Cuando tienes quince años y te ofrecen jugar en un
equipo de baloncesto a nivel profesional, es fácil perder la perspectiva. Pero
Ángel Hernández, almeriense de 27 años, siempre tuvo claro cuál era su objetivo: acabar con buenas notas para empezar la
carrera de Medicina. "Yo justo empezaba Bachiller, que es un momento clave y que tuve que luchar contra
muchas tentaciones", reconoce el joven, que hace apenas unas semanas anunció su
retirada de las canchas para prepararse el examen para ser médico interno residente: "Llega un momento en el que tienes que tomar una decisión y
ese momento tiene nombre propio y es el MIR. He apostado todo a prepararlo bien y sacar una buena nota para sacar plaza donde quiero", confiesa el joven, que sueña con ser cardiólogo.
En plena adolescencia, Ángel recibió una oferta para jugar en Granada. “Ahí empecé la carrera de Medicina, compaginándola con el primer equipo,
que estaba en la ACB esos años. Y cuando iba a pasar a tercero, el club desapareció por motivos económicos y fiché en A Coruña”, detalla el joven, que tuvo que esforzarse para compensar toda la burocracia: “Todo el trasiego que tuve para hacer el traslado
me costó un año más de carrera”, lamenta el médico que estudió lo que le quedaba de carrera en Santiago: “El primer año
hice un SICUE -Sistema de Intercambio entre Centros Universitarios de España- y al año siguiente ya pedí el traslado porque me estaban yendo las cosas bien en A Coruña y no quería estar haciendo la carrera a distancia", explica Ángel, que sí tenía que
viajar cada día de una ciudad a otra.
El joven siempre priorizó su carrera de Medicina
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"Yo hablaba con los profesores al principio de curso y les planteaba mi situación. Durante la carrera me encontré un poco de todo, pero
la mayoría de profesores han comprendido perfectamente la situación. Yo nunca he ido pidiendo un trato de favor", argumenta el joven, que sí recuerda una mala experiencia con un profesor: "Yo jugaba el domingo contra el Barça en el Palau y el equipo llegaba a Granada a la misma hora que empezaba el examen, por lo que iba a llegar 15 ó 20 minutos tarde al examen. Me dijo que no podía, que la Medicina era incompatible con el baloncesto y que tenía que decidir, que si no estaba a la hora no me iba a dejar hacerlo”, lamenta Ángel, que por aquel entonces tenía 18 años y finalmente se pudo presentar a tiempo por una
lesión inoportuna.
COMPAGINAR LAS PASIONES
Ángel fue sacando adelante como pudo sus dos pasiones, aunque en los últimos años
el esfuerzo tuvo que ser mayúsculo. "En quinto y sexto, cuando haces el rotatorio en el hospital, yo ya veía que iba llegando el final de la carrera. Cada año, desde los últimos tres, me iba planteando si podía seguir compaginándolo y si merecía la pena quitarle tanto tiempo a la carrera", rememora el jugador, que se siente agradecido del trato que recibió: "Fue una suerte tener en e
l Hospital de A Coruña a gente que me puso facilidades. Lo disfruté muchísimo, aunque no tenía casi tiempo libre. En Coruña entrenamos mañana y tarde, y los fines de semana viajamos por toda España. Son viajes duros porque la mayoría son en autobús".
Con tan poco tiempo disponible, era esencial sacarle el máximo rendimiento. "
Estudiaba cuando podía, tenía una rutina muy clara que era ir a la biblioteca cuando terminaba el entrenamiento de la mañana. Estaba allí hasta que comí y volvía a estudiar hasta la hora del entrenamiento de por la tarde. Al acabar, volvía al estudio hasta la hora de irme a la cama", recuerda el joven, a quien compensaba el esfuerzo: "Los últimos dos veranos de carrera me los pasé enteros en el hospital, parece un sufrimiento pero yo lo
disfruté muchísimo porque me gusta mucho este mundo, es mi pasión desde muy pequeño".
Ángel empezó en el baloncesto profesional a los quince años
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DECISIÓN FIRME
Y es que un suceso familiar cuando era todavía un crío le marcó para siempre. "
Mi padre tuvo un episodio de arritmia cuando yo tenía ocho años y recuerdo pasar una noche muy mala, con mi madre y mi hermano pequeñito. A partir de ahí pensaba en que quería curar a mi padre", confiesa Ángel, que añade: "Era una cosa muy banal, pero
se me metió en la cabeza y me fue gustando el mundo. Yo tenía muy claro mi objetivo, el baloncesto es algo que ha surgido por el camino, algo que se me daba bien y evidentemente me gustaba mucho, cuando se dio la oportunidad no dije que no", explica el almeriense, que ha jugado doce años a nivel profesional.
Cuando el pasado agosto
anunció su retirada del baloncesto profesional para dedicar todos sus esfuerzos a
preparar el MIR, la noticia no fue una sorpresa. "Mis compañeros ya sabían que lo iba a dejar porque llevaba tres años amenazando. Desde que llegué ha habido mucho crecimiento del club y hemos estado luchando por
ascender a primera división, lo que me hacía seguir compaginando ambas cosas", admite Ángel, que ya tiene una especialidad en mente.
"Me gustaría hacer Cardiología, desde muy pequeñito era lo que quería hacer, puede que por lo de mi padre", reflexiona el médico, que confiesa: "
Cuando roté por ella me enamoró, pero soy consciente de lo difícil que es y por eso estoy echando tantas horas". Si la constancia que ha tenido todos estos años le acompaña, el cardiólogo Hernández pronto será una realidad.
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