Cientos de personas cruzan cada día la
Calle de las Infantas en Madrid, paralela a la Gran Vía, pero pocos se percatan de la placa que aguarda sobre el número 13, dedicada
Fidel Pagés Miravé. Este desconocido personaje fue el inventor de algo tan imprescindible en la
Medicina de hoy en día como la
anestesia epidural.
Pagés es uno de los protagonistas de
Siempre tuvimos héroes, el último libro de
Javier Santamarta, publicado en la editorial Edaf. El libro es un recorrido por algunos de los
episodios más gloriosos de la Historia de España y, a su vez, de los más desconocidos. De los 13 capítulos que conforman el libro, cuatro están dedicados
a heroicidades sanitarias.
"La presencia de la sanidad en el libro es intencionada. He trabajado durante muchos años en
acciones humanitarias y he podido ver cómo trabajan los profesionales sanitarios. Quería que su impronta apareciese en la obra, que busca hacer de contrapeso de la tan extendida
leyenda negra española, rescatando episodios humanitarios de gran talla", explica Santamarta a
Redacción Médica.
El militar que inventó la anestesia epidural
El libro se inicia con la historia del propio Pagés, un médico militar que participó en la
Guerra del Rif en Marruecos (1911-1927) y que hizo todo lo posible por desarrollar una anestesia que facilitase las operaciones quirúrgicas. "Pagés nos ha legado una lección muy importante:
No hay que conformarse, todo se puede mejorar. En la época en la que le tocó trabajar las anestesias se hacían con
cloroformo, un producto sumamente tóxico que en ocasiones provocaba la muerte del paciente. Él hizo muchas investigaciones y desarrolló el sistema de la anestesia epidural", cuenta el autor.
Javier Santamarta, autor de 'Siempre tuvimos héroes'.
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Uno de los que probó esta anestesia fue
José Millán-Astray, quien pidió ser curado sin que le durmieran. El militar quedó encantado con el resultado. A pesar de su descubrimiento, el mérito del hallazgo se lo llevó un cirujano italiano, que lo presentó años después de la muerte del español. Pagés murió en un accidente de tráfico, pero su legado trascendió hasta la
Guerra Civil, cuando gracias a su trabajo como médico, un republicano se aseguró de que su familia, de origen burgués, resultara ilesa en Madrid.
Misión en Vietnam, una travesía intercontinental y un sacerdote sacrificado
Otros de los héroes que hacen acto de presencia en el libro de Santamarta son los integrantes de la
Misión Sanitaria Española de Vietnam, un grupo de voluntarios que aterrizó en la
Guerra de Vietnam en 1966, y donde permaneció hasta 1971. Formado por cuatro médicos, siete enfermeros y un oficial de intendencia, este grupo sanitario se ganó el cariño incluso del enemigo, del
vitetkong.
"Estos héroes tienen un sentido del servicio y una humildad tremendos"
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Y es que estos sanitarios españoles asistieron personas de cualquier bando y, sobre todo, a la población local, que llegó a poner el nombre de España a un puente. Santamarta afirma que ninguno de estos 12 héroes se echa muchas flores: "Están hechos de otra pasta. Ellos te dicen que obedecen órdenes y van donde les piden.
Tienen un sentido del servicio y una humildad tremendos".
Ruta de Javier Balmis para extender la vacuna de la viruela.
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Más de 200 años antes, un grupo de españoles también decidió recorrer el mundo para dar asistencia médica a personas desfavorecidas. Se trata de la expedición de
Javier Balmis, que también recoge el libro de Santamarta. Balmis, médico personal del rey
Carlos IV, tuvo la idea de cómo transportar la vacuna de la viruela por todas las tierras colonizadas por España: inoculada en niños huérfanos. Gracias a su travesía por el ancho mundo, cientos de personas fueron vacunadas,
consiguiendo salvar su vida, algo que no pudo hacer por su propia hija, fallecida antes de comenzar el viaje por culpa de esta misma enfermedad.
Cierra el libro la historia de
José Celestino Mutis, un sacerdote con un currículo tan largo que no cabría en
Linkedin. Biólogo, docente, geógrafo y médico, Celestino jugó un papel imprescindible en la vacunación de cientos de personas en Nueva Granada (hoy Colombia) y que tuvo que inocularse él mismo la vacuna para que los lugareños creyeran que no era perniciosa. Estas historias bien merecerían una
serie de HBO o de Netflix, pero mientras llegan, no es mala opción sumergirse en ellas entre las páginas de
Siempre tuvimos héroes.
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