Términos como flexitariano, abuelidad o whatsappitis son una muestra de que el lenguaje médico no deja de transformarse. El vocabulario se acopla al avance de la sociedad, la ciencia y los eventos que moldean la cotidianeidad. En ocasiones, las palabras corren más que nosotros mismos, dada la velocidad a la que giran el planeta. En el caso del ámbito de la Medicina,
Fernando A. Navarro es el encargado de capturar estos neologismos, que empaqueta en una obra llamada
Medicina en español. Una biblioteca facultativa que ya va por su séptima estantería.
Navarro es licenciado en Medicina por la Universidad de Salamanca y especialista en
Farmacología Clínica, disciplina que desarrolló en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Santander). Sin embargo, la profesión facultativa no es su única pasión. También lo son las letras,, que redescubrió a raíz de las
penurias económicas que pasan muchos MIR. "Como sucede a veces con las grandes pasiones, todo empezó de forma nada romántica: con 25 años, recién casado y con el magro sueldo de un médico residente, necesitaba de ingresos complementarios para llegar a fin de mes; y la traducción me los proporcionaba", ha explicado a Redacción Médica.
Pese a un inicio tormentoso, el facultativo sintió un flechazo de tal magnitud, que
la traducción sustituyó a la Farmacología Clínica. La bata y el fonendo quedaron atrás y las palabras se convirtieron en su día a día. "A veces se nos olvida que para dar una buena atención hay que contar con el material adecuado y muchas veces es provisto por
los traductores. Asimismo, el trabajo de un intérprete puede salvar una vida", ha puntualizado. A sus espaldas, décadas de labor con el material más dúctil de este planeta: el lenguaje.
El lenguaje es un ente vivo, como demuestra este 'Medicina en español VII'. Nunca deja de evolucionar. ¿Qué le hizo embarcarse en la recolecta de algo tan amplio como el lenguaje médico?
La idea de partida surge en el año 2006, cuando se me plantea la posibilidad de publicar la página semanal
Laboratorio del lenguaje, centrada en aclarar términos médicos y cómo escribirlos correctamente, en la que también se incluían diversas piezas breves sobre etimología, historia, dudas gramaticales, vicios arraigados, defectos de traducción, definiciones terminológicas, chascarrillos lingüísticos y más.
Más de 16 años después, con miles de entradas subidas a
Laboratorio de lenguaje y siete volúmenes recopilatorios -esta última es la séptima edición de la obra-, toda esta iniciativa se ha convertido en
una invitación permanente a los médicos de cualquier especialidad para que se animen a paladear el placer del lenguaje. Intento que mis colegas de fonendo, bata blanca, microscopio o bisturí se sientan fascinados por la opulencia léxica de nuestro lenguaje especializado, por la riqueza y antigüedad de nuestros tecnicismos, y por las asombrosas historias que
los vocablos médicos portan en su interior.
"Quiero que mis colegas se sientan fascinados por la opulencia léxica de nuestro lenguaje especializado"
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Toda la colección
tiene una vertiente didáctica y formativa: en casi todos los sueltos hay respuestas a incertidumbres y vacilaciones en el uso del lenguaje; explicaciones sobre la distinción entre parejas de términos afines o muy semejantes; trucos sobre el uso o la traducción del inglés médico; o anotaciones sobre grandes figuras médicas de ayer y hoy. Pero el objetivo primordial de mi labor divulgadora no es resultar instructiva, ni tan siquiera entretenida; busca ser por encima de todo un canto vitalista a la deslumbrante belleza del lenguaje especializado de la medicina.
¿Qué términos se han incorporado en los últimos años?
En cada tomo, una de las secciones lleva por título precisamente
'Vocablos novedosos'. En este séptimo volumen, comento en ella términos como adultescente, fabulIAción, huérfilo y neurotípico; los nuevos prefijos rona- y queta- del sistema internacional de unidades; las nuevas enfermedades que nos han traído las Tecnologías de la Información y Comunicación, como cyberchondriasis, FOMO, nintendinitis, oversharenting, text neck y whatsappitis; y algunos neologismos biomédicos recopilados por
El oteador de palabras de la Fundéu en los dos últimos años: afantasía, bicidoctor, biodiverciudad, bioinsumo, comelitona, fumatón, gerocultura, hambremia, karkubi, serumista, superanciano, trieja o virívoro.
En otros tomos de la colección abordo asimismo
neologismos médicos tan interesantes como abuelidad, anecado, biosimilar, capacitismo, doula, elático, flexitariano, gorditas, in silico, infodemia, megatarga, mpox, ómicas, ultrahuérfano, umami, vacunatorio o vapear.
Al igual que cualquier ser vivo, el lenguaje también se ve afectado por el entorno. ¿Qué eventos han impactado con más fuerza en su variante médica?
Yo destacaría dos que he tenido ocasión de vivir en primera persona. El primero de ellos fue, en el último tercio del siglo XX, el
auge imparable del inglés hasta llegar a convertirse, de modo indiscutible, en el único idioma internacional de la medicina. El segundo, el 30 de noviembre de 2022, cuando la empresa californiana OpenAI presentó al mundo su revolucionario asistente de conversación:
ChatGPT, GePeTo para mí -nombre con el que el autor define a esta
herramienta tecnológica-.
Precisamente, en el último tomo, dedica un capítulo entero a la Inteligencia Artificial, en concreto, a ChatGPT. ¿Cómo puede alterar este el lenguaje médico y por ende la propia profesión facultativa?
Desde su aparición hace poco menos de dos años, GePeTo
ha causado conmoción entre los profesionales de la lengua -periodistas, traductoras, redactores, profesoras, correctores…- por su capacidad para responder de forma coherente a preguntas complejas y generar textos de escritura impecable dotados de una naturalidad -por primera vez para mí, semihumana-. Pero también tiene un extraordinario potencial para la compilación de
diccionarios médicos adaptados a destinatarios de distintas edades o niveles educativos, para facilitar la comunicación entre médico y paciente, para elaborar resúmenes fiables o escribir artículos científicos, para impartir docencia médica, para interpretar complejas pruebas complementarias e incluso para
favorecer un ejercicio profesional de la Medicina más humano y de mayor calidad.
No es de extrañar que el pasado mes de enero naciera la revista médica interdisciplinar NEJM AI, que, bajo la dirección de Isaac (Zak) S. Kohane, catedrático y jefe del Departamento de Informática Biomédica de la Universidad Harvard, explora los avances, perspectivas, oportunidades y tendencias futuras de la inteligencia artificial en el ámbito de la Medicina. Por ejemplo, la irrupción de un nuevo cargo profesional, el de
responsable de IA sanitaria.
Humor lingüístico
Más allá de la tecnología y los vocablos, su libro cuenta con un apartado que habla de «Humor y lenguaje». Sin duda, el lenguaje puede ocasionar momentos muy divertidos...
En efecto, me tomo el humor bien en serio y en cada libro de
Medicina en español dedico un capítulo completo a explorar la confluencia entre humor, lenguaje y Medicina. Creo firmemente, como G. K. Chesterton, que lo divertido no es lo contrario de lo serio, sino de lo aburrido; y que pensar seriamente el humor es uno de los modos más eficaces de acercarnos a las realidades auténticas.
Como apasionado del lenguaje, me fascinan, por ejemplo, los chistes breves que combinan humor inteligente, lenguaje y Medicina en un formato de diálogo rápido y chispeante, apoyado en la pirueta satírica de un juego de palabras. Siguen cinco a modo de botón de muestra:
-¿Quieres una tila?
-Sí, hombre, un conquistador y arrasador de tierras es justo lo que me hace falta ahora estando de los nervios.
* * *
-¿Qué tal fue la operación del oído?
-Sí.
* * *
-¿Y cómo vas con la carrera de Medicina?
-حول الحلوى جاهزة تقريبا
-¡Ah!, ya estás a punto de graduarte…
* * *
-Quisiera comprar el libro de Fisiopatología de la fatiga y el cansancio.
-Lo siento, pero está agotado.
* * *
-¿Te has puesto la crema reafirmante?
-Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, ¡sííí!
Supongo que habrá situaciones algo humorísticas que provengan de malentendidos o un mal empleo de las palabras. ¿Emplean bien los médicos el lenguaje técnico? ¿Cuáles son los errores más habituales?
¿Alguien se imagina un médico que no dudara jamás? No lo hay, creo; y si existe, no puede ser bueno. Porque uno de los rasgos comunes a todo médico sensato es su predisposición a la duda. Ya lo dejó dicho, de hecho, Aristóteles: "Los grandes conocimientos engendran las grandes dudas; la duda es el principio de la sabiduría" o en " El ignorante afirma; el sabio duda y reflexiona".
Esta es la premisa del capítulo 'Dudas razonables', donde intento dar respuesta a algunas de las incertidumbres y vacilaciones más frecuentes que se plantean los médicos en relación con el
uso del lenguaje. Por ejemplo, ¿cociente intelectual o coeficiente intelectual?, ¿giardiasis o giardiosis?, ¿grupo O o grupo 0 (cero)?, ¿hematócrito o hematocrito?, ¿un hidrocele o una hidrocele?, ¿moretón o moratón?, ¿polaquiuria o poliaquiuria?, ¿zóster o zoster? o ¿Es correcto hablar de "mastectomizar", "medicamento homeopático", "menisco de la rodilla"?
Reivindicación del español como lengua de ciencia
El inglés se ha posicionado como la lengua universal de la ciencia. ¿Podría alcanzar el español una cuota similar o beberá todavía del inglés?
No cabe ninguna duda de que, hoy por hoy, la inmensa mayoría de los avances médicos y científicos se publican en inglés.
El médico de nuestros días debería estar plenamente capacitado, tras su paso por las aulas universitarias, para leer con soltura el inglés científico y expresarse también con una mínima corrección en inglés.
En los países que no tienen el inglés como lengua materna, como el nuestro, los científicos más destacados tienden a publicar los resultados de sus investigaciones directamente en inglés. Este proceder ha tenido dos consecuencias principales, yo creo. Por un lado, se ha creado
una barrera lingüística entre la ciencia médica universitaria de categoría superior -que se publica en inglés- y el ejercicio de la medicina en Atención Primaria -a cargo de profesionales que leen principalmente en el idioma materno-.
Por otro, se ha generalizado la creencia de que un artículo en inglés es, por el mero hecho de estar escrito en inglés, de mayor calidad que otro en español o cualquier otro idioma. Es más, en muchos países, de hecho, el método de valoración de un trabajo, determinante para la obtención de apoyo económico o para el ascenso profesional de sus autores, evalúa no la propia calidad del trabajo -que ni tan siquiera se lee-, sino factores externos asociados a la revista de publicación, que dependen en gran medida de la lengua de publicación y
favorecen siempre, sin excepción, a los trabajos publicados en inglés.
Entonces, la clave está en formarse y trabajar en inglés en ciencia médica, más que en el idioma materno.
Hemos de aprender el inglés, sí, y hacerlo lo mejor que podamos; pero
no resignarnos al monolingüismo científico. Me resisto a creer que la Medicina española e hispanoamericana se conforme con ocupar indefinidamente una mediocre posición secundaria en el gran teatro de la ciencia mundial. Y estoy convencido de que el español puede volver a ser una de las grandes lenguas internacionales de la cultura, también en el ámbito médico y científico.
Mientras llega ese momento,
es vital para nosotros seguir manteniendo el vigor de nuestro lenguaje especializado y su capacidad para expresar de forma precisa y eficaz el mundo que nos rodea y los nuevos descubrimientos científicos. Para ello, precisamos de más y mejores traducciones especializadas, con la máxima calidad; pero también de más y mejores libros de consulta, artículos originales y textos de todo tipo escritos directamente en
lengua española.
"Me resisto creer que la Medicina española se conforme a ocupar una posición secundaria en la ciencia mundial"
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Puede servir de modelo la Sociedad Española de Cardiología, que en el año 2002 optó por pasar a publicar la versión electrónica de su Revista Española de Cardiología en forma completamente bilingüe (español e inglés), y es hoy la publicación médica en español con mayor factor de impacto del mundo.
Además,
la irrupción de la IA generativa podría cambiar por completo el panorama actual, pues es de prever que ayude a derribar las barreras lingüísticas para la comunicación interpersonal en una medida nunca vista hasta ahora en la historia de la humanidad. Y lo más probable es que la lengua hegemónica, el inglés, sea a la postre la más perjudicada por ello.
Entonces, ¿hay que impulsar las profesiones relacionadas con la lengua en el ámbito de la Medicina?
Sí, porque están algo olvidadas. Es llamativo que siga siendo así, porque la pandemia de Covid-19 hizo que el ciudadano de a pie y la sociedad entera tomaran consciencia de
lo determinante que son la ciencia y la colaboración internacionales para afrontarla. Cuando hablamos de la ciencia internacional, no obstante, pocos se paran a pensar que el lenguaje, los idiomas y la traducción forman parte esencial de ella.
Muy al comienzo de la pandemia, el primer manual clínico sobre la Covid-19 se publicó en febrero de 2020, antes de que se describieran los primeros casos de transmisión local del coronavirus en Italia, en España, en los Estados Unidos. Y ese manual, escrito en chino, hubo de traducirse a decenas de lenguas en menos de un mes. Gracias a ello, cuando a España llegó la primera ola de la pandemia -la más mortífera de todas, con mucho-, los médicos de Atención Primaria en los centros de salud de Potes, de Silió, de Vega de Pas... pudieron leer en su propia lengua las primeras recomendaciones de prevención y tratamiento ante una enfermedad desconocida.
Por otro lado, la primera vacuna anticovídica registrada en el mundo, el 11 de agosto de 2020, muchos meses antes que la alemana de Pfizer-BioNTech, fue la vacuna desarrollada por el Instituto Gamaleya de Moscú; pero sus resultados se publicaron inicialmente en ruso, por lo que en España pasó inadvertida para la prensa general durante más de medio año. Hubo que esperar hasta febrero de 2021, tras la publicación de un ensayo clínico en inglés en la revista The Lancet, para empezar a oír hablar de ella como si fuera una gran novedad.
¿Debería de haber una asignatura particular en la carrera para tratar el lenguaje médico?
Mi respuesta solo puede ser un sí como una catedral. En algunas universidades españolas, de hecho, la hay ya. Mi alma mater,
la Universidad de Salamanca, incluye desde hace años la asignatura 'Lenguaje biosanitario' en el plan oficial de estudios de la Facultad de Medicina. A veces sueño que todas las universidades de España siguen su ejemplo y las futuras promociones de médicos reciben su diploma de grado habiendo cursado antes una asignatura de comunicación y lenguaje médicos.
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