Ruth Conde se dirigió con paso firme al estrado del
Congreso de los Diputados. Ella no es política, sino enfermera. La estabilidad de su caminar contrasta con el tono quebradizo que adquirió su voz durante su discurso ante los representantes de la Cámara Baja de las Cortes Generales, donde reafirmaban su compromiso con las acciones humanitarias. La sanitaria contó su experiencia de trabajo en
la Franja de Gaza. "He vivido y he sentido Gaza. Sé a qué huele el dolor y la muerte. Sé a qué huelen los hospitales. Sé cómo suena perder a quien quieres. Sé lo que significa el sufrimiento", contó entre lágrimas. Su relato fue acompañado por la simulación sonora de lo que escuchan las víctimas de un ataque sorpresa. Las caras de los asistentes tornaron en un gesto de inquietud.
La estridencia de las bocinas y el silbido de los cohetes fueron compañeros de Conde durante su estancia en Gaza. En el cambio de 2023 a 2024, la sanitaria interrumpió por casi dos meses sus labores en las
Urgencias Pediátricas del
Hospital Clínico Universitario de Santiago (A Coruña) para acudir a Oriente Próximo, apenas siete semanas después del recrudecimiento de la ofensiva israelí sobre Palestina. "Me llamaron desde Médicos sin Fronteras a finales de octubre para formar parte del primer equipo que iba a entrar en Gaza. Tarde menos de 10 segundos en decir que sí. Nunca tuve ninguna duda, sabía que estaba haciendo lo correcto", ha indicado a Redacción Médica la enferma, quien ha trabajado en misiones en Yemen, Níger, Sierra Leona, Colombia, India o Ucrania.
"En Gaza no hay tiempo para planificar", ha lamentado Conde
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La misión de la enfermera era
encabezar las actividades médicas del grupo de profesionales extranjeros que iba a adentrarse en Gaza. Conde era responsable de su coordinación, además de la evaluación de las necesidades de la población, con el fin de planificar futuras actuaciones sobre terreno, todas aprobadas por el Ministerio de Salud palestino. "Se necesita una capacidad de adaptación muy grande, ya que en Gaza no hay tiempo para planificar", ha afirmado. "Abrimos una clínica en Bani Suheila y duró 24 horas. Al día siguiente, recibimos una orden de evacuación y en poco tiempo nos estaban bombardeando", ha lamentado la sanitaria.
Días en la Franja
Conde aterrizó en la orilla oriental del Mediterráneo a finales de noviembre. Llegó a El Cairo, donde
formó parte de un equipo de coordinación médica en remoto durante varios días. "Nos encargábamos de redactar documentación, buscar material sanitario que se necesitaba en
Gaza, gestionar el equipo humano…", ha enumerado la cooperante.
En diciembre, cruzó la frontera entre Egipto y Palestina. La enfermera recorrió las maltrechas localidades de la Franja
durante cinco semanas. Su principal objetivo era crear unidades médicas para garantizar la atención de la población gazatí. No solo de las víctimas directas de la guerra, sino también de todas aquellas que padecen una enfermedad o contratiempos médicos.
"Lo más complicado de todo era encontrar un espacio físico", ha afirmado Conde. Y es que
los hospitales suelen funcionar como refugios. En sus pasillos y salas se guarecen familias enteras que escapan de los bombardeos, ya que son estructuras protegidas por el derecho internacional -no se puede atacar un hospital salvo que se utilice para cometer actos perjudiciales-.
"Lo más complicado es encontrar un espacio físico", ha afirmado Conde
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Pese a todo, el equipo de la enfermera fue capaz de abrir una clínica de
Atención Primaria para pacientes crónicos, cuya mortalidad no deja de crecer debido a la
escasez de medicamentos. Además, montaron un puesto de salud en la localidad de Al Mawasi y ayudaron a hacer operativa una unidad de Maternidad en el Hospital Al Nasser de Jan Yunis. No obstante, el mayor logro fue la apertura de un paritorio seguro en el Hospital Maternal Al Helal Al Emirati, ubicado en Rafah. "Ser capaces de crear un espacio seguro para las madres fue de los mejor que pudimos hacer en Gaza", ha resaltado la sanitaria.
Más allá de las unidades de Salud, se dedicaron al establecimiento de infraestructura -más de la mitad destruida por la guerra- que permitiera a la población acceder a agua potable. "La poca salubridad del agua es un caldo de cultivo de enfermedades", ha aseverado Conde. También formaron un equipo de psicólogos y
organizaron un equipo de profesionales locales para actuar sobre terreno. "Ellos manejan el idioma, por lo que se entienden a la perfección con la población local. Al final, los extranjeros somos el 5 por ciento de los trabajadores en Gaza. Ellos son el corazón de la ayuda", ha comentado.
Cobertura imposible
A pesar de los esfuerzos, Conde es consciente de que es
"imposible cubrir todas las necesidades de la población". "Somos un granito de arena dentro de toda la problemática. Hay que entender que el grado de desproporcionalidad que ha alcanzado este conflicto sobrepasa cualquier límite", ha declarado.
La enfermera comprendió la dificultad de ayudar a todo el mundo en una visita a un hospital a medio construir en Rafah. Su propósito era montar un puesto de salud para
las 40.000 personas que se agolpaban bajo su estructura. "Al vernos llegar, la gente se acercaba a contarnos sus problemas. Desde los familiares que habían perdido hasta la falta de letrinas o tiendas de campaña. Me sentí sobrepasada".
"El grado de desproporcionalidad que alcanza este conflicto sobrepasa cualquier límite", ha señalado Conde
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Bajo su opinión, el alto al fuego, el respecto del derecho internacional -y por ende la
protección del personal sanitario- y la apertura de las fronteras para la
recepción de ayuda humanitaria son las claves para avanzar hacia una solución de la crisis sanitaria que sufre Gaza. Una región donde la desnutrición se agrava -uno de cada tres niños sufre desnutrición aguda, según datos de Unicef España- y en la que la falta de agua potable, higiene y saneamiento derivan en casos de Hepatitis A y podría llevar a brotes de cólera y Hepatitis E. Una situación que podría ser peor en la zona norte de la Franja, al ser imposible enviar ayuda.
El empeoramiento constante de las condiciones de vida en Gaza motiva a Conde a regresar a este enclave del Levante mediterráneo, donde
más de 30.000 personas han muerto desde el recrudecimiento del conflicto, según datos del Ministerio de Salud de Palestina. 40 habrían fallecido de desnutrición, cifra que podría elevarse al no cumplir el 96 por ciento de mujeres y niños de entre seis y 23 años sus necesidades nutricionales, según la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA). "Volveré más adelante. A mí me gustaría que, si esto me pasará a mí, hubiera gente que estuviera para ayudarme a mí y a mi familia", ha sentenciado.
Aunque pueda contener afirmaciones, datos o apuntes procedentes de instituciones o profesionales sanitarios, la información contenida en Redacción Médica está editada y elaborada por periodistas. Recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.