Las vacunas producidas por
Pfizer y Moderna contra el Covid-19 han empezado ya a suministrarse a gran parte de población, logrando de este modo
inmunizar a personas de todo el mundo. Un hito que jamás hubiera sido posible sin la investigación pionera de Katalin Karikó y su empeño por descubrir las
posibilidades terapéuticas del ARN mensajero, un componente en el que se basan ambas vacunas.
Ahora, esta científica húngara instalada actualmente en Pensilvania, ha pasado en cuestión de semanas de ser una completa desconocida a convertirse en toda una celebridad en el mundo científico. Sin embargo, su trayectoria y su éxito es el fruto de varias
décadas de esfuerzo y dedicación que le costaron incluso su puesto de profesora en la universidad.
Karikó, nacida en 1965 en Szolnok, en el centro de Hungría, se encontró con múltiples contratiempos en sus investigaciones desde que se graduó con 23 años en el Centro de Investigaciones Biológicas de la Universidad de Szeged.
Su principal problema fue
la financiación. La investigación en ARNm para combatir enfermedades se consideró siempre demasiado arriesgada como para invertir en ella y, a pesar de que Karikó se trasladó a EEUU con su familia en 1985 para poder continuar con el desarrollo de sus estudios allí, primero en Filadelfia y posteriormente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pensilvania, el
constante rechazo de sus solicitudes de becas de investigación por parte de dicha universidad, donde estaba en proceso de convertirse en profesora, paralizó su trayectoria.
Además, por entonces, Katalin Karikó tampoco contaba con la tarjeta de residente de los Estados Unidos, por tanto necesitaba un trabajo para renovar su visa y poder permanecer allí. Por esa razón, la científica aceptó continuar investigando con un rango inferior y una menor compensación económica.
Investigación del ARNm: pilar fundamental para las vacunas
La bioquímica creía que el ARN mensajero podría
desempeñar un papel fundamental en el tratamiento de ciertas enfermedades, puesto que son moléculas que dan a las células "órdenes" que les permiten luego fabricar las proteínas terapéuticas por sí mismas.
Sin embargo, la falta de financiación no fue el único obstáculo al que tuvo que enfrentarse la bioquímica. Después de varios estudios se concluyó que el ARNm
provocaba fuertes reacciones inflamatorias porque el sistema inmunológico lo consideraba un intruso.Con su socio en la investigación, el médico Drew Weissman, Karikó logró introducir gradualmente pequeños cambios en la estructura del ARN, haciéndolo más aceptable para el sistema inmunológico. Hasta que en 2015 lograron
colocar el ARN en nanopartículas facilitando así su entrada en las células.
Cinco años después, aquel descubrimiento ha sido imprescindible en el desarrollo de
las vacunas de Pfizer y Moderna contra el Covid-19. Décadas de trabajo sin grandes recursos que se han visto recompensadas ahora y que han convertido a Katalin Karikó en una de las grandes candidatas para el próximo
premio Nobel de Bioquímica.
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