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Habla el hijo del primer médico muerto por Covid: "Es un enemigo invisible"

Francesc, natural de Cataluña, ejercía como facultativo en su clínica de Sants, además de prestar atención domiciliaria

Imagen de Francesc junto a su hijo.

11 jun 2020. 09.05H
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Luchar contra el coronavirus en primera línea de batalla conlleva un riesgo muy alto. Así lo reflejan los más de 51.000 profesionales sanitarios contagiados durante la pandemia, de los cuales 63 han perdido la vida. 63 eran también los años que tenía Francesc Collado Rourael primero en sufrir las peores consecuencias del virus. Su muerte, hace dos meses y medio, marcaba un punto de inflexión dentro de esta crisis al convertirse en el primer médico fallecido a causa del Covid-19.

Los que le conocieron, saben, sin embargo, que su trayectoria y entrega pesarán más a la hora de recordarle. A ojos de sus compañeros y allegados, Francesc era una persona noble, honesta, afable, con espíritu de compañerismo y sentido del humor, que destacaba por su buen hacer tanto en lo profesional como en su vida personal. 

De barba espesa y ojos claros, a sus 63 años había acumulado una larga experiencia en el terreno sanitario como médico forense y perito judicial. En estos últimos tiempos, se había centrado en su propia clínica en el barrio de Sants, donde atendía a pacientes con patologías respiratorias. Parte de sus horas las dedicaba a visitar pacientes con curas paliativas como miembro del programa de atención domiciliaria del SCIAS Hospital de Barcelona

"Metódico y riguroso" en su trabajo, Francesc, también demostró tener un "gran sentido de humanidad, respeto, empatía y proximidad con todos sus pacientes" a lo largo de su carrera. Valores que marcaron el camino a seguir de su hijo, con el mismo nombre, y que a día de hoy continúa aplicando en su praxis diaria como cirujano, según cuenta a Redacción Médica

Imagen de Francesc Collado.

Fue en la segunda semana de marzo cuando el médico comenzó a notar los primeros síntomas, parecidos a los de un cuadro de "bronconeumonía". Tras cinco días con fiebre, malestar general y tos, su hijo solicitó un cultivo en el hospital donde trabajaba que reveló un positivo en coronavirus.

A partir de ahí, su familia tomó todas las precauciones necesarias para evitar un contagio en el hogar, mientras su hijo le realizaba el seguimiento médico. "Le tomé la saturación de oxígeno y salía muy baja - en torno al 80 por ciento - respirando correctamente". Un dato que le dejó "intranquilo", pero que ambos atribuyeron a un error de medición. "Con una saturación así, cualquier persona con una enfermedad estaría con dificultad respiratoria agónica".

Los síntomas comenzaron a agravarse 


En esos momentos, todavía se desconocía el alcance real del Covid-19 así como su evolución y pronóstico. Fue como "luchar contra un enemigo invisible", explica su hijo, que recuerda haber vivido el proceso con "mucha angustia, incredulidad, soledad, rabia, incertidumbre y desamparo".

A día de hoy no sabe si la diarrea que mostró su padre era fruto del nuevo coronavirus o de los antibióticos que estuvo tomando como parte del tratamiento. La fiebre remitió al sexto día pero en su lugar empezó a presentar taquipnea, aunque ya sin sensación de ahogo. "Le insistí cada día infinidad de veces en que no lo veía bien y que debíamos ir al hospital, pero no quería". 

"Si tengo que recordar una imagen de él, sería su mirada con una sonrisa en el rostro, estando contento y orgulloso de mí y de mi familia".


Francesc llegó al Hospital de Barcelona el  18 de marzo en estado muy grave y en situación de shock. Inmediatamente fue intubado e ingresado en la UCI, donde, a pesar de los esfuerzos de los sanitarios, fallecía 6 horas más tarde. Su pérdida ha sido uno de los peores momentos vividos por su hijo. "Perder a tu padre de una forma tan brusca e inesperada, estando con él todos los días previos, sin otro respaldo por la situación de cuarentena, fue horrible y muy triste".

La "pesadilla" continuó una semana después con el fallecimiento de su abuela, que se encontraba convaleciente tras una intervención de fractura ósea. Para Francesc hijo, resulta difícil comprender plenamente este dolor si no se ha tenido a ningún familiar o allegado en estado grave o que incluso haya fallecido a causa de esta enfermedad.

No duda, por tanto, en hacer acopio de los buenos momentos vividos junto a su padre. Sus sabios consejos, los ánimos en los partidos de baloncesto, las alegrías compartidas por las metas alcanzadas, el día de su graduación en la carrera de Medicina... "Si tengo que recordar una imagen de él, sería su mirada con una sonrisa en el rostro, estando contento y orgulloso de mí y de mi familia".

Francesc quiere que su recuerdo perdure, igual que el de todos los sanitarios que han perdido la vida luchando contra el virus. "Éstos sí que son verdaderos héroes y deben ser reconocidos como tal". 

"Falta de estrategia" y "gran demora en el confinamiento"


Al igual que su padre, este profesional vivió la crisis muy de cerca como residente de Cirugía General en el Hospital de Bellvitge. Ahora ejerce como cirujano en el Hospital Josep Trueta de Girona.

Como profesional sanitario, no sabe si la muerte de su padre pudo o no haberse evitado. Lo que sí tiene claro es que se "subestimó" la gravedad de la enfermedad , a pesar de conocer el precedente causado en Italia y China.

Respecto a la gestión, considera que hubo una "gran demora" a la hora de instaurar el confinamiento de la ciudadanía y los planes de prevención y control de la propagación. A ello añade "falta de estrategia", la no realización de test masivos a la población y la "especulación en el precio de los servicios funerarios privados y equipamientos como guantes o mascarillas". 

No obstante, considera que la falta de equipos de protección ha sido el fallo más "flagrante" en esta crisis sanitaria, puesto que han sido los trabajadores sanitarios "los que han aguantado y cuidado de toda la población a costa de jugarse sus propias vidas y la de sus personas cercanas". En este sentido, la alerta sanitaria no ha hecho sino aumentar el "sentimiento colectivo de hartazgo" que ya existía entre el personal sanitario debido al "aprovechamiento constante por parte de las instituciones", opina Francesc. 

Pese a todo, "ningún sistema sanitario estaba preparado para soportar tal carga asistencial ", reconoce. El SARS-CoV-2 constituye además todo un reto al ser una infección "de transmisión respiratoria, nueva aparición, altamente contagiosa, con elevada morbi-mortalidad, con escaso conocimiento de su fisiopatología, y sin tratamiento curativo ni vacuna eficaces".

No es el momento de "bajar la guardia", explica, sino de "establecer las medidas oportunas" en caso de un posible rebrote el próximo otoño, "a fin de prevenir otra catástrofe". En cuanto a lo vivido hasta ahora, espera que tantas muertes sirvan para crear un precedente en la sociedad. "Que la experiencia que hemos vivido nos enseñe a todos y estemos más preparados a nivel de recursos, actitud y mentalidad, y tengamos más sentido de solidaridad y sensatez en la sociedad, por respeto a todas las buenas personas a las que este virus nos ha arrebatado".


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