“Yo me fijé en la luz como vibración, palpitación, latido, diferencia, desnivel, base vital”.
José Val del Omar, cinemista -por su doble condición de cineasta y alquimista- y referente de la experimentación audiovisual, resumió así parte de su fuente de inspiración para articular su famosa
Teoría de la Visión Táctil en la revista
Espectáculo en febrero de 1959. Precisamente en la naturaleza convulsiva o plural de la luz se halla la explicación de su manifestación dispar, siempre a expensas del interés o de la mirada del que la interpreta o la recibe, ya sea sobre sí mismo, ya sobre otros.
“
Albedo es la fracción de luz solar que un cuerpo refleja de forma difusa”, reza la sinopsis del libro homónimo, recientemente publicado por
Orpheus Ediciones. No es casualidad, por ende, que su autor, el especialista en
Medicina Familiar y Comunitaria, amén de diputado nacional por Sumar,
Rafael Cofiño, eligiera esa palabra líquida y amable para titular una obra que “recoge una serie de historias breves, en las cuales se habla de personas y objetos en los que la luz incide, se absorbe y se refleja”, todo ello con cierto trasfondo sanitario.
Deformación profesional lo llaman.
“Son textos sueltos, no necesariamente interrelacionados, que cierran con uno final basado en el trabajo durante la
pandemia que tiene mucha fuerza", explica Cofiño a
Redacción Médica. Es la primera vez que el coordinador del
área sanitaria de Sumar plasma experiencias propias en un libro. En 2007 publicó
La añoranza de Artemio Rulán -cuyos beneficios de venta se donaron a un proyecto para
refugiados en el Sáhara-, en 2017 hizo lo propio con
Los gorriones de Artemio Rulán, y en 2010 participó en la iniciativa colaborativa
50 maneras de ser tu amante. El facultativo reconoce que esas tres obras tenían una base “mayormente poética y de ficción”, una línea distinta a la seguida en
Albedo (pájaros, aviones y perros), si bien lo que se recaude también tendrá fines humanitarios: se destinará a la Agencia de
Naciones Unidas para la población refugiada de
Palestina (
Unrwa).
El libro casi recién salido del horno recopila episodios y reflexiones que Cofiño fue escribiendo a lo largo de los años, desde 2005, y publicando en un blog personal. Fue después de la
pandemia de coronavirus y de que él dejara de ser
director general de Salud Pública del Principado de Asturias, en 2021, cuando empezó a reunirlos en un único volumen.
“No se trata ni siquiera de pequeñas historias, sino de pequeñas imágenes, sobre todo basadas en
temas familiares”, concreta el autor, cuya inspiración, según detalla a este medio, bebió de dos pilares: por un lado, “la infancia o las infancias”; por otro, “las ausencias y las pérdidas”, especialmente las de sus padres. Una suerte de camino cíclico, una espiral que gira y se repite hasta la eternidad.
Medicina y literatura, dos mundos conectados
Es así como Cofiño ha logrado casar
dos mundos en apariencia incompatibles como la Medicina y la literatura. “
William Carlos Williams, uno de los mejores poetas de la historia de Norteamérica, era
médico de Familia”, recuerda antes de reconocer que escribir, más allá de suponer para él una vía de escape de su trabajo, se erige en una oportunidad para practicar una suerte de “combinación de artes”.
“En el ámbito sanitario muchas veces va todo muy rápido, y la poesía y la literatura no dejan de ser una reflexión sobre
la belleza que muestra la realidad para repasar asuntos de la vida que, a veces, no tenemos tiempo de procesar”, valora. Igual que un pequeño haz de luz oscilante que, desde la mesura, ilumina poco a poco una habitación para rescatarla de la oscuridad.
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