La segunda ola de la Covid-19 ya es una realidad y la población de más edad vuelve a estar expuesta a un gran
riesgo, que va más allá del propio virus. Si alguien conoce bien la situación a la que se enfrentan las personas más ancianas es José Augusto García Navarro, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología desde comienzos de año y con más de 15 años de experiencia en el ámbito geriátrico.
¿Cómo ve la segunda ola?
Va a ser un desastre. Estoy viendo igual de mal a los ancianos. El virus nos está enseñando que en esta segunda ola el comportamiento es muy similar a la primera. Con lo cual afecta fundamentalmente a las personas mayoras. El 80 por ciento de los fallecidos está siendo de 70 o más años. También está afectando de forma muy directa a las personas mayores más vulnerables que están viviendo en residencias de mayores. Esa es la realidad.
Un reciente estudio ha demostrado que los mayores de 70 años que viven con gente joven tienen más probabilidad de morir por Covid.
Hay una cosa que es pura lógica, los jóvenes son más propensos a contagiarse por las conductas sociales, es decir, tienen menos precaución con las medidas de contención del virus. Efectivamente, contagian mucho y la enfermedad en ellos es menos grave que en los mayores, aunque eso no quiere decir que no les vaya a afectar. Entonces si los juntas con los mayores se van a contagiar porque el virus es muy contagioso.
Los consejos que les puedo dar a las personas mayores es que sigan manteniendo las medidas de contención. Primero, el lavado de manos, que al principio estábamos muy concienciados y ahora no tanto. Segundo, el uso de mascarilla. Y tercero, medidas de distanciamiento social.
¿Se deberían habilitar arcas de Noe para aquellos que tienen que convivir con jóvenes?
En absoluto. Eso sería muy discriminatorio para las personas mayores y saltaría por los aires cualquier derecho de dignidad. Los que conviven tienen que admitir que tienen un núcleo familiar que cuenta con gente mayor y gente joven. La mayoría de las familias en España viven en pisos de 90 o 100 metros cuadrados así que tienen que convivir y todos deben mantener esa distancia de seguridad y las recomendaciones higiénicas.
Hay que insistir en las personas jóvenes para que sean muy cuidadosas porque están sometiendo a un importante riesgo a las personas mayores y a sus abuelos. Deben hacerle una llamada a la responsabilidad.
¿Entonces, cómo debe afrontar un mayor la segunda ola?
Como no tenemos un tratamiento curativo ni tenemos una vacuna la única manera es no coger la infección. Para ello, lo que tienen que hacer es alejarte de sitios donde haya mucha gente, mantener la distancia de seguridad, lavarse las manos, mascarilla y tener suerte. También les recomiendo seguir las medidas de las autoridades sanitarias, que sería muy bueno que se unificasen o que explicasen porque son diferentes de una zona geográfica a otra porque no tiene ningún sentido desde el punto de vista epidemiológico y geriátrico.
Otra de las medidas importantes es mantenerse activos cognitiva, física y relacionalmente, y si no lo pueden hacer de tú a tú que lo hagan mediante medios tecnológicos. Las autoridades sanitarias también deberían hacer programas para prevenir ese deterioro físico secundario que supone quedarse confinado, incluso desde el punto de vista económico facilitando algún tipo de soporte tecnológico. Algo deben poner encima de la mesa porque si no vamos a tener impactos terribles. El coronavirus también tiene una cara b que es muy complicada.
¿En qué consiste esa cara B del coronavirus?
Es lo que dejamos de hacer porque el coronavirus nos lo impide y tiene unos estragos enormes, especialmente en gente mayor porque son los que acumulan más enfermedades crónicas. Estamos dejando de atender gente que lo necesita porque estamos atendiendo al coronavirus y esas enfermedades también matan mucho sino las controlas. Vamos a confinarnos para no contagiarnos ¡fantástico!, pero vamos a perder movilidad, masa muscular y masa ósea. Por lo tanto, descompensamos más la diabetes, la hipertensión y a la larga tendremos problemas.
La actividad básica, es decir, de control de enfermedad cardiaca, oncológica o diabética ha caído a prácticamente al 5% durante el pico de la pandemia. Hemos hecho lo mínimo imprescindible. Y en el conjunto del año la actividad ha caído un 40%. Hay gente descompensada que mañana puede tener un evento complicado como un infarto.
¿Cuándo veremos esa cara B?
Yo creo que ya se están viendo. Las personas lo están sufriendo solo que no se está poniendo encima de la mesa de forma institucional, pero llegará un momento en que lo pongan porque las asociaciones de pacientes y las sociedades científicas con la Sociedad Española de Geriatría y el resto tenderemos a denunciarlo. Tendremos que hacer algo porque si no vamos a tener problemas con estas personas. También ceo que poco a poco eso se está empezando a detectar y la preocupación está aumentado.
¿Cuál sería la solución?
Las soluciones pasarían por intensificar los programas dentro del domicilio y dentro de las residencias. ¿De qué tipo? Actividades de fisioterapia, de terapia cognitiva, de terapia ocupacional y de uso de la tecnología para intentar incrementar los contactos relacionales lo máximo posible. Por ejemplo, a través del uso de tabletas en conferencias en grupos de actividades.
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