La
salud mental ha pasado a ser un tema omnipresente en la
esfera política, especialmente tras la llegada del
Covid-19. Su posición en el centro del debate pone de relieve la vulnerabilidad de la gente y la
patologización de problemas "normales de la vida" que, a menudo, son tratados como géneticos.
Así lo advertía hace 13 años Marino Pérez como coautor del libro "
La invención de trastornos mentales". La pandemia no ha hecho sino reforzar algunas de sus teorías como la relación entre los problemas psicológicos y los problemas de la vida (
confinamiento, incertidumbre, pérdidas, soledad).
El problema, explica, es la "la vulnerabilidad de la gente y la patologización de problemas normales de la vida", derivados de la sociedad. Esta, acaba naturalizándolos como problemas genéticos y neuroquímicos, de manera que "al final nadie es responsable de nada".
"El código postal dice más de la salud de la gente que el código genético", afirma, al negar que se trate de una "lotería genética" sino de aspectos sociales. Critica, asimismo, la instrumentalización partidista de la salud mental y señala al estado como "responsable de que los individuos no estén a expensas del mercado
ni se mercadee con la salud mental".
Muchos
trastornos mentales se han mantenido y otros han crecido como el trastorno bipolar y el
TDAH adulto El problema viene, explica, cuando categorías sociales conocidas por sus siglas en inglés como FOMO (
miedo a perderse algo por no estar conectado a la red), FLO (sentirse excluido en las redes sociales) y ROGD (disforia de género de comienzo rápido) llegan a convertirse en categorías clínicas.
"Normalizar, esperar y ver"
Otra de las novedades diagnósticas es la consideración de la
noción de espectro "aplicada prácticamente a todas las categorías" y que "termina por diluir categorías diferentes y por patologizar aspectos normales ahora abarcados como 'trastorno del espectro' autista, bipolar, de la adicción, psicótico, etc".
El problema, afirma, es que los umbrales de sensibilidad de la gente para tener 'síntomas' de algo son "cada vez más bajos" y y "los clínicos son pródigos en diagnosticar en buena medida presionados por los usuarios y el sistema sanitario".
Más que un plan de acción, el experto en psicopatología cree que habría que tener en cuenta "la prevención cuaternaria consistente en abstenerse de emitir diagnósticos y medicar y en su lugar normalizar, esperar y ver"."No existen marcadores biológicos ni pruebas psicométricas que digan cuando, por ejemplo, la tristeza es depresión o la actividad de un niño es TDAH".
Medicar problemas psicológicos
No obstante, las herramientas para tratar estos problemas no han cambiado, advierte, convencido de que sigue existiendo un abuso de las terapias farmacológicas. No solo en términos cuantitativos sino en términos cualitativos a la hora de "
medicar problemas que no son químicos, sino psicológicos, sociales, existenciales, en general, problemas de la vida".
Cita como ejemplo, la
ansiedad y la depresión, categorías existenciales que han tomado "la delantera" en los últimos años, y en las que resulta más efectiva la "química de la relación terapéutica y de las demás relaciones sociales, que la química de la medicación que supuestamente corrige un desequilibrio neuroquímico, que no existe".
Dicho
desequilibrio, paradójicamente, aparece "después de la medicación, por lo que a menudo se necesita seguir tomándola."
"Esto no quita que la medicación sea útil, que lo es, pero como un recurso, no el tratamiento. La medicación no es, en realidad, un tratamiento que esté corrigiendo las causas o condiciones de los trastornos psicológicos (o mentales)". Aún así, redunda en una "mala solución" a su juicio, no sólo porque
no atiende a las condiciones del problema ni enseña a abordarlas, sino también "porque puede ser una solución iatrogénica".
Pérez explica que, en la tradición psiquiátrica, escuchar a las personas era lo normal, ya que en eso consistía la psicoterapia. Sin embargo, tal y como defiende en su libro, cree que con el tiempo se ha ido generando una teoría de la “invención".
Aparición de trastornos "inventados"
El reducido ratio de profesionales por habitante dificulta este último punto. "Escuchar a las pacientes y tratar de entender lo que les pasa en el contexto de su vida requiere más tiempo, pero también sería mejor. En este sentido son los psicólogos los que 'escuchan a las personas', no a los
fármacos", asegura el facultativo, a la hora de pedir más profesionales.
Situar, por tanto, la
salud mental en el centro del debate pone de relieve "la inadecuación de la medicación como solución más socorrida y a su vez la necesidad de ayudas psicológicas más acordes con la naturaleza de los problemas".
Un exceso de atención hacia este área podría, no obstante, aumentar la aparición de trastornos inventados en cierto modo ya que, a diferencia de las enfermedades propiamente médicas, como la diabetes, son influenciables por los propios diagnósticos.
"Cuando un clínico diagnostica depresión o TDAH, está
influyendo la manera en que las personas se ven a sí mismas y son vistas por otros". Además, dicho problema, en su opinión, termina "por reducirse a unos cuantos síntomas descontextualizados de la vida y las circunstancias de la persona".
"El diagnóstico psiquiátrico no tanto describe una realidad, como de hecho la prescribe conformándola de esa manera. No se trata de una mera sugestión del paciente, sino de un procedimiento que tiende a confirmarse a sí mismo", aclara el doctor en Psicología.
Por contra, si se pregunta a la persona y "se explora cómo fueron las cosas se entendería lo que le pasa sin necesidad de invocar una enfermedad latente", opina, convencido de que los fenómenos psicológicos/psiquiátricos son influenciables por cómo se nombran.
La predisposición comienza incluso en las encuestas y cuestionarios, afirma, cuando se conciben como 'síntoma' las respuestas que "se dan por ejemplo a la pregunta de
si has tenido ansiedad o te has sentido triste", ya que dicho término, per sé, "conlleva la preconcepción de enfermedad". Lo correcto, en estos casos, sería referirse a ellos como "problemas y no enfermedades", además de abordarlos en el contexto de la persona y sus circunstancias.
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