El
sistema inmunitario es muy
sensible tanto a la duración como a la intensidad del ejercicio. Está demostrado que el
ejercicio moderado es beneficioso para la salud cardiovascular y metabólica. Además, contribuye a tener unas defensas contra patógenos y tumores equilibradas y eficientes.
No obstante, tras las
Olimpiadas de Los Ángeles en 1984, varias publicaciones pusieron de manifiesto que el
ejercicio intenso o prolongado era contraproducente para el sistema inmunitario, con elevaciones de perfiles proinflamatorios y mayor susceptibilidad a padecer enfermedades del aparato respiratorio superior.
Este hecho podría afectar de manera significativa a los deportistas que actualmente participan en los
Juegos Olímpicos de Tokyo 2020, pero el catedrático de Biología Celular de la
Universitat Politècnica de València,
Rafael Sirera,
descarta que la pandemia de Covid-19 vaya a ser un "agravante en la salud de los deportistas". "Son jóvenes y en ellos la Covid no es especialmente grave. Además estoy convencido que extreman sus precauciones para no infectarse y echar al traste 5 años de entrenamientos".
"Los reguladores del ciclo menstrual son sensibles al estrés, sedentarismo y los cambio de hábitos que se han dado en los meses de confinamiento"
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Sin embargo, Sirera considera que el
coronavirus, a pesar de no presentar una especial gravedad para los deportistas,
sí interviene directamente sobre las atletas, ya que puede alterar su ciclo menstrual. Esto se debe a que el
hipotálamo y la glándula pituitaria, reguladores del ciclo menstrual, son sensibles al estrés, al sedentarismo y a los cambios de hábitos, tal y como han sucedido durante los meses de confinamiento, tanto a las deportistas como a las mujeres en general.
"En la población normal, la
tasa de mujeres que tienen periodos poco frecuentes o ausentes es del 10 y 2 por ciento respectivamente. Si nos fijamos en las
atletas, estos números suben al 50 y 5 por ciento", explica el catedrático.
Otro factor a tener en cuenta es que las
atletas tienen un porcentaje de grasa corporal menor del 20 por ciento, y en momentos de competición como unas Olimpiadas, ese porcentaje puede bajar hasta el 10 por ciento. El biólogo relata que los estudios actuales fijan una
cantidad mínima de grasa del12 por ciento (±4) para considerar un cuerpo como sano que no tenga problemas de salud, entre ellos la ausencia de menstruación.
"El
ejercicio intenso provoca un incremento de testosterona, una hormona 'masculina'. Este
desequilibrio entre estrógenos y andrógenos genera un incremento de la masa muscular. Participan en la amenorrea la edad a la que se inicia la actividad atlética intensa, el estrés, el uso de anabolizantes esteroideos, dietas ricas en proteínas y pobres en carbohidratos, y la baja actividad hipotalámica debido a cambios en su sensibilidad a la insulina durante el ejercicio", afirma.
Un exceso de ejercicio en la mujer puede producir
desequilibrios hormonales como la
pérdida de fertilidad en el momento. Además, el biólogo señala otras consecuencias como son la "
pérdida de masa mineral de los huesos, principalmente calcio, que conduce a la
osteoporosis y la fragilidad ósea, un
incremento del colesterol en sangre y un envejecimiento prematuro".
Para Sirera, la
solución "más evidente" es "no hacer ejercicio a ese nivel y ganar algo de masa grasa". En el caso de los
deportistas profesionales, la
ayuda especializada de médicos y nutricionistas es "fundamental". "Podrían aumentar la ingesta de calcio para fortalecer el hueso y prevenir la osteoporosis, utilizar terapias hormonales incluyendo los anticonceptivos o vgilar los niveles de colesterol".
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