Coches, motos o camiones. Cualquier “cosa con gasolina” le servía a
Daniel Albero, de 46 años, para encender la televisión y disfrutar del espectáculo de las carreras cuando era niño. En aquél momento, se conformaba con verlas a través de la pantalla. “Yo
soy diabético desde los ocho años y en aquélla época era más complicado que ahora hacer deporte, tan siquiera ir en patinete o bicicleta. Ya lo de la moto era misión imposible”, recuerda Daniel, que ha impulsado una campaña por redes sociales para conseguir ser el
primer diabético en correr el Rally Dakar en moto.
El piloto, que toca la trompeta, se hizo un
pequeño colchón económico gracias a la música. “Fue la primera fuente de ingresos para comprarme una moto a escondidas a los 17 años, con la que hice mis primeros pinitos”. Un año y medio después, consiguió correr el
campeonato Territorial de Motocross, “engañando a unos y otros porque si hubiera dicho que era diabético no me hubieran dejado competir con toda seguridad”, recuerda Alberto, que se lo ocultaba a sus padres.
EL MIEDO DE LA FAMILIA
“La primera vez que he visto a mi padre contento de verme encima de una moto ha sido ahora, cuando he vuelto del
Rally Merzouga”, explica Daniel, que ha vuelto de participar en la última carrera del campeonato del mundo de rallies, “el paso previo para correr el Dakar, la primera vez para un diabético, y ya tenemos el pasaporte”, relata orgulloso el valenciano, que
ha tenido que sufrir algún que otro susto encima de la moto.
"Más que miedo pasas respeto cuando estás en la carrera. Sí es verdad que
he tenido varios accidentes y eso te marca. Mi familia también ha sufrido mucho. Tú les dices que estás bien pero ellos no te ven y lo pasan mal”, explica Daniel, casado y padre de dos hijos. El accidente más grave lo sufrió hace cuatro años en Andorra y le supuso
un mes de recuperación. Afortunadamente, hubo un hombre que lo pudo auxiliar a tiempo y medir cómo tenía el azúcar; aunque el golpe le fracturó cinco costillas y le cortó la respiración un tiempo.
Daniel Albero siempre ha disfrutado de las motos
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"Cuando te caes, si la persona que te recoge no es consciente de que eres diabético se puede complicar. Tenemos que ir siempre con algo para visualizar que lo somos.
Yo llevo un tatuaje en la mano derecha donde pone que 'soy diabético'. Y también lo señalo en la moto”, precisa el piloto: “Es imprescindible que, desde el minuto cero, te traten como tal. La señora diabetes es un poco caprichosa y no sabes nunca cómo va a reaccionar y hay que tenerla controlada”, señala.
MAYOR ESFUERZO
Para Daniel,
hacer deporte es una fuente de inspiración. "El deporte es una pasada para todo. Mucha gente diabética sigue sin practicarlo por temor a los bajones pero tienes que crear un hábito para poder hacerlo", explica el piloto, consciente de las limitaciones: "Que no se nos olvide que podemos llevar una vida normal, pero eso sí,
con más esfuerzo y dedicación que cualquier otra persona. Siempre tenemos que estar pendiente de lo que comemos, si te pinchas más o menos, siempre haciendo matemáticas: tanto comes, tanto te administras. Tenemos que estar siempre jugando, tenemos ese plus frente a cualquier otro deportista".
Y lo tienen que pelear, ya que la exigencia física es mucho mayor en su caso. "Esta mañana me he ido a las siete de la mañana a correre intento siempre trabajar la orientación corriendo sin GPS. Un par de días voy al gimnasio y hago bicicleta. Y los fines de semana que puedo, a entrenar con la moto. La reparo, la monto, la desmonto, preparo las carreras… todo eso ocupa también mucho tiempo", explica Daniel, que
trabaja a media jornada conduciendo un autobús por las noches: "Así tengo tiempo de entrenar".
Daniel siempre va acompañado por Octavio Bertolín, su asistente
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EL DÍA QUE TODO CAMBIÓ
A pesar de tener el pase al Dakar y estar a punto de cumplir su sueño, Daniel no siempre lo ha tenido fácil. "Yo pasé una época muy complicada a nivel personal. Cuando llegó la crisis tuve que
cerrar un restaurante y tuve una neumonía muy fuerte que me tuvo tres meses en la cama", recuerda el valenciano, que también tuvo que hacer frente a una dura pérdida familiar.
Un día, viendo un reportaje sobre el Rally, algo le hizo dar un giro a su vida. "En un programa de teledeporte, alguien preguntó que si con diabetes se podía correr el Dakar.
Se levantó Rafa Tibau y dijo que claro, que con más esfuerzo y mucho trabajo sí que se podía. Yo pensé que me había hablado a mí", confiesa Daniel, aque en ese momento decidió tomar las riendas.
"Me levanté, le di vueltas y me reforzó mucho en mi situación personal.
Empecé a entrenar y también comenzaron las trabas porque no me dejaban competir. Te hacen muchas pruebas para demostrar que puedes correr con diabetes. Acabamos de demostrarlo al cien por cien en Marruecos. Lo único que necesitamos son los sponsors porque
yo no puedo autofinanciarme y encontrar los patrocinios no es fácil. Para correr un Dakar con garantías son 100.000 euros".
APUNTANDO ALTO
Aunque hay médicos en la organización, Daniel cuenta con la ayuda de su compañero,
Octavio Bertolín, que actúa como asistente. "Sabe qué me tengo que pinchar, a qué horas… la verdad es que cuando estás en carrera tienes tantas cosas en la cabeza que no se te puede olvidar nada para que nada falle. Hay mucha gente después del proyecto y eso también me causa cierta presión", se sincera el piloto, que cree en la importancia de su proyecto.
"La idea es que si conseguimos plantarnos en el podio de salida del Rally Dakar, esto va a tener una difusión que se nos va a oír en el último lugar de la tierra". Con ello, se podría conseguir la otra parte del proyecto, que consiste en dar visibilidad a la diabetes y a las asociaciones que apoyan a los afectados.
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