La diferencia entre acceder a un
grado de Medicina en la
Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y la
Universidad de Lleida (UdL) este año es tan solo de ocho décimas. Una cifra que parece mínima, pero que para muchos estudiantes significa el todo o el nada a la hora de estudiar la carrera con la que sueñan desde hace años. Todos son estudiantes sobresalientes, con más de un doce de media en selectividad, pero aun así esa calificación parece discriminatoria para acceder a una universidad u otra.
Madrid y
Lleida son la cara y la cruz en la prueba de acceso a la universidad de este curos. Una, la capital donde se sitúan varias universidades entre las que se encuentra la
Autónoma con una nota de acceso de 13,11 puntos; la otra Lleida, al oeste de
Cataluña, con 12,305 de nota media y “donde muchos alumnos de toda
España terminan por ser la nota más baja”.
La
Universidad de Lleida lleva repitiendo varios años como la
‘colista’ de esta clasificación de notas de acceso al grado en
Medicina. Este año vuelve a ser así, y los alumnos que cursan selectividad lo saben. “Mi nota en selectividad fue de
12,309, sabía que sería insuficiente para entrar en cualquiera universidad de Madrid, pero no en la de
Lleida”, afirma
German, que este año acaba de terminar su segundo año de Medicina en dicho centro. Ahora se cumple dos años desde que miró en el mapa para situar Lleida, cogió el
AVE y se plantó en esta ciudad catalana para cursar la carrera con la que siempre
había soñado.
Muchos siguieron el mismo camino que German. Al igual que él,
Laura Sánchez se trasladó desde
Benidorm a Lleida cuando en octubre de 2015, en la última adjudicación, accedió al campus de Lleida. Ahora es la presidenta del
Consejo de Estudiantes de Medicina de Lleida.
DE ALICANTE A LA PRESIDENCIA
“No hay apenas representación estudiantil. Sí que hay delegados en cada curso y por asignaturas, pero no se comprometen a luchar por cambiar las cosas. Así que nos metimos dos amigos y yo a formar parte de la comisión ejecutiva con la intención de realizar más charlas y eventos en los que se complementara la educación y fuera algo más divertida”, cuenta Laura al ser preguntada por los motivos que la movieron a optar a la presidencia del Consejo de Estudiantes de Medicina de la UdL.
Esta estudiante reconoce que muchos alumnos de Medicina “llegan de rebote” a la universidad de Lleida, con la intención de pedir el traslado a otra universidad al año siguiente. Sin embargo, asegura que muchos cambian rápidamente de opinión cuando conocen la ciudad. “Llegan desde Andalucía, Extremadura, y otros puntos de España por ser la universidad con la nota de acceso más baja y casi todos terminan quedándose. Aunque el catalán pueda ser un hándicap al principio, luego ese es el menor de los problemas”, cuenta
Precisamente el catalán puede ser una explicación objetiva de por qué las universidades de Cataluña tienen la nota de acceso más ‘accesible’. “Muchas clases son en catalán, pero no todas. Hay apuntes de otros años en castellano”, asegura.
Esta alumna “sobresaliente” no duda de presumir de su universidad. “El campus de Lleida tiene muchas virtudes. Por ejemplo, en Medicina empezamos a realizar prácticas al segundo año de carrera, algo que luego nos ayuda y nos prepara para nuestra formación MIR”. Aunque explica que “el precio del crédito, en comparación con toda España, es uno de los más altos, por lo que puede disuadir a muchos a trasladarse a Cataluña”.
Como Laura,
Asier Blanco soñaba con ser médico para “ayudar a las personas cuando más vulnerables están y cuando más lo necesitan”. Ahora, empieza su quinto año en la universidad que “más garantías le ofrecía”. Su nota media fue de 13,65, lo que le permitió acceder al grado en Medicina en la Autónoma, tras haber completado en la misma universidad la carrera de
Enfermería.
“Primero hice
Enfermería porque tras el bachillerato mi nota no era lo suficientemente alta como para entrar en
Medicina, por lo que tuve que acceder más tarde y hacer selectividad de nuevo y pude al fin, hacer mi sueño realidad, entrar en Medicina y elegir la facultad que más requisitos cumplía, la
UAM”, relata orgulloso Blanco.
Asier Blanco posa en una fotografía realizada durante su estancia MIR.
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Cuando se le pregunta por las razones que le llevaron a elegir la Autónoma y no otra universidad, no se lo piensa dos veces: “Está en Madrid que es dónde vivo y trabajo. Tiene un
plan de estudios moderno y muy completo, muy enfocado al
MIR en sus asignaturas (divididas en especialidades) y con hospitales muy potentes en sus Unidades Docentes, y porque pensé que si iba a una facultad más exigente y
"dura" conseguiría una rutina y recompensa proporcional al esfuerzo, a veces me arrepiento (risas)”.
Como Asier hace cinco años, hoy
Alba se prepara para iniciar sus estudios de
Medicina en la UAM el próximo mes de septiembre,
tras lograr acceder con un
13,566 de nota media. Esta chica de 18 años quiere que su relato sirva para
aconsejar y animar a todos aquellos alumnos que se han quedado a las puertas de entrar en
Medicina.
“Lo más difícil para mí fue aprender a relajarme porque los nervios provocados por obtener una meta con una nota tan alta podían jugarme una mala pasada”, cuenta Alba y cree que “mi mejor truco fue el que los ratos que no quería estudiar
'de codos' los aprovechaba para leer el temario y así se me iba quedando hasta el más mínimo detalle”.
Como (casi) todos, ella quería ser
médico “desde que tengo uso de razón. Mis padres me grababan con dos años pasando consulta a los peluches, los diagnosticada, vendaba, radiografiaba, vamos de todo”.
La joven estudiante reconoce que antes de elegir a la
UAM miró el plan de estudios de todas las universidades de Madrid “y el planteamiento que hacia la Autónoma fue el que más me gustó”. Que la UAM tenga la nota de corte más alta
“no significa nada” para ella.“Me considero una persona y no un número”, señala con autoridad y sentencia:
“La nota de la selectividad no marca lo que vales, ni lo que deseas una carrera. Que nadie se sienta fracasado por estar en otra universidad, lo que vale son las ganas. Por eso la gente con vocación verdadera no debe darse nunca por vencida, que todo llega”.
Alba recorrerá cada día los mismos pasillos y las mismas aulas que hasta hace poco transitaba
Álvaro de la Serna. Este alumno se acaba de graduar hace poco más de un mes y ya echa de menos el olor de la cafetería. De la Serna resume su experiencia académica en
dos etapas: "Un primer ciclo de formación básica, y un segundo ciclo de estudios clínicos que se desarrollan en cada uno de los cuatro hospitales adscritos a la UAM -Puerta de Hierro, La Princesa, Fundación Jiménez Díaz y La Paz-".
"Se tiene contacto con la clínica desde muy pronto, en primero ya teníamos una asignatura que nos acercaba a la
Atención Primaria y la Medicina de Familia, que se combinaban con prácticas de disección y de laboratorio varias veces por semana. De hecho, cada día teníamos prácticas y teníamos que pasar varias horas preparándonos para las evaluaciones continuas y finales", recuerda con añoranza Álvaro.
Pero sin duda, lo que más destaca de la UAM es la enseñanza práctica. "Ya en tercero empezábamos a rotar en el hospital, y a partir de cuarto desarrollábamos allí todo el curso. Por suerte, en la UAM se rota por casi todos los servicios, de media 3 semanas, de forma que consigues tener una idea del conjunto de la actividad asistencial", cuenta. Esta experiencia es la que próximamente le ayudará a ejercer como
médico.
Edificio de la facultad de Medicina de la Universidad de Lleida.
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POR "OBLIGACIÓN"
Cuando Gerard obtuvo 11’738 en selectividad no se desanimó ni dudo que esa nota le serviría para hacer
Medicina donde fuese. Ahora recuerda como una anécdota cuando entró en la
UdL “un mes más tarde” esperando la deseada admisión.
“La verdad es que yo elegí la
Universidad de Lleida por obligación, es decir, porque fue la única en la que obtuve plaza para estudiar Medicina. A pesar de pedir plaza en todas las
Facultades de Medicina de Cataluña, y eso que entré un mes más tarde. A pesar de todo, estoy muy agradecido y me siento muy orgulloso de pertenecer a esta facultad, ya que creo que en ninguna otra estaría tan bien como en esta”, relata convencido Gerard que ahora enfila su quinto año de carrera.
“Siempre había relacionado la ciudad de
Lleida a la agricultura y a pueblo, pero como casi siempre pasa, las apariencias engañan. Y a pesar de que el sector agrario es muy importante aquí, Lleida es una ciudad ideal para los
estudiantes universitarios. En cuanto a mi elección, no quiero pensar que habría pasado si hubiera elegido otra ciudad para estudiar Medicina. Así que, solo me queda estar agradecido a
Lleida por poder darme la posibilidad de estudiar lo que siempre había querido”, añade.
Como explicaba
Laura Sánchez, muchos alumnos llegan a Lleida con la intención de hacer un año y pedir el traslado. O eso piensan al principio. Es el caso de
Lluc Ballester, estudiante de Medicina en la UdL. “Llegó septiembre y no me habían cogido en la Universidad Barcelona. En ese momento, me sentí un tanto fracasado y por ende me instalé en
Lleida con ciertas reticencias. Sinceramente, vine aquí para pasar un año e irme, pero pasaron los meses y el buen ambiente que se respiraba en la facultad, así como los enormes beneficios que me ofrecía la misma, terminaron por eliminar todo atisbo de reticencia, decidiendo quedarme”, explica
Ballester con rotundidad.
De izquierda a derecha: Gerard Meca; Lluc Ballester; Pablo y Natalia Domínguez. Todos, estudiantes de Medicina en la Universidad de Lleida.
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Pablo, compañero de Lluc, comparte su discurso. En su caso tuvo que recorrer unos cuantos kilómetros más para trasladarse a Lleida. Concretamente 760 que son los que separan
Cáceres, su ciudad natal, de la universidad en la que hoy estudia. Aunque repitió selectividad para subir la nota no consiguió la suficiente para acceder a la facultad de Badajoz, “así que fui a Lleida sin tener ni idea de cómo era la ciudad”.
Para este futuro médico de Traumatología, la
UdL “académicamente ofrece un nivel alto”.“La gente se pensará que al ser la nota de corte más baja de España es una facultad fácil, pero para nada. Tenemos la gran suerte de realizar prácticas desde segundo curso, lo que te permite aprender muchísimo. Es la única facultad que lo hace, y los estudiantes lo agradecemos mucho”, afirma Pablo presumiendo de su elección.
Por algo parecido pasó
Natalia. Ella era de Badajoz y las tenía todas consigo para estudiar en la facultad de su ciudad. Pero su 11,98 no fue suficiente para acceder a ninguna universidad cercana. No se lo pensó dos veces, cogió las maletas y se fue, con algo de miedo, a Lleida.
"A la semana de empezar el curso en Lleida, me llamaron de Barcelona, Asturias, Galicia y Zaragoza diciéndome que tenía plaza. Tenía una completa confusión sobre qué hacer. Justo una semana antes, mi idea sobre Lleida era totalmente diferente a la de ese momento. Compañeros de ciudades muy distintas, incluso de nacionalidad distintas, todos igual de perdidos que yo hicimos una
“piña” increíble y envidiable si lo ves desde fuera", recuerda
Natalia. En ese momento se dio cuenta que Lleida sería su ciudad durante los próximos cinco años de carrera. "Una ciudad cómoda, sencilla pero muy acogedora", asegura.
Gerard, Lluc, Pablo y Natalia, amigos y compañeros, en ese orden, coinciden en una cosa: “El resto de universidades deberían de envidiar a la nuestra. El ambiente universitario que hay, y no hablo en el sentido de fiestas, que también, sino en el sentido del gran compañerismo, estoy seguro que no se encuentra en otra facultad”.
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