William Shakespeare revolucionó el modo de hacer teatro. Revolucionó el inglés como idioma. Su obra literaria ha sido estudiada ampliamente desde una perspectiva política, pero pocos han reparado en una visión no menos importante de su trayectoria: el dramaturgo tenía
amplios conocimientos de ciencia y de Medicina, y su fascinación por esta vertiente la trasladó a sus creaciones de una manera no ornamental, sino como anclaje fundamental para entretejer los ámbitos médico y político que tantas veces se han interpretado sobre un escenario.
En muchas de sus obras aparecen
personajes que son médicos. En
Coroliano se compara el Estado y las distintas clases sociales con el cuerpo humano y los distintos órganos. En
El rey Lear, Cordelia enumera una larga lista de plantas con propiedades medicinales. En
Romeo y Julieta, Fray Lorenzo conoce las drogas y sus efectos en el organismo hasta el punto de elaborar la sustancia que ella ingerirá para hacer creer que está muerta. El Padre de
Hamlet es asesinado con una droga letal administrada por el oído. Ricardo III padece escoliosis y psicopatía.
Hamlet tiene depresión. Lear, demencia. Otelo, celos patológicos. Julio César, epilepsia. En
Ricardo II, el enfrentamiento entre dos nobles se plantea en términos de cólera y la mediación del rey para su resolución, en términos de una purga que evite la sangría, tratamiento habitual en la Medicina galénica.
Estas líneas son solo algunos de los ejemplos que enumera
Vicent Montalt, filólogo de formación y especialista en Shakespeare (con una tesis sobre intertextualidad y oralidad en la obra dramática del dramaturgo inglés, Universitat de València, 1996) y en traducción de textos médicos, quien desde hace años está
revisando la obra de Shakespeare para resaltar los múltiples nexos con los conocimientos médicos del autor. Desde 2003, la
Universidad Jaume I de Castellón donde trabaja ofrece un máster en traducción médica que él diseñó y dirige. Su bagaje tanto profesional como académico en el campo de la traducción médica le llevó por la senda de la vertiente investigadora, que finalmente se amplió hacia Shakespeare. “Llegó un punto en que no me pude resistir a analizar la cuestión médica en Shakespeare. Me apetecía mucho
tender ese puente entre teatro y Medicina, entre ciencia y literatura. Los estudiosos no se han fijado en estas referencias médicas tanto como en otras cuestiones”, explica en conversación con LA REVISTA de Redacción Médica.
CAMBIO DE PARADIGMA CIENTÍFICO
Según este experimentado profesor, en la época de Shakespeare las fronteras entre lo médico y lo literario son muy difusas, pero su obra está llena de alusiones directas o indirectas al campo de la Medicina. El inglés sentía fascinación por ese ámbito, y vertió sobre el escenario toda su pasión por la ciencia, influida seguramente por la buena relación
su yerno, John Hall, que era médico. En aquel momento, además se cambió el paradigma científico, pasando de las teorías más galénicas a las teorías más tendentes a la Medicina académica.
Y a
esta visión de la obra del inglés accede Montalt desde la traducción, el lenguaje y la comunicación médicas, no desde el conocimiento de un médico titulado. “Yo colaboro con médicos que me ayudan a contrastar mis estudios y conclusiones, pero principalmente
médicos que tienen una perspectiva histórica de la Medicina, más allá de los conocimientos actuales, que permite ver cómo el conocimiento médico ha evolucionado a lo largo de los siglos y cómo los cambios de paradigma han afectado a la forma en que el lenguaje y los términos han ido cristalizando.
Sin esa perspectiva histórica, de poco me sirve un conocimiento médico clínico”, asegura.
Vicent Montalt en su despacho en la Universitat Jaume I.
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Su estudio, que está aún en curso pese a que se han publicado ya dos partes de la investigación, se enmarca en las llamadas
Medical Humanities, una corriente nacida en el mundo anglosajón que se mueve en un terreno interdisciplinario bastante novedoso. “Estamos acostumbrados a entender a
Shakespeare desde una perspectiva muy literaria, pero si lo miras con detenimiento salen a la luz cuestiones muy interesantes que ayudan a entender otra dimensión del asunto”, aclara. Pero, ¿cómo percatarse de eso?
Según Montalt, el teatro es muy material, muy corpóreo, muy conectado con la conceptualización del cuerpo en todas sus dimensiones. “Tienes que fijarte en cómo evoluciona un personaje, cómo se expresan esos cambios emocionales a través del cuerpo, la voz, el uso del espacio, y cómo esos cambios emocionales tienen su origen en las palabras que se han dicho sobre el escenario. Vemos cómo esas
palabras son el detonante de transformaciones del cuerpo, que pueden llevar al extremo de la locura, del éxtasis, de la apoplejía, de la histeria. No mires tanto la obra como algo literario, sino más como una cosa corpórea, orgánica, material, física, empírica… Shakespeare es un
dramaturgo de lo físico, lo empírico, sin olvidar lo trascendental. Pero su lenguaje es muy palpable, muy conectado con lo físico, con el cuerpo en su vertiente de salud y de enfermedad”, aconseja.
MUCHOS EJEMPLOS
Y será en ese momento cuando se
verán claras las referencias: la
epilepsia, que aparece en muchos personajes del dramaturgo. La
locura, desde un punto de vista más psiquiátrico, también se repite. Construcciones de personajes y escenas concretas que se asientan en nociones médicas y aspectos corpóreos. Personajes que
se desmayan y otros que
encolerizan. Shakespeare describe el proceso de la
cólera desde el punto de vista físico y emocional, y cómo eso tiene consecuencias políticas en las escenas. La teoría de los
humores corporales, entendiendo humor como el líquido del organismo, que para tener salud debe tener equilibrio entre los cuatro diferentes humores. La
sangre, que aparece constantemente, metaforizada para, desde un aspecto físico, anatómico, expandirse hacia el plano más político o más moral. La
óptica, la
visión, los reflejos en espejos, que muestran la fascinación del autor por la percepción ocular. La
melancolía en términos médicos que puede llevar a una reflexión de carácter más político.
Imagen del dramaturgo inglés.
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Además, hay
muchos personajes médicos como tal, esos médicos de la época que no son especialistas pero que atienden a los personajes en momentos de flaqueza física o emocional. Son
generalistas, con conocimientos de todo tipo: sustancias –fármacos o drogas-, cirujía, síntomas… “En
Macbeth, por ejemplo, el médico es un personaje que aparece de manera bastante breve pero tiene un peso específico importante, porque es una tragedia en la que se va degradando poco a poco el estado moral, emocional y físico de los personajes. Hay problemas de insomnio, éxtasis, locura, etc”, expone Montalt.
Este profesor de traducción recuerda que en la obra del dramaturgo la Medicina no está como simple adorno de lo político, sino que construye estas situaciones o personajes relacionándolo todo, creando una
visión más holística de la ciencia, la Medicina y el teatro.
No es director de escena pero ha colaborado con actores y directores y ha formado parte de proyectos teatrales al haber traducido obras publicadas por el Instituto Shakespeare de la Universidad de Valencia, y si tuviera que dirigir una obra del inglés les diría a los actores que se fijaran en, por ejemplo, cómo se construye, cómo se encolerizan dos nobles en
un texto como Ricardo II. “Fijaos en
todos los apoyos que os da el dramaturgo sobre lo que es la cólera, y el cólera, todas las transformaciones y
sensaciones físicas que proporciona el texto, y a partir de ahí os será mucho más fácil construir esas sensaciones sobre el escenario para que lleguen realmente al público, porque no se trata de decir las palabras en voz alta y que salgan del escenario al público. Se trata de que esas
palabras generen sensaciones concretas, se materialicen en cuerpos concretos. El teatro no es literatura hablada, son hechos concretos, cuerpos concretos, emociones concretas, mentes concretas, todo interactuando. Por eso el conocimiento del cuerpo, de las emociones y la mente desde la Medicina es tan importante para el teatro. Y por eso la Medicina puede entender mejor el cuerpo y la mente gracias al teatro, que los muestra detalladamente sobre el escenario”, sentencia el profesor.
otro ejemplo contemporáneo
Montalt admite que ya le cuesta ver una obra de teatro sin el filtro que le ha creado la investigación sobre Shakespeare, y asegura que de momento seguirá analizando al dramaturgo inglés porque se encuentra cómodo y hay material abundante. Pero a nivel contemporáneo se ha fijado también en el neurólogo británico Oliver Sacks, “que sería un caso muy interesante también para ver cómo rompe las fronteras entre literatura y neurología. Cuando lees un relato suyo estás leyendo un caso clínico, pero también una historia cuyo grado de ficción no sabes. Juega mucho a moverse en ese terreno entre literatura y ciencia, a romper los moldes de los géneros a los que estamos acostumbrados, darles la vuelta y aprovechar para contar, más y mejor, en definitiva, para humanizar la Medicina. La obra aporta mucho como divulgador de la neurología y también por esa forma particular de construir el conocimiento. Aporta cosas que a lo mejor no aportaría un caso clínico estándar. Me interesa esa interfaz entre Medicina, teatro, comunicación y lenguaje”, asegura Montalt.
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