El
examen MIR no es solo apto para los más jóvenes. Hace cinco años, 24 personas con más de 50 años lograron aprobar esta prueba de resistencia, consiguiendo su
plaza MIR. Entre ellos estaba
María Victoria Gómez-Caminero Martín-Peñasco (Valdepeñas, Ciudad Real, 1957), o Maruja, tal y como la llaman sus compañeros del
Hospital Universitario San Cecilio de Granada, que
eligió Medicina de Familia con 54 años, “la misma especialidad que ostentaba mi padre, y mis dos hermanos”.
Cuatro años después, terminó el MIR y ahora trabaja en el
servicio de Urgencias del mismo hospital donde se formó. Madre de cuatro hijas, “ninguna médico. Una está terminando Enfermería, y la otra está haciendo técnico de rayos”, Maruja atiende a
Redacción Médica tras salir de una
guardia de 24 horas en Urgencias. “Estoy fenomenal. Todavía no me he acostado y aquí estoy haciendo cosas por casa. Ahora voy a salir a comprar. Es un trabajo que me encanta”, explica María Victoria, refiriéndose a su tarea asistencial en el hospital.
A diferencia de otros médicos de su misma edad, esta facultativa de Familia del servicio de Urgencias de uno de los hospitales más grandes de Granada explica que
“aún no estoy quemada, como pueden estar otros compañeros”. “Llevo muy poco tiempo trabajando y
no estoy tan quemada como pueden estar otros compañeros. Es normal, hay mucho trabajo. En mi caso, estoy
cargada de la adrenalina propia de alguien que empieza a trabajar en lo que más le gusta. En lo que más me apasiona”, subraya Maruja.
Los "culpables" de esta decisión
Los culpables de que María Victoria hiciera el MIR con más de 50 años la tienen su marido y su hija mayor, “ellos fueron los que más me animaron”. Ella, como cualquier estudiante de Medicina, hizo su selectividad con 18 años, accedió a Medicina y terminó la carrera.
“Pero al poco tiempo, me casé. Tuve mis hijas y elegí estar con mi familia. Cuando ya nos instalamos definitivamente en Granada me puse a
trabajar en Cruz Roja. Al terminar mi contrato, me entró el gusanillo de trabajar en Medicina, y por eso
me preparé el examen MIR. Y lo saqué”, recuerda María Victoria, señalando que “fue al segundo intento cuando conseguí mi plaza holgadamente”, declara.
“Lifting del alma”
"Estudiaba 11 horas diarias, porque no hay que olvidar que competía contra los mejores cerebros de la universidad española por una plaza MIR"
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Y es que si para
cualquier estudiante de Medicina que acaba la carrera el examen MIR es un reto titánico, para ella fue colosal. “Fue una preparación muy intensa. Llevaba muchos años sin estudiar, y me tuve que poner al día. Estudiaba 11 horas diarias, porque no hay que olvidar que
competía contra los mejores cerebros de la universidad española por una plaza de Medicina”, declara orgullosa de su victoria.
Su
residencia en Medicina de Familia fue un “
lifting del alma” gracias a sus compañeros. “Me encontré con sangre nueva y revitalizante. Yo salía sin ningún problema con ellos por Granada. Por ejemplo, cuando había barriles para celebrar cualquier cosa, allí estaba yo. Pero claro está, me tomaba dos cervezas y regresaba con mi familia”, comenta entre risas. También tiene un
recuerdo especial de sus tutores y sus compañeros de Urgencias, “con los que he compartido tantas guardias. Su ayuda fue excepcional”.
Tras esta
experiencia “rejuvenecedora”, Maruja espera que sus compañeros hayan aprendido de ella “la forma en la que se toma las cosas”. Sin embargo, lo que de verdad agradece de estos cuatro años de MIR es que sus ‘colegas’ más jóvenes le hayan transmitido desde el principio “las ganas, la frescura, la juventud y el impulso necesario para convertirme en médica de Familia”.
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