La Revista

Tres pacientes que desafían a la silla de ruedas

La ciencia se alía con varias historias de superación personal en el ensayo clínico de regeneración medular

El investigador argentino Luis Geffner, los doctores Mercedes Zurita y Fernando Vaquero, del Puerta de Hiero, y los pacientes Andrés Herrera, María Luisa Peña y Raúl Otero.

23 sep 2017. 20.00H
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POR SERGIO LÓPEZ
Joana Huertas
Una noche aciaga de hace 22 años, María Luisa Pina Verdú, enfermera y fisioterapeuta, sufrió un grave accidente de tráfico con su motocicleta en Formentera. “Una ráfaga de aire y esa raya blanca, que sabes que resbala”, recuerda. Un “golpe de mala suerte” que acabó con ella tendida en el suelo sin poderse mover. El diagnóstico, demoledor –lesión medular completa, a la altura de las vértebras B6 y B7–, le condenaba a pasar el resto de su vida postrada en una silla de ruedas.
 

María Luisa Peña.

A María Luisa no le gusta recordar la época inmediatamente posterior al accidente. Se había establecido en Formentera después de haber pasado muchos años trabajando en el madrileño Hospital de La Paz, donde tenía su plaza. Estaba “muy feliz” con su nueva vida en la isla balear, más tranquila y con el mar al lado, rememora. Todo ese sueño se esfumó de la noche a la mañana.
 
A partir de ahí, tras un periodo de inevitable abatimiento, esta enfermera valiente se pasó las siguientes dos décadas buscando una cura que, en teoría, no existía. “Sabía lo que era la lesión medular, que era incurable. Pero yo la esperanza no la podía perder, porque era lo que me mantenía con vida”, explica. El tiempo le acabó dando la razón frente a aquellos que le recomendaban resignarse.
 
En los últimos años han caído muchos dogmas sobre la irreversibilidad de las lesiones del sistema nervioso. Hace no demasiado tiempo pensar que un paciente con una lesión traumática de la médula espinal pudiese volver a andar era considerado simplemente una quimera. Estaba claro que el tejido nervioso no se podía regenerar por la simple razón de que las células nerviosas no se reproducen. Pero, en esas aparecieron las células madre. La paraplejia, sigue sin tener una cura propiamente dicha, pero, gracias a ellas, sí se dibuja nítida una esperanza de recuperación para estos pacientes.
 

Raúl Otero.

El Hospital Puerta de Hierro, en Madrid, es uno de los que más está contribuyendo a que personas cuyas vidas se truncaron por una fractura de la espina dorsal vuelvan a ponerse, literalmente, en pie. El programa de Terapia Celular para Discapacidad Neurológica que dirige el neurólogo y profesor Fernando Vaquero está logrando resultados notables: pacientes que recuperan el control de esfínteres, la sensibilidad en las piernas y cierta movilidad. Aunque ninguno de ellos haya podido dejar todavía la silla de ruedas, todos han reducido su nivel de dependencia.
 
“En 2011 vi en la televisión al doctor Vaquero presentando el proyecto y dije, ‘esto es lo que yo quiero”, recuerda María Luisa. Tras ponerse en contacto con el Hospital y someterse a varias pruebas fue incluida como candidata en el ensayo. “Desde ese día empecé a mejorar”, explica. En principio fue una mejora meramente anímica, claro está, pero enseguida vinieron los resultados a un nivel palpable. “Desde que me pusieron las células la mejoría fue espectacular. No tiene que ver cómo me muevo a como lo hacía. Empecé contrayendo la tripa, un día, de repente, y ahora ya tengo sensibilidad hasta las rodillas”, recuerda. “Notas que te bajan los espasmos y empiezas a tener sensibilidad. Ahora noto hasta las rodillas. Soy capaz de extender un poco las piernas y, aunque aún me falta fuerza en los glúteos para sostenerme, me puedo poner de pie entre una silla y una mesa”.
 
A día de hoy, María Luisa sigue viajando regularmente a Madrid desde Alicante a someterse a pruebas para controlar su evolución dentro del ensayo clínico. No le importan los desplazamientos –“Ya puedo conducir y los viajes me sirven como entretenimiento” –. Tampoco le importa haber sido “conejillo de indias” de un ensayo clínico. “Más bien me siento muy bien cuidada y tratada por el equipo médico y los doctores Vaquero y Zurita ya son como de la familia. Los siento muy cerca, si tengo cualquier problema, levanto el teléfono”, relata.

UN PUENTE DE CÉLULAS MADRE PARA VOLVER A CONECTAR LA MÉDULA
Mercedes Zurita es la responsable de la Unidad de Producción Celular del servicio de Neurocirugía del Puerta de Hierro. Según explica, todavía “es utópico hablar de regeneración medular, pero podemos repararla”. En la llamada ‘Sala Blanca’ se prepara el remedio que, tras años de estudios y ensayos, ha conseguido estandarizar su equipo. Consiste en implantar en la zona dañada de la médula ósea una solución de células madre del propio paciente en un plasma enriquecido –según una formulación que el Puerta de Hierro está en trámites de patentar–. Una parte de esas células plenipotenciales consiguen adherirse al tejido y se convierten en células nerviosas que acaban estableciendo “un puente”. De esa manera, las señales nerviosas vuelven a circular a través de la médula dañada. La mejoría es paulatina y progresiva y continúa incluso años después de la intervención. “Pero debe combinarse con una importante rutina de rehabilitación muscular”, según explica la doctora.

 

Andrés Herrera.

Como María Luisa, hay ya varios pacientes que se han beneficiado de terapia celular y regeneración medular en el Puerta de Hierro. Están divididos en un total de seis ensayos clínicos, ya que, por ahora, teniendo en cuenta la novedad de estos tratamientos, se están desarrollando como ensayos no comerciales, bajo la supervisión y aprobación de la Agencia Española del Medicamento. Raúl Otero es otro de ellos. Inmovilizado desde hace más de 25 años, cuando tuvo un accidente de tráfico que seccionó su médula a la altura de las dorsales, entró en el ensayo en 2014. “Antes me echaba dos centímetros para delante en la silla de ruedas y me iba al suelo. He recuperado el equilibrio y algo de movilidad. Dicho deprisa, es como si se hubiera reducido en 4 ó 5 grados la lesión”.
 
El caso de Andrés Herrera es parecido. Hace 11 años, con 26, sufrió una lesión parcial de la médula por un accidente de coche. “Para mí ha sido increíble la mejora en mi calidad de vida. Antes del tratamiento, llevaba siete años sin ponerme un pantalón corto”, explica. Andrés mantenía la sensibilidad y una movilidad parcial, pero había perdido por completo el control de esfínteres. “Ves a un lesionado medular y dices, ‘pobre, no puede andar’. Pero eso no es lo peor. Peor aún son las cosas que no se ven y que te quitan tu autonomía”, añade.
 
Ni Andrés, ni Raúl, ni María Luisa han vuelto a andar –todavía no–, pero han experimentado enormes avances en su situación de dependencia gracias a una terapia que hace pocos años era ciencia ficción. Como explicaba Andrés, los aspectos más desagradables e invalidantes de su paraplejia han desaparecido y, lo más importante, su progresión aún no se ha detenido. Al tiempo que el trasplante celular al que se han sometido sigue teniendo efectos en su cuerpo, rehaciendo conexiones nerviosas, la rehabilitación –que los pacientes realizan fuera del hospital– va cumpliendo su cometido. “Es la otra mitad del trabajo. Hay que volver a despertar toda esta musculatura”, resume Raúl Otero. Una vez alguien consigue volver a ponerse en pie, dar pasos adelante es cuestión de constancia.
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