Pasar de llenar la Riviera en multitud de ocasiones y ser un 'reincidente' del FIB a trabajar el turno de noche como enfermero en una residencia para enfermeros de alzhéimer en Noruega. Esa es la realidad que, durante muchos años, ha compaginado
Jorge Martí, cantante, líder y compositor de 'La Habitación Roja', un grupo clave de la escena indie pop-rock desde hace 30 años. Toda una vida en la que el músico ha visto crecer su grupo a la vez que pasaba los veranos y las épocas de "baja actividad" del grupo trabajando como
enfermero.
Martí, que actualmente vive en Noruega, empezó su carrera como sanitario con contratos de sustituciones en el Sistema Nacional de Salud (SNS) mientras su banda daba los primeros pasos y se posicionaba como un actor clave de la escena indie pop-rock. Tras mudarse al país escandinavo y un complejo diagnóstico médico para su mujer, que sufre del Síndrome de Fatiga Crónica, el cantante se vio abocado a
trabajar como enfermero en una residencia de enfermos de alzhéimer en Noruega, ocupación que mantuvo hasta el año 2018. Un mundo de contrastes, con los veranos tocando en grandes festivales nacionales y el resto del año rodeado de nieve y volcado en el cuidado de los demás, que lo ha llevado a grabar un
documental sobre ello ('In the middle of Norway') y
escribir un libro, 'Canción de amor definitiva', contando su historia.
El enfermero, ahora retirado, y músico concede una entrevista a
Redacción Médica en la que indaga en
cómo se han relacionado la música y su trabajo como sanitario, cómo aborda la enfermedad desde su posición y por qué considera que, desde ambas profesiones "ha ayudado a los demás".
Ha contado en varias ocasiones que, mientras estudiaba Enfermería, se empezó a gestar La Habitación Roja. Dos elementos que, de alguna manera, fueron creciendo y construyendo en su vida de manera paralela. Para usted, ¿tienen algún tipo de unión, o los concibe como dos entes separados?
Desde muy pequeño quería ser sanitario. A veces digo que soy el típico médico frustrado, porque no me dio la nota para llegar a Medicina, pero después descubrí que
la Enfermería es una cosa diferente, está centrado en el cuidado de la gente, y es algo que
se adapta a mi forma de sentir y ver la vida. A mí me importa mucho la gente y su cuidado, y es algo que también se puede hacer con la música. Veo ese paralelismo de que la música nos acompaña en el dolor, y también lo hace el sanitario.
La música es una amiga fiel que está ahí para ayudarte y, como sanitario, yo he experimentado eso. Al final, yo desde pequeño quería hacer Medicina y Cooperación Internacional y cuando me llegó mi trauma de que no me llegó la nota, ya estaba con la música, que era mi pasión. Con ella cubrí un espectro muy grande de mi vida, la llama de la Medicina no se extinguió, pero pensé que podría tener pasión por otras cosas.
Entonces el grupo empezó a ir mejor y
la exigencia profesional me hizo imposible simultanear al cien por cien ambas cosas, así que dejé la Enfermería. En ese momento me ofrecieron trabajo de verano como sanitario, y como la música no se puede dar por sentado, lo acepté. Y lo pasé bastante mal, mucho estrés, pero después me di cuenta que me gustaba mucho. Así que durante unos años compaginé la música con, en periodos de menos actividad, trabajar en el SNS. Fue una
tabla de salvación para desarrollar la profesión y no dejar mi carrera, y tampoco tener que abandonar la música.
Entonces creo que
sí tienen que ver en mi vida la música y la Enfermería. En la pandemia se vio mucho, además, un momento en el que se celebraba a los sanitarios, pero yo me preguntaba, ¿para qué sirve la música? Y se vio que era algo a lo que la gente de aferró. Suena a tópico, pero recibimos en el grupo mensajes de personas que nos decían que nuestra música "era medicina para el alma".
Durante sus años de trabajo en Noruega, estuvo varios en una residencia especializada en pacientes con alzhéimer y demencia, ¿qué importancia considera que tiene la llamada ‘ciencia del cuidado’ en la salud de las personas?
No había tenido ningún caso cercano de estas enfermedades hasta que empecé a trabajar allí, y cuando las conoces te das cuenta de que son devastadoras. En este caso era una residencia exclusiva para estos pacientes, y
el tratamiento integral era fundamental; se repartía por las diferentes áreas de la residencia y, además, se hacia un abordaje según el desarrollo cognitivo de cada persona de manera particular.
Me di cuenta, comparando con los hospitales de día en los que he trabajado, que estos pacientes necesitan esa 'ciencia del cuidado' para paliar su deterioro. Tirando para lo mío, recuerdo que
hacíamos terapia musical, y una paciente no podía hacer prácticamente nada, pero cuando la sentábamos al piano, siempre tocaba una canción perfecta. La música ayudaba y conectaba a esta persona de una manera que no llegaban las palabras.
Una cosa que quiero destacar es que aquí,
en Noruega, tienen los recursos y cantidad de profesionales que el paciente necesita, y pueden tener centros como este.
Ha tenido experiencia trabajando tanto en el sistema sanitario de Noruega como en el SNS ¿Con cuál se queda?
Lo primero que quiero decir es que es un privilegio poder trabajar en ambos sistemas, y que en los dos lo mejor es el personal: médicos, enfermeras, celadores, administrativos… Hay veces que los pacientes y familiares se enfadan, muchas veces hay pocos recursos y eso deriva en una gran frustración, pero en mi experiencia
siempre hay una gran vocación y fuerza de querer rehacerse y sacar el trabajo adelante.
Por otro lado, una de las diferencias que veo es simplemente a nivel antropológico y cultural. Aquí el paciente es más sufrido, no va a la mínima al médico, vamos, creo que van demasiado lejos.
Hay un triaje muy cañero y en España intentan atenderte más rápido. Luego, aquí se trabaja con más calma y menos carga, hay mejor
ratio de sanitario-paciente.
Jorge Martí en una imagen promocional para el documental 'In the middle of Norway' - Jordi Santos
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Otra cosa que veo diferente es que
en Noruega se habla mucho de la cultura de los cuidados; las enfermeras tienen un papel en los medios más relevante que en España. Creo que puede ser porque en Noruega van mejor en temas de igualdad, y hablamos de una profesión mayoritariamente femenina, por lo que aquí a lo mejor tiene más peso.
Pero bueno, si tuviera que elegir, los profesionales españoles son buenísimos, yo aquí vivo en una ciudad pequeña, con un hospital muy pequeño, y acostumbrado a que me atiendan en Valencia, prefiero lo de España. Pero ambos países están muy desarrollados y, en general,
somos muy afortunados de tener una sanidad pública en ambos países. La sanidad española es muy buena, siempre ponemos de ejemplo a los países escandinavos, porque tienen mejores ratios, pero en España los profesionales están muy muy bien preparados.
Su familia ha tenido que enfrentarse a varias enfermedades complejas… su mujer tiene Síndrome de Fatiga Crónica y usted ha sufrido dos embolias pulmonares ¿Cree que ha tenido enfrentado estas situaciones mejor, por su visión de sanitario?
Como comentas, yo he tenido dos embolias pulmonares, y creo que
ser enfermero me ha ayudado a tener paciencia como paciente. Fueron difíciles de diagnosticar, porque no se veían al principio, y yo he sido capaz de ponerme en la piel de los profesionales que me atendían. La medicina no son matemáticas, hay protocolos, pero no es fácil aplicarlos. Así que, en mi caso, yo tenía más conocimiento en el campo que el paciente medio, y a veces exaspera el hecho de ver como no se avanza, pero podía tratarlo mejor.
Por otro lado, el tema de mi mujer,
no es lo mismo enfrentarse a ello sin nada que con una base de conocimientos en cuidados, como tengo. En los últimos años mis suegros han fallecido, ambos por un cáncer, y yo he vivido ese proceso de deterioro a su lado. Además, como sanitario creo que tienes conocimientos para poder movilizar los recursos existentes, que aun así cuesta mucho, pero es un plus para poder pelarlo.
Ahora está retirado como enfermero y centrado al cien por cien en la música, ¿echa de menos esa faceta de su vida?
Creo que cuando uno ha sido enfermero, nunca deja de serlo del todo. Me pasa que cada vez que paso por delante de sitios donde he trabajado, que lo hago a menudo, tengo la sensación de que me estuviera escaqueando, porque además sé que necesitan gente. También pasa, por ejemplo, cuando vas en un avión, y piden ayuda de un médico y en esos momentos no puedes decir que no; por poco que ejerzas, tienes más conocimiento de la gente que no ha tocado nunca la sanidad.
Tenía una compañera que, cuando yo ponía en duda mis conocimientos de Enfermería, me recordaba que yo tenía la cosa más importante para trabajar en esto: que me importaba la gente. Y eso no lo pierdes, siempre lo llevas por delante, pues al final si alguien se decanta por estas profesiones es porque tiene vocación de ayudar a los demás. Eso no se deja pasar nunca.
¿Es para usted la música una forma de terapia? No solo escucharla, sino componerla, dar conciertos…
Sí, totalmente. Por ejemplo, podría decir que cuando conocí a mi mujer, que es el amor de mi vida, cuando nos enamoramos, encontré una paz inmensa, algo que daba sentido a mi vida. Lo mismo con mis hijas. Y
la música también me hace sentir esa paz; me siento muy afortunado de que me llene tanto y me haga sentir complejo, la gente se pasa la vida buscando un sentido a la vida, y yo creo que lo tengo.
A mí la música me hace transformar todo lo que me afecta y aflige en algo bello, como si fuera un superpoder. Tengo la capacidad de
coger toda la basura emocional y hacer con ella algo bonito; reciclar lo que me hace daño y duele. Y luego, cuando te subes al escenario, cantar tiene mucho de verdad. Transformar el dolor en una canción es superarlo, y a mí me ha ayudado a lo largo de mi vida a sobrellevar mis traumas y mis taras, a hablar de ello y sentirme mejor.
Además, es un camino hacia otros.
Cantar de las cosas personales hace que la gente empatice y también puedan explicar qué les pasa a ellos.
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