La
huelga de los residentes de Granada ha sacudido a todos los MIR del país, que se plantean si un poco de presión vendría bien para mejorar sus sonadas precarias condiciones laborales. "Hemos seguido la huelga muy de cerca porque son compañeros a los que muchos conocemos en persona y lo hemos vivido con mucho miedo y con pena", reconoce Leticia Valle, de 29 años y residente en el
centro de salud de Almuñécar (Motril). "Vemos que Granada es un reflejo de lo que pasa aquí. No al mismo nivel pero vemos que hay muchas carencias que nos están perjudicando, a
nivel de Urgencias sobre todo", añade.
La huelga, se antoja aún como una posibilidad para Leticia y sus compañeros. "Nosotros también hemos estado hablando sobre si hacer lo mismo o no. Ahora estamos más contentos porque
vemos que han conseguido muchas cosas y han sido muy valientes. Les hemos apoyado desde el primer momento y estamos muy orgullosos de ellos", se congratula la joven médica, que no descarta seguir su ejemplo: "Todavía
nos estamos planteando el tema de la huelga porque tenemos que seguir luchando por una formación adecuada, que no en todos momentos se está cumpliendo. Queremos conseguir una docencia respetable y, sobre todo, un trabajo digno en el que no nos machaquen con tanto trabajo". reclama.
UNA ESPECIALIDAD DE FAMILIA
En mayo, Leticia comenzará su último año de
residencia como R4, pero recuerda bien lo que sintió al empezar su estancia. “Tenía mucho miedo y estaba muy perdida. No sabía muy bien dónde me había metido. Fue un cambio grande de estar estudiando en la
facultad a estar trabajando y tener responsabilidades”, explica la joven, que añade: “No sabía bien ni qué era ser Médico de Familia. Ahora cuando entran los R1 les veo muy como yo, con esa cara de asustaíllos y con mucho camino por delante”.
Leticia cursó el primer año de carrera en Huesca, hasta que pudo cumplir su sueño de estudiar en Granada. “Recuerdo la
preparación del MIR con muchos nervios, no pude comer en todo el día. Yo veía que había mucho nivel y aunque intentemos no hacerlo, al final te acabas comparando y veía que el resto de compañeros de la facultad sacaban muy buenas notas", recuerda la especialista, a quien le esntraron dudas: "Yo veía que
las notas eran muy altas y que la gente estudiaba mucho. Yo ibapoco a poco y me costó mucho. Pero luego saqué mi plaza y estoy contentísima de haber caído donde estoy”, explica Leticia, hija de una médica de Familia.
ENGANCHADA
"Yo prefería quedarme en Granada por la cercanía con mi familia y me quedé con la última plaza de Motril". Leticia, que vive en Almuñécar, se sorprendió gratamente de su especialidad: "de todas las capacidades a las que se habilita a un
Médico de Familia, la cantidad de cosas que podemos hacer en el día a día. No solo pasamos consulta de lunes a viernes, sino que hacemos muchas otras actividades. Ahora estamos aprendiendo a
hacer ecografías de tiroides y abdominales, estamos también con varios procesos de dermatología… Manejamos muchas patologías y fármacos y eso me gusta muchísimo", relata la joven, a la que le costóun poco adaptarse a su nueva vida.
"Yo la residencia la considero como un tiovivo, al menos en mi experiencia personal. Porque vas pasando por tantos servicios y especialidades, y ves tantos médicos diferentes que es como que estás pero no estás. No estás siendo médico de familia porque
estás siendo médico de muchas especialidades y eso te da un poco el bajón al pensar si te hubiera gustado más ser cardióloga, por ejemplo", confiesa la joven, que ahora está encantada con su elección.
"Al principio era un poco de haber cómo va esto, pero al final la Medicina de Familia te acaba enganchando. Cuando estás en el Hospital rotando y ves otras especialidades que son bonitas y atractivas, como Cardio o Cirugía;y piensas que quizá sacando otra nota podías haber elegido otra", rememora Leticia, que alaba las peculiaridades de su especialidad: "es súper amplia,
te abarca no solo la enfermedad y las patologías, sino también la vida social y familiar de mucha gente, que te conoce por tu nombre y tu historia. Es muy bonito el vínculo que se establece entre el médico y el paciente. Es algo diferente de lo que pasa en otras especialidades y es muy bonito", se congratula.
LAS GUARDIAS, ESPABILAN
Los primeros años, asegura la joven, "
las guardias se llevan regular": "Te gustan porque aprendes una patología urgente y son bonitas porque estás con los pacientes en un momento más crítico y aprendes a ayudar y escuchar. Gracias a las guardias coges seguridad para resolver rápido y cambias mucho la forma de actuar”, afirma Leticiam quien confiesa haber "espabilado mucho" gracias a ellas aún con el temor del principio. "Tienes miedo a meter la pata, se pasa regular porque estás
adquiriendo conocimientos más rápido de lo que debería ser. Y no siempre te pueden tutorizar los médicos, aprendes a sobrevivir en el caos", rememora la joven, que recuperó la calma al convertirse en R3: "Te planteas dónde te has metido, porque es mucho trabajo y difícil, sobre todo siendo R2. Ya cuando llegas al tercer año, adquieres más seguridad, más competencias y más conocimientos y te vas asentando como médico".
Esa sensación de agobio es algo que le cuesta olvidar a la joven. "Tienes que estar al ritmo de un adjunto que lleva
quince años trabajando en Urgencias". Afortunadamente, siempre ha contado con muy buenos compañeros: "me llamaba la atención la cantidad de médicos y enfermeros que había en el centro de salud. También los profesionales que he encontrado en Almuñécar, todos con una capacidad de trabajo y de salir adelante aunque el barco se esté hundiendo. Son muy luchadores y trabajadores", alaba la especialista, que todavía no ha decidido qué hará al terminar la residencia.
"Me queda un año entero para pensar y aprender lo más que pueda y quiero aprovechar la residencia porque es una oportunidad estupenda para formarte cono el médico que quieres ser", sentencia. "Dentro de un año ya veré", explica Leticia, que tiene curiosidad por ver cómo se trabaja también en otras comunidades.
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