Las prácticas “inseguras”, la generación de expectativas “poco realistas” y la conversión de las mujeres en “objetos sexuales” son algunas de las consecuencias a las que se exponen los jóvenes que
consumen de forma habitual pornografía convencional, según un estudio publicado por el Ministerio de Sanidad que aborda los problemas de índole mental que este contenido genera “a corto y largo plazo”.
El estudio se asoma a la
relación de la pornografía “mainstream” con la salud sexual y reproductiva de los adolescentes, y se basa en otros 14 informes en los que “se pone de manifiesto que el consumo” de este tipo de contenidos “puede tener una
repercusión a corto y largo plazo en la salud sexual” de los jóvenes.
Según los datos que expone Sanidad,
el consumo de pornografía está “normalizado” en la sociedad. De hecho, en prácticamente todos los estudios incluidos en esta revisión de alcance se puso de manifiesto que “el uso de pornografía o material sexualmente explícito de tipo dominante era común en la mayoría de los/las jóvenes, adolescentes o estudiantes universitarios/ as, principalmente en el caso de los hombres”. “En algunos estudios, el total de la muestra
en el caso de los hombres (100 por cien) y un 82 por ciento de mujeres habían visualizado pornografía de corriente principal en la última semana”, apunta.
En este sentido, el Gobierno sostiene que “el uso de pornografía dominante
no se establece como un elemento de entretenimiento, ya que los/as adolescentes aprenden conductas sexuales y establecen una normalización sobre el sexo teniendo como referente la pornografía”. Esta actividad, añade, “no parece ser puramente recreativa: los/as jóvenes
aprenden sobre el sexo viendo pornografía”.
Mayores niveles de depresión
Entre otros problemas, la exposición de los jóvenes a material de internet “sexualmente explícito” puede generar “incertidumbre sexual”, la creación de “expectativas sexuales poco realistas”, la “objetivación sexual” y la promoción de “roles de género estereotipados”. También se vincula a “comportamientos de riesgo” tales como los
“debuts tempranos y el sexo inseguro”.
De hecho, en una investigación en la que participaron 1.445 adolescentes holandeses de entre 12 y 47 años, 224 de ellos afirmaron haber “tenido
comportamientos sexuales en línea de riesgo en los últimos seis meses”.
Otro estudio, en este caso llevado a cabo en Países Bajos en base a una muestra de 331 jóvenes, apunta a que se detectaron
“niveles más altos de depresión” en aquellos que consumían pornografía de forma “compulsiva”.
La disminución de la satisfacción sexual y la
calidad de la “relación romántica” también fue descrita por parte de algunos consumidores habituales. En una muestra de 1.565 personas, un 10 por ciento informó de que usar contenido pornográfico “mainstream” reducía el interés sexual hacia posibles parejas de la vida real, y un 9,1 por ciento referían algún tipo de adicción. “Además, el 19 por ciento de los consumidores hombres de pornografía
indicaban una respuesta sexual anormal, mientras que el porcentaje aumentó al 25,1 por ciento entre los consumidores habituales”, añade.
Sanidad incide en que las
“distorsiones sexuales” que provocan entre los jóvenes la visualización de pornografía “constituye un serio problema que puede incrementar la desigualdad de género”. En este sentido, indica que este tipo de contenidos deben “
abordarse en los programas de educación sexual en los colegios, así como en los diferentes estamentos de Salud Pública”.
Aunque pueda contener afirmaciones, datos o apuntes procedentes de instituciones o profesionales sanitarios, la información contenida en Redacción Médica está editada y elaborada por periodistas. Recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.