El
padre Iñaki Gallegos se ha enfrentado cara a cara con el horror provocado por la
pandemia de Covid-19. Desde su puesto como coordinador de capellanes en el Hospital Clínico de Madrid, este religioso ha tenido que ver situaciones que en sus más de diez años de trabajo hospitalario nunca llegó a imaginar.
Pasada la primera ola, el padre Iñaki ha explicado a
Redacción Médica cómo se encuentra ahora mismo el hospital en el que él trabaja. Una situación más relajada pero que no quita dramatismo al hecho de que
los pacientes de coronavirus siguen falleciendo solos, muchas veces sin haberse podido despedir de sus familiares. “La soledad sigue estando ahí presente. Ahora igual que antes, muchas veces los familiares, por miedo al contagio o por distintas causas, no pueden desplazarse al hospital, así qu
e algunos enfermos tienen muy poquito contacto con su familia y esto es un dolor muy grande”, explica el padre Iñaki.
Sin voluntarios
Para ayudar a poner en contacto a familiares con enfermos, los capellanes del Clínico tuvieron que hacer frente a una situación complicada en la que
se quedaron sin los voluntarios que colaboran con ellos a diario como apunta el padre Iñaki: “Había un montón de cosas por hacer, pero sabíamos que no dábamos abasto para hacerlas.
Lo que más angustia da es no llegar a poder hacer todo lo que uno debería”.
Una carga de trabajo que todavía no ha podido ser aliviada por la reincorporación de los voluntarios pues desde marzo, Salud Pública prohibió la entrada de cualquier personal que no fuera imprescindible: “Yo pienso que parte de
esos voluntarios eran imprescindibles para poder llevar a cabo esta labor de humanización, pero todavía no se ve que esto sea así. Tienen más miedo de que propaguen contagios que
el bien que pueden hacer en cuanto a dar paz, serenidad y acompañar a los enfermos, a los que se encuentran en el último momento de sus vidas, y también poner a las familias en comunicación y hacer esta labor de consuelo y de acompañamiento”.
Poner en contacto a esos familiares con los pacientes ha sido el motor que les ha impulsado y les sigue dando fuerzas en estos momentos: “La labor de humanización,
la parte humana a través del servicio religioso ha sido esencial para que la gente ahora tenga un duelo más fácil, que no quiere decir que sea sencillo, pero al tener esa medicación con los familiares pues les ha venido muy bien”.
Tratar de hacer un duelo más suave
Para el padre Iñaki su objetivo fundamental ha sido “
hacer que este duelo tan horrible haya sido más suave”. Una labor en la que su equipo de cinco capellanes se vio reducido a solo dos- el padre Iñaki y el padre Juan Bautista- que realizaron
turnos de 24 horas para atender todas las necesidades de los enfermos.
Una voluntad de ayudar en la que Iñaki Gallego reconoce que
han hecho todo lo que se ha necesitado durante en esta pandemia: "Hemos hecho de todo, desde coger la fregona, hasta dar de comer”; pero sin lugar a dudas, para este capellán lo fundamental de su labor durante estos meses ha sido el de acompañar a los pacientes que fallecían y a sus familiares: “Hacíamos que una cosa que es muy dura como es el morir solo,
se hiciera más llevadero y suave para la familia con estas pequeñas mediaciones”.
Humanizar el hospital en plena pandemia
Un ejemplo del drama humano que ha vivido es el caso de un enfermo que ingresó por Covid-19 y mientras permanecía en la UCI sus dos hermanos fallecieron de la misma enfermedad. Aun no siendo una familia religiosa, el padre Iñaki explica que
sus hijos decidieron darle la unción de los enfermos antes de fallecer. Una historia trágica en la que el capellán valora el cariño que recibió por parte de la familia, gracias a esa labor de mediación y acompañamiento que pudo hacer en los últimos momentos de este paciente.
Así, a pesar de toda la crudeza de estos meses, el padre Iñaki se declara como un auténtico afortunado por “
haber podido llevar paz dentro de lo que uno puede, haciendo que este lugar no sea un lugar de susto ni de tragedia sino un lugar humano”.
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