José Miguel Fernández tenía un sueño "desde chico": ser médico. Nadie en su familia lo había sido, pero cada vez que su abuela lo llevaba a la consulta del doctor, un sentimiento iba creciendo dentro de él. "Recuerdo con mucho cariño al
médico de mi barrio, don Luis Egea. Era como ir a un sitio con mucha solemnidad, me impresionaba el silencio. Era una profesión idealizada, por el respeto que mi familia siempre les ha tenido, ese punto de admiración", recuerda el especialista, que ahora trabaja en el
centro de salud de Almuñécar, en Granada.
"En mi familia, mi madre tiene cinco hermanos y todos se dedican a lo mismo, a una empresa de escayola y yeso. Yo eso lo había vivido a lo largo de mi vida, sin darme cuenta había
aprendido el oficio", explica José Miguel, que siguiendo el ejemplo familiar, decidió montar una empresa con su primo: "A pesar de montar el negocio, no era lo que yo quería hacer el resto de mi vida, no lo había elegido. Quería cambiar eso, tenía inquietudes de tipo intelectual, quería hacer una carrera. Me lo planteé y dije: Adelante".
Sus padres, al principio, recibieron la noticia con sorpresa y algo de inquietud. "Tenía una empresa y una vida encauzada, en pleno
boom de la construcción, que se ganaba dinero. Pensaron que podía estar equivocándome, se asustaron un poco. Pero en cuanto vieron que iba en serio y que era un proyecto de vida, me apoyaron totalmente", se sincera el médico, padre de dos hijos.
DEBUTAR EN LA UNIVERSIDAD
Durante el primer curso, José Miguel estuvo compaginando los
estudios con la gestión de la empresa de albañilería, pero tuvo que dejarlo: "Era imposible. Como teníamos unos ahorros decidimos invertirlos en la carrera", explica el médico, que todavía no tenía claro por qué rama apostaría. "Cuando hice el grado quería
ser médico, pero no tenía ni idea de a qué dedicarme cuando terminara".
"Cuando hice el grado quería ser médico, pero no tenía ni idea de a qué dedicarme cuando terminara"
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Lo que sí tenía claro es que iba a sacar provecho a sus años de estudiante, dado el enorme esfuerzo que estaba realizando toda la familia. "Yo me lo he pasado muy bien en la
Universidad. La hice más mayor y la perspectiva es diferente. Me he esforzado un montón y la recuerdo con mucho cariño porque también tenía más cercanía con los profesores, no sólo era una relación de alumno y profesor, sino que hablábamos de más cosas", relata el granadino,
conocido entre los docentes: "El primer año de carrera yo me iba de la facultad a trabajar y me preguntaban que qué tal me iba, me tenían más en cuenta, se sabían hasta mi nombre", recuerda.
Pese al esfuerzo de José Miguel, su sueño no se hubiera podido cumplir sin la ayuda de su mujer. "Hubiese sido imposible hacerlo. Me apoyó desde el primer momento pese a romper con todo lo que teníamos. Luego me ayudó en la
parte económica, se puso a trabajar, incluso limpiando casas, para seguir teniendo ingresos mientras yo seguía estudiando. Eran momentos difíciles para los dos", confiesa el médico, que al final tuvo su recompensa.
A POR EL MIR
Cuando aprobó todas las
asignaturas de la carrera, José Miguel se volcó para convertirse en médico interno residente. "Hice la preparación para el
MIR en el
Colegio de Médicos, con Fernando de Teresa. A todos los médicos nos agobia mucho el tema de la preparación porque es muy intensa y te tienes que dedicar en exclusiva. Pero ahora que ha pasado el tiempo, pienso que fue una experiencia muy buena. Estudias mucho y te estás preparando para el examen con mucho estrés, pero cuando pasa tienes la sensación de que has trabajado mucho y que todo eso te va a servir para seguir haciendo cosas", argumenta el médico, que en la primera convocatoria que se presentó, en 2013, consiguió plaza.
"Cuando me examiné del MIR quería hacer una
especialidad quirúrgica, pero me salió un poco regular y cogí Familia porque me dejaba seguir viendo todo. Lo que no quería era ser un médico que tiene una especialidad muy alta y deja de ver el resto de cosas”, explica el joven, que eligió Motril como destino para empezar su carrera como médico. "Tenía claro que no quería hacerlo en Granada capital y me fui para allí. Cuando me preguntaban los pequeños se lo recomendaba, es un
hospital comarcal, chiquitito, y eres el único residente de la especialidad, lo recuerdo con mucho cariño, mucha gente joven trabajando", rememora José Miguel, que iba y volvía cada día en coche: "En gasolina me he dejado lo más grande", bromea.
Como a todo residente, lo que más difícil le resultó fueron las
guardias. "Como son de puerta, son muy duras, no hay duda. Se te acumulan muchas horas, pero teníamos el apoyo de los adjuntos". Pese a ello, las situaciones más tensas con algunos pacientes eran inevitables: "Es la primera barrera de choque, sobre todo los familiares por el tema de las demoras o las esperas. Sí que he vivido que alguno se haya puesto un poco violento. O cuando entra alguien muy grave y no aceptan que
haya fallecido y piensan que no has hecho todo lo que has podido", relata el especialista con crudeza.
DISCRIMINACIÓN
José Miguel trabaja ahora en el
Centro de Salud de Almuñécar. "He estado en el Dispositivo de Cuidados Críticos y Urgencias durante el último año y acabo de empezar como médico de familia, que es de lo que soy especialista. Me gustan las dos partes aunque me defino más como un médico de urgencias, pero la consulta también me agrada”.
"Soy el primer universitario de mi familia y he abierto un poco la puerta a un par de primos"
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El médico es un ferviente
defensor de Familia y cree que no se valora lo suficiente. "Me encanta mi especialidad y creo que no se valora lo suficiente, todos los médicos deberían pasar por ella antes de hacer otra cosa, pero tengo la espinita de Quirúrgica", confiesa el joven, que pretende presentarse de nuevo al examen MIR el próximo año: "Me lo estoy tomando con tranquilidad, porque trabajar y hacer la preparación es algo complicado, pero lo voy a hacer. A pesar de que cuando acabe la
segunda residencia, vuelva a ser Médico de Familia, no sé las vueltas que da la vida, bromea.
Pasados los años, la familia de José Miguel se siente muy orgullosa de todo lo que ha conseguido: "Ellos están muy contentos. Soy el
primer universitario de mi familia y he abierto un poco la puerta a un par de primos. Sobre todo, para demostrar que la gente que vivimos en barrios más desfavorecidos o pertenecemos a una cultura un poco diferente, podemos hacer cosas distintas a lo que haya hecho tu familia siempre".
Aunque no cree que nadie le haya discriminado directamente por ser de familia gitana, sí que ha tenido que soportar algún comentario fuera de tono. "Sí me han preguntado si soy marroquí o sudamericano, por ejemplo; o directamente
si soy gitano. Algún paciente se queda con cara extraña y he escuchado algún comentario, pero a mí directamente decirme algo, no", explica José Miguel, que reivindica sus orígenes: "Hay gitanos que pueden estudiar y hacer carreras, igual que la gente de barrios más desfavorecidos pueden
romper también los estereotipos que tenemos".
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