red social de un grupo muy reducido que tenía el conocimiento. Pero ese mundo ya no existe, aunque el objetivo está más vigente que antes. Es verdad que ha aumentado la capacidad de difusión del conocimiento. El problema es: ¿De quién se fía la sociedad para entender lo que existe? Ahí es donde la academia juega un papel muy superior a cualquier otro tipo de organización”.
Sin embargo, estas instituciones carecen de la inmersión social necesaria, desde el punto de vista de Eduardo Mariño, catedrático de Farmacia Galénica y miembro de la Real Academia Nacional de Farmacia así como de otras como la Academia Iberoamericana de esta disciplina y sus homólogas en países como Argentina y Paraguay. De hecho, considera que la aportación social de las instituciones es “más bien limitada. Teniendo en cuenta que es un sitio en el que se debería encontrar a las personas más relevantes de distintos ámbitos profesionales, cosa que no es del todo cierta, podría aportar mucho más dando su punto de vista en temas que son de actualidad y relacionadas con la salud”.
¿Cuál es la causa? “No sé, la propia inercia de las academias. La Universidad se mueve en una dirección parecida, de no aportar todo lo que debería”, opina. Con todo, Mariño carga particularmente contra “los sistemas de ingreso en las academias, que están contaminados por los conceptos de amigos y de conocidos”. De hecho, denuncia que “hay gente que falta en las academias, que tienen mayores méritos que otros que están por cuestiones muy diferentes a los principios de igualdad, capacidad y mérito”.
Fuera amiguismos
Por ello, considera que parte de la reforma que tienen que sufrir estas instituciones tiene que ser una reestructuración del “paso previo” a aceptar un nuevo miembro, una criba en cuanto a los méritos que deben hacer los académicos, de manera que los que se encuentran en las academias sean, de verdad, las personas más relevantes de cada ámbito, con el compromiso de que les interese estar en esta estructura para llevar a cabo una actividad positiva. No en plan: soy académico y ahí me quedé”.
Por su parte, Mayol insiste en que las reales academias del siglo XXI pasan por “adaptar la manera en la que se relacionan con la sociedad. Debe ser aquel sitio donde la sociedad recibe la validación de los conocimientos científicos sobre la ciencia médica, si hay validez científica, si son sólidas. Y responder de manera ágil a las crisis que se producen de manera ya habitual en nuestros países y sociedades con enfermedades emergentes”.
¿Pero acaso esta función no la representan ya las sociedades científicas? “No pueden llegar a este punto, puesto que no representan el ‘traductor’ para la sociedad. No pueden tener una visión tan global, sino de una especialidad concreta”, concreta Mayol.
De esta manera, propone las academias como “órganos de consulta y de asesoramiento de la gobernanza del país, de los sistemas sanitarios… de las Administraciones Públicas y de la sociedad civil en general. Lo cierto es que esto, a día de hoy, no se hace. Ahí hay muchos factores que influyen, y son la propia administración y el funcionamiento de las reales academias. No son tan rápidas y ágiles como desearían”.
“Todo está relacionado con la inmersión social, con relacionarse con las sociedades científicas, y convertirse en un nodo de comunicación entre ellas, intentando limar conflictos que surgen entre ellas por diferencias de opinión que suponen conflictos de interés. Pero esto solo desde el punto de vista científico, no profesional”, precisa Mayol.
Mariño se muestra de acuerdo con esta perspectiva, y ataca a la falta de armonización institucional: “Somos todavía en muchas cosas país de ‘Viriatos’: cada uno hace la guerra por su cuenta. No hay una buena coordinación, a ningún nivel. Ni siquiera dentro de la propia academia”.
Asimismo, el catedrático de la Universidad de Barcelona, defiende el valor que deben tener las academias también en el seno de la formación superior y universitaria. “Deberían dar informes previos a los planes de estudio y demás que, aunque no sean vinculantes, deben ser difundidos y publicados, porque a veces hay cierto divorcio entre lo que marcan las necesidades de la sociedad y lo que finalmente deciden las universidades”.
... Y otras en proyecto
Llamativo es que el colectivo enfermero no tenga aún su propia academia nacional y que cuente solo con algunas de rango autonómico, como las de País Vasco o Galicia. "La tenemos en proyecto", apunta José Luis Cobos, del Consejo General de Enfermería, quien precisa que por lo pronto está en fase de "diseño de la estructura" y que no hay fecha para la aprobación correspondiente del Ministerio de Educación. Eso sí: tiene la ambición de que, desde el principio, tenga categoría de "real".
Asimismo afirma que no caerán en los pecados de sus ‘homólogas’. “La idea no es que nuestra academia sea una especie de club privado, sino que sirva como el principal repositorio científico de la profesión, con sus más importantes cabezas pensantes”, abierto y accesible para la sociedad civil.
En parte, esta renovación está en marcha, al menos en el terreno farmacéutico. La Real Academia Nacional de Farmacia ha hecho un profundo lavado de cara a su imagen digital, según ha contado a LA REVISTA de Redacción Médica su presidente Mariano Esteban. "Queremos trabajar de cara a la sociedad, y trabajar sobre todo en el ámbito de la divulgación, con informes, asesoramiento y colaboración con la clase política y los sectores público y privado". Puntualiza: "queremos diálogo permanente también con los médicos, con el Consejo General de Farmacéuticos y con los colegios oficiales. En definitiva: queremos que los farmacéuticos se sientan representados y que se hagan socios de la academia".
Con todo, para que ello ocurra, antes habrá que desterrar viejos vicios. Desterrar el 'colegueo' en la introducción de miembros y poner estas instituciones de cara a la sociedad va a ser fundamental para ello, así como aumentar la conexión con las administraciones públicas y hacerse valer como asesores de estrategias sanitarias. Dura tarea les queda por delante. Por suerte, dado que el siglo XXI no ha hecho más que comenzar, tiempo tienen para ponerse al día.
Mariano Esteban, en la sede de la Real Academia Nacional de Farmacia.
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