Tras encontrar por casualidad unas cuartillas a modo de diario pertenencientes a un
estudiante de Medicina, el escritor
Antonio Soler quiso adentrarse en un imaginario apasionante y perturbado que ha dado como resultado su última novela:
'Yo que fui perro' (2023). Era un reto complicado, ya que sólo contaba con "diez o doce páginas" sobre las que
desarrollar una historia completa en la que todo lector quisiera sumergirse.
Tras leer por primera vez estas páginas, Soler las guardó en un cajón y, sin darse cuenta, las dejó unos años 'cogiendo polvo'. Pasado ese tiempo volvió a cruzarse con ellas - de nuevo de forma inesperada - al ordenar los papeles de su escritorio. Fue en ese momento cuando procedió a examinarlas detalladamente y decidió tomarlas como
punto de partida para próxima novela.
Enseguida observó que el joven autor del diario estaba "bastante obsesionado con su novia". Tanto, que apenas daba más información sobre su vida. Hizo falta entonces crear desde cero
un contexto en el que enmarcar al protagonista, así como imaginar y conformar el resto de personajes que formarían parte de su historia. Eso sí, su
formación académica permanecería intacta en el relato: "Decidí mantener algunas de las cosas de las que estaban en el origen de todo, como su condición de
estudiante de Medicina, y a partir de ahí empecé a escribir", explica.
Estatus social de los estudiantes de Medicina
Y es que este
Grado universitario proporcionaba al escritor, de manera indirecta, algunos 'hilos' de los que 'tirar' al construir la psicología del protagonista. Más allá de sus
aspiraciones profesionales, el autor enseguida percibió a través de los escritos del joven que éste "quiere que su carrera sea una especie de 'trampolín' o ascensor social", e incluso recuerda que su deseo de un
estatus social elevado aparece varias veces de manera explícita en el extracto original.
Soler enmarca al estudiante en "una clase media o media-baja" de la cual intenta escalar gracias a su profesión. El joven exterioriza públicamente este deseo hasta el punto de que sus propios vecinos le califican como "el privilegiado" del edificio. También muestra un trato peyorativo a
alumnos de otras disciplinas académicas, de hecho, el escritor identifica cierto "prurito de superioridad" en su actitud: "Habla de los compañeros de de su novia que estudian Magisterio, como una 'carrera inferior'", recuerda.
No obstante, la
carrera de Medicina en sí misma aparecía de manera superficial en el texto original, por lo que Soler se vio obligado a documentarse al respecto para incluir más detalles. Lo hizo ya que, además del componente social quiso mantener en su relato ficticio la
dimensión científica de esta disciplina, así como establecer una especie de 'vínculo' conceptual entre esta novela y
'El árbol de la Ciencia', de Pío Baroja, en la que su personaje principal, Andrés Hurtado, también
estudiaba dicha licenciatura.
Violencia de Género y Medicina en una misma novela
Una vez aclaradas todas estas cuestiones y a medida que iba redactando este libro, Soler se dio cuenta de que estaba embarcándose en una historia sobre la
Violencia de Género, concretamente la que ejercía el joven estudiante hacia su pareja.
En las casi 300 páginas que componen el relato, el escritor ha querido adentrarse en la
mente de un maltratatador y en la manera en la que autopercibe sus acciones: "La novela claramente aborda ese asunto, pero con un interés, desde mi punto de vista, siempre literario, de conformar un personaje, de entrar en la en la
Psicología de una persona que a sí mismo
se considera víctima", expone. "Es un desbarre absoluto, pero en ningún momento se consideran a sí mismos como gente indeseable", concluye.
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