“Pasar de la teoría a la práctica es un gran reto para todos los
residentes. En mi caso, además, he sido novata dos veces”.
Gaby Narváez es
R4 de Medicina Intensiva en el
Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid. A finales de su primer año como residente, tras haber superado el hecho de ser una recién llegada y la parte práctica general, aterrizó en la
Unidad de Vigilancia Intensiva (UVI) y se dio cuenta de que, realmente, lo que había aprendido hasta entonces le servía de poco: “Era todo diferente: la terminología, los fármacos que se administran… Es que ni siquiera entendía cómo hablaban mis adjuntos”.
Gaby cuenta que, prácticamente, fue como aprender un
idioma: “El lenguaje es distinto por el tipo de cosas que hacemos: los modos de ventilación, hablar por presiones… Eso no se aprende durante la carrera porque en muy pocos casos se hace una rotación por
Críticos. Así que empiezas de cero, todo es nuevo”.
Afortunadamente, los
MIR de Intensiva del Ramón y Cajal siempre cuentan con el apoyo de los
médicos adjuntos. “Cuando no sabía nada siempre me sentí respaldada, no sentía que mi ignorancia pudiera ser algo malo para los pacientes porque no estaban expuestos, siempre había alguien detrás vigilando lo que hacía. La
tutorización es excelente”, destaca la residente.
LA RELACIÓN MÉDICO-FAMILIA
“En toda la Medicina, la relación médico-paciente es crucial, pero en Intensiva se añade la relación médico-familia. Los familiares saben que su ser querido está muy grave, que las visitas son restringidas y que no pueden darle todo el cuidado que quisieran mientras está aquí. El tipo de comunicación que tengas con ellos les ayuda a mantener la confianza durante el tratamiento”, destaca Gaby Narváez. “Los pacientes están monitorizados todo el tiempo, siempre hay alarmas pitando, muchos números… Esto no lo entienden y, si no logras entablar una buena relación con ellos y que confíen en ti, la probabilidad de que la familia esté estresada y sufra es muy alta”, añade. Según la residente, las pautas básicas de comunicación son ser lo más claros posible, intentar decirles siempre la verdad, explicarles cuál es la enfermedad, cuáles son las opciones de tratamiento y qué esperar de cada una. En definitiva, “acoplar este mundo tan complicado de la UVI a un lenguaje más sencillo y más fácil de entender”.
MENOS DE DIEZ MINUTOS PARA DECIDIR
Otro factor que hace particularmente intensa la especialización de esta residente es la
gravedad de los pacientes. “Llegan en situaciones muy críticas, lo que añade dificultad. Casi todas las decisiones que hay que tomar son
muy urgentes, tienes que hacerlo en
menos de diez minutos”, relata. Gaby reconoce que, al principio, ningún residente está preparado para ello, pero que gracias a la supervisión, al respaldo y a la experiencia de los adjuntos, aprenden e interiorizan las pautas de lo que tienen que hacer.
La R4 de Intensiva destaca el dinamismo y la diversidad de la especailidad.
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“La ventaja de mi Servicio, y creo que de casi todos los de Intensiva, es que tenemos bastante
tutela. Durante los primeros años de residencia, el tratamiento lo administran los adjuntos y te van explicando qué cosas son prioritarias, qué tienes que ver. Otro aspecto positivo de este hospital es que las
guardias las hace un residente menor con uno mayor, lo que favorece que te sientas más cómodo y que te atrevas a
plantear dudas que quizá no confiarías a otra persona”, detalla.
Los profesionales de la UVI atienden a pacientes con enfermedades graves, pero tienen la posibilidad de recuperarles. “Para mí, lo que hacemos en Medicina Intensiva es una forma de
comprar tiempo. En fases terminales hay pocas opciones, pero en el mejor de los casos puedes devolver a la persona a su
estado previo a la enfermedad”, señala la R4.
DINAMISMO Y DIVERSIDAD
Para Gaby,
la residencia y la especialidad han superado sus expectativas: “Me gusta muchísimo, disfruto cada momento que estoy aquí y creo que realmente he encontrado el sitio de la
Medicina que es para mí”. Explica que se decantó por Intensiva porque “buscaba una
especialidad mixta, que aunara la parte clínica y el
dinamismo de los procedimientos”. Además, destaca que, en un mismo día, “puedes ver todo tipo de pacientes y de patologías”.
“Lo que hacemos en Medicina Intensiva es una forma de comprar tiempo para los pacientes”
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Eligió el
Ramón y Cajal porque “es un hospital grande con especialidades muy fuertes y, al tratarse de una
UVI polivalente, se amplía el rango de pacientes que atendemos”. El tamaño de este centro sanitario hace que los intensivistas trabajen
bajo presión: “El hospital tiene 14 camas de críticos polivalentes y siempre nos quedamos cortos para la demanda que hay. Pero la
carga asistencial se debe a nuestro tipo de UVI”, explica la residente.
Disfruta, sí, pero también reconoce que la etapa como residente es complicada: “Aparte de las
guardias, tienes que sacar tiempo para
estudiar e intentar mantener una vida activa, porque no solo eres médico, también sigues existiendo como persona. Es complicado tener
vida personal, pero se puede y los amigos siempre están dispuestos a acoplarse a tu disponibilidad. No es lo más fácil del mundo, pero es viable”. Y le inquieta la
oferta laboral posterior: “En la Sanidad pública no salen plazas y en la privada hay competencia porque los
anestesistas también pueden llevar a los pacientes críticos”.
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