Carmen -nombre ficticio- sufrió una
agresión hace tres años. La mujer, aún con temor, no quiere revelar su verdadera identidad por
miedo a represalias. Llevaba trabajando dos años en el centro de salud donde ocurrió el ataque y no era la primera vez que los sanitarios tenían que sufrir
situaciones violentas: “Está situado en un barrio con población marginal, muy conflictiva, donde no son aisladas las amenazas y las agresiones”, explica la médica de
Atención Primaria.
“A mí ya me habían amenazado anteriormente. Los familiares nos pedían unas tiras para hacer la prueba de la glucosa en sangre en el propio domicilio pero en el historial no constaba nada”. Ante la negativa de los sanitarios, les empezaron a amenazar: “
Nos decían: ‘Os vais a enterar’, y lo repetían varias veces”, recuerda la doctora. “Nosotras intentábamos manejar la situación de forma pacífica, intentando que se marcharan de la consulta”, relata Carmen, que calcula que la familia iba al centro cada tres semanas para reclamar lo mismo.
La familia no cesó en su empeño y un día acabó exigiendo nuevamente las tiras a una auxiliar: “Me las derivó a mí para que solucionase el problema”, explica la médica, que calcula que serían las cinco de la tarde. “Yo le vuelvo a explicar a la paciente, de unos 75 años y a su hija, de unos 35, los motivos y me dice que el especialista le ha dado un aparato y se lo tiene que pinchar”, recuerda Carmen, que siguió intentando razonar con la familia: “Les dije que le iba a
hacer un informe para que lo viera el especialista”.
Insultos y empujones
La familia aceptó el documento pero continuó insultando a la médica: “Se fueron con el informe llamándome de todo. Me decían que era una inútil, que me iba a cargar a todos, me llamaron sinvergüenza y
me amenazaron”, recuerda aún con dolor.
Tras preparar unas recetas para la madre, Carmen fue a una sala de descanso que hay en el centro de salud para tratar de recuperar la calma, aunque le duraría poco. “Cuando ya me tranquilizo y salgo, me las encuentro esperándome justo a la salida de la sala. La hija me empezó a increpar y
me empujó varias veces contra la pared”, recuerda la mujer, a la que aún le tiembla la voz al revivir ese momento. Pese a que la escena era visible por las personas que esperaban su turno de consulta, no hubo nadie que le echase una mano.
Cuando logró zafarse de su agresora, Carmen se metió en la consulta de la enfermera, donde logró encerrarse. “Nos empujaban la puerta y
nos insultaban desde el otro lado. Nos cambiamos a la consulta del médico, que estaba justo al lado”, relata Carmen, que tuvo que esperar a que llegasen las autoridades. “Vino la policía y se llevó a la hija. Yo no conocía el
Protocolo contra agresiones y la policía me dijo que tenía que ir a la comisaría a hacer la denuncia, pero que no me podían acompañar”, recuerda la doctora aún con incredulidad: “Me tuvo que acompañar mi marido porque la agresora estaba ahí mismo”.
Ansiedad
Carmen se tuvo que dar de baja laboral por accidente de trabajo y la directora del centro cerró la consulta. “Fui al
Colegio de Médicos a solicitar un abogado y estuve de 15 a 20 días de baja por la ansiedad y el miedo horrible a volver”, confiesa la doctora, a quien le costó un tremendo esfuerzo dar ese paso adelante: “Volví al mismo centro durante unos meses y tenía
muchísimo miedo, sobre todo a la salida. Vinieron muchos familiares a esperarme en las escaleras”, denuncia.
Las medidas que se tomaron para garantizar su seguridad eran insuficientes y la doctora se sentía en un peligro casi constante: “Cambiaron de consulta a la madre y la agresora la llevaron a otro centro de salud, pero podía ir a este de acompañante al no existir
orden de alejamiento. En muchas ocasiones estaba en salas de espera cercanas a mí y me tenían que avisar para que no saliera de la consulta para no encontrármela, lo que me generaba muchísima ansiedad. Decían que no podían ponerle una orden de alejamiento hasta que se celebrase el
juicio”, rememora Carmen, a quien la agresora denunció por “las
lesiones que se hizo en la mano” al empujarla contra la pared y golpear la puerta de la consulta de Enfermería. “Hemos hecho la declaración las partes y se ha
sobreseído su denuncia”, añade la médica, quien lamenta que casi nadie se posicionara de su lado por temor: “Los compañeros sí me apoyaron pero ningún paciente quiso testificar por miedo salvo uno”.
Prevención
Carmen tuvo que
pedir el traslado a otro centro porque no aguantaba más la presión. “Sigo con miedo a día de hoy. En el juicio les voy a tener que ver de nuevo y no sé cómo se van a tomar la sentencia. Los médicos estamos todos muy localizados”, implora la especialista, que se ha formado en materia de prevención para poder reaccionar ante estas situaciones: “No me ha vuelto a suceder. Solo una vez más recibí insultos pero fue todo más controlado. También fue un familiar y por tema de
medicación”, recalca.
Aunque cree que “los sanitarios disponen ahora de más información, sigue habiendo las mismas agresiones”. En su opinión, “influye la
falta de educación de la sociedad y un sistema que es un desastre en cuanto a
sobrecarga y demoras en tratamientos y atención. La mayoría de los centros no tienen
seguridad, sólo un
botón antipánico en una consulta que no sirve para nada”, exclama le médico de Atención Primaria, que aún se tiene que enfrentar al juicio contra su agresora.
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