A Mercedes Vinuesa, nacida en Madrid pero con glóbulos rojos maños, le tocó bailar con las más feas cuando fue directora de Salud Pública del Ministerio de Sanidad entre 2012 y 2014. Sobre el ébola, asegura que el SNS y los profesionales estaban preparados para su llegada, y sobre la vacuna de la varicela, reafirma que el calendario vacunal por entonces era totalmente razonable (a día de hoy, esta vacuna también se administra en edad temprana) . Ahora es coordinadora de Calidad en el Servicio de Medicina de Preventiva del Hospital Universitario de La Princesa (Madrid), y no descarta volver al departamento si hay una buena oferta de por medio. Pone como banda sonora de su periodo en el Ministerio de Sanidad . ‘My way’, de Sinatra. Sin duda, le pega.
¿Es usted gata o tiene notas de otras comunidades autónomas?
Bueno, aunque nací en Madrid, mi sangre es totalmente aragonesa. Mis padres vinieron a Madrid, y aquí nacimos mi hermana y yo.
¿Por qué decidió estudiar Medicina?
Cuando eres pequeño tienes iluminaciones de este tipo. Pero… ¿razones para ser médico y no abogado, por ejemplo? No sé. No fue a causa del doctor Marcus Welby (protagonista de una serie de televisión americana de los años 60), eso se lo aseguro. Creo que es porque me gusta actuar en servicio de otros, y la Medicina permite desarrollar esto más que otras profesiones.
¿Y por qué se dedicó a la especialidad de Salud Pública?
Fue justo antes de hacer la elección del MIR. A todos los médicos nos gustan las historias clínicas, tratar con pacientes… Yo elegí, además de esto, ver la Medicina desde un foco más alto, que es la salud pública, y así no circunscribirme a un órgano o aparato, como tienen que hacer el resto de mis compañeros. De esta manera, puedo tener la posibilidad de trabajar en hospital y en Atención Primaria. La gestión no me atraía, pero es algo que he acabado haciendo.
Sus estudios universitarios coinciden con la Transición y con la Movida Madrileña.
De hecho, en aquel momento todos éramos hijos de la Movida. Aunque los más pequeños íbamos a rebufo, vivimos un momento muy especial para España. Ver cómo cayó Franco y empezó la monarquía era muy interesante. Además, aquel momento coincidió con el inicio de mi carrera universitaria, donde conocí muchísima gente.
Pilar Farjas y Mercedes Vinuesa, cuando todavía eran secretaria general de Sanidad y Consumo y directora general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad, respectivamente.
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¿Y desde el punto de vista de la juerga?
Soy alegre pero no muy juerguista (se ríe). Salir sí que salía, pero había mucha gente que lo vivía mucho más intensamente que yo. Huertas era la parte típica por excelencia, y de ahí hacia Sol era mi ruta. Mucho más que Orense.
Usted ha llegado a estar 20 años en el Hospital Universitario de Móstoles, 14 de ellos como facultativa.
Haber pasado por lo asistencial me ha aportado mucho. Hice la residencia en el Doce de Octubre con grandes profesionales y directrices consolidadas. Pero cuando pasé a un hospital más pequeño vi la potencialidad de desarrollar la especialidad. Posiblemente, en un centro más hecho hubiera tenido menos posibilidades. Compartimos servicio Amador Vicente y yo, ambos prácticamente de la misma edad. En ese momento teníamos toda la potencialidad, todas las ganas, todo el tiempo para dedicarlas. Logramos consolidar un servicio, y luego fui coordinadora de calidad, para aportar esa experiencia a mi servicio.
Luego me sumergí en el mundo de la gestión. Yo no lo había conocido nunca hasta que no empecé a llevar la coordinación de calidad, que realmente es muy técnica. Y después pasé a la dirección y a la subdirección médica. Cuando no tienes una vocación clara de la gestión, la haces con mucho cuidado, y pensando que vas a estar poco tiempo, y fíjese en mí: al final estuve seis años.
Fiel seguidora del jazz neoyorquino
Si hay una pasión que define a Vinuesa es la música. De hecho, toca la guitarra, a pesar de que no puede hacerlo tanto como le gustaría. Aunque de gustos amplios y heterogéneos (no descarta a trovadores como Serrat o Sinatra), pone el clásico sonido del jazz neoyorquino en lo más alto de su lista de preferencias.
Después llegó al ‘sumum’ de lo que es la Salud Pública: la dirección general del Ministerio de Sanidad, que usted lideró. ¿Cómo llegó allí?
Guiada, por un lado, por la inconsciencia y, por el otro, por la confianza. La llamada para ofrecerme este cargo la hizo Pilar Farjas, secretaria general de Sanidad por entonces, con quien yo había hecho rotación de residencia por entonces en el propio ministerio. Ya había trabajado con ella durante unos dos años, y esa fue una razón importante a la hora de lanzarme al puesto, desde el punto de vista laboral y personal.
Le tocaron años duros y difíciles.
Naturalmente, a mí no me gusta el éxito fácil (se ríe). Pero como solo he sido directora de Salud Pública una vez, y en solo un país, me temo que no puedo comparar. Pero sí le puedo decir que era un reto no solo atractivo, sino que suponía una responsabilidad mucho más plena que la que tenía en mis tareas anteriores. Además, está el marco internacional, que es todavía más interesante que lo que se vive en un hospital, puesto que permite defender las perspectivas de tu país, aunque sea desde el punto de vista técnico.
¿Cómo vivió este periodo?
Pues como para todos los que estábamos en aquel momento. No sé si todas las épocas resultan igual de intensas. La Salud Pública siempre tiene alguna crisis. Lo que a mí me tocó también le tocó a otros, aunque está claro que no con tanta visibilidad como un ébola. Lo que no sé es si a alguien le han tocado tantas crisis de manera tan continuada y tan intensamente. En esta situación, la vida privada se queda muy reducida. Trabajas todo el día, y tu hora de salida depende del trabajo. Eres esclavo del teléfono y del correo electrónico porque tienes que estar al día, y no puedes dejarlos en ningún momento. 2012 y 2013 fueron intensos, con circunstancias que eran relevancia internacional. Estábamos en contacto constante con otros países que nos consultaban la situación. De hecho, nos felicitaron la OMS y el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC).
¿Qué supuso para usted la crisis del ébola?
Un aprendizaje, laboral y personal. Al final de todos los momentos uno tiene que hacer listado de errores y aciertos. Cuando decidí irme, porque la tarea estaba hecha, fue porque estaba cansada, cansada de verdad. Y tengo tres hijos, y he estado llevando una profesión, una vida, una casa, una dirección con un teléfono 24 horas… Todo mientras gestionaba esta situación. Cuando esto quedó resuelto, si no se hubiera ido la ministra, no hubiera tenido la oportunidad de irme.
¿Hubiera continuado como directora de Salud Pública si Mato no hubiera dimitido?
Sí, claro. Hay que tener claro hasta dónde llega la responsabilidad. A mí me pidieron que continuara en el cargo con Alfonso Alonso, pero yo consideré que había terminado la tarea y, sobre todo, estaba muy cansada. Seguramente, si no lo hubiera estado tanto, hubiera seguido. Y tampoco tengo la inquietud de seguir en un puesto semejante toda la vida. Sí la tengo hacia la responsabilidad respecto a las tareas que me encomiendan, sí de tenerlo todo bien hecho, pero no hacia estar por estar.
¿Estaba España preparada el ébola?
Sí, sí que lo estaba. Probablemente, cuando pase más tiempo, se vean las cosas de esta manera. ¿Teníamos un buen sistema sanitario? Sí. ¿Teníamos profesionales bien formados? Sí. ¿Teníamos recursos materiales y terapéuticos? Sí. Teníamos todo lo que teníamos que tener. Es verdad que personalmente los profesionales no se habían enfrentado nunca a un ébola, pero ocurrirá lo mismos en el caso de cualquier fiebre hemorrágica que no se haya visto nunca. Esta es la no preparación que teníamos en Occidente, en todos los países. El ébola no había salido de África.
¿Echó de menos más apoyos por parte de Ana Mato o del propio Gobierno?
Creo que se hicieron las cosas bien. Hay que mirar lo que hicieron en otros países, como en Estados Unidos, donde mediáticamente Obama intervino. De aguas afuera, el miedo a una enfermedad nos juega malas pasadas, y con el tiempo se ha visto esto en la visión que algunos medios de comunicación y profesionales sanitarios ofrecieron de la situación. Hubo mucho miedo al ébola, pero esto ocurrió en todos los países. Todo pasó deprisa. La tarea de coordinación fue buena, y además mejoró la sensación de estado. El Ministerio de Sanidad trabajaba continuamente con todas las comunidades autónomas, pero no solo. Las reuniones que se tenían, ya luego con Soraya Sáenz de Santamaría, también eran con varios ministerios, como el de Exteriores, que tenía un papel mucho más importante que el de Sanidad. Visualmente así fue mucho más explícito.
Belén Crespo, directora de la Aemps; Agustín Rivero, director general de Cartera Básica de Servicios del SNS y Farmacia, y Mercedes Vinuesa, en un Consejo Interterritorial del SNS.
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No fue el único momento amargo al que se tuvo que enfrentar. ¿Qué pasó con la vacuna de la varicela? ¿Por qué no se incluyó en calendario vacunal para edades tempranas, como finalmente ha ocurrido, cuando usted estaba al mando de la Salud Pública?
No fue un momento amargo (risas). Es un tema que gestionaba la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), y lo que ocurrió es que de ser un tema de la Aemps pasamos a dar las explicaciones los directores de Salud Pública de las comunidades autónomas. La vacuna de la varicela apenas se prescribe en otros países por los profesionales, solo en circunstancias excepcionales. España tenía en su momento una inclusión bastante razonable. Lo que ocurría partía de la preocupación de los profesionales, que individualmente veían la necesidad de esta vacuna para sus pacientes. Pero con los ojos de la salud pública, el calendario que teníamos era totalmente razonable. En medio de todo esto, surgió un informe de la OMS que reveló que unos niveles intermedios de vacunación (entre el 40 por ciento y el 60) hacen que la enfermedad se desplace a los adultos, población en la que es mucho más peligrosa. Y eso podía ocurrir si la vacuna estaba en la calle, en las farmacias. Con todo este cóctel, decidimos dejar como estaba el calendario, que llevaba así desde 2012.
Por otro lado, que la vacuna estuviera restringida al mercado y no estuviera en oficinas de farmacia era una cuestión de salud pública. Y es que o se quedaba así o entraba en calendario vacunal, porque no podíamos tener el riesgo de que no hubiera equidad en su acceso. En esto el sistema sanitario español es más potente que en otros países.
Usted es aficionada a dar paseos por la ciudad, a hacer trekking urbano, por así decirlo. ¿Con qué compañero del ministerio se daría una vuelta por Madrid?
Con los subdirectores con los que trabajé, seguro. Con las secretarias, jefes de unidad… También con los directores, que éramos el grupo que nos reuníamos y nos dábamos apoyo. No puedo decir que no fuera con ninguno.
¿Visitaría el Madrid de los Austrias con Ana Mato? Saldría en más de una cabecera de la prensa general…
Sí, claro. ¿Por qué no? No tengo ninguna afinidad política. Mi relación con Ana Mato ha sido laboral y puedo tenerla personal. Y con Pilar Farjas me iría a tomar un café a su casa, y ella a la mía. Eso se lo seguro. Y con José Javier Castrodeza, con Elena Andradas, con Agustín Rivero y con Carlos Lens, claro.
Precisamente, Carlos Lens ha escrito una novela de intrigas farmacéuticas que tenía como escenario el Ministerio de Sanidad. Si usted escribiera un libro sobre su tiempo en el ministerio, ¿Cuál sería su género?
No tengo la pluma de Carlos Lens, pero escribiría un cuento o una fábula, seguro.
en corto
Libro de Cabecera: fue el Harrison (manual de Medicina Interna), durante muchos años.
Película: September, por cómo perfila los personajes.
Canción Favorita: ‘O mio babbino caro’, de Maria Callas, y ‘Las pequeñas cosas’, de Serrat.
Una ciudad para vivir: Madrid.
Una ciudad para viajar: Nueva York.
Un objeto imprescindible: el abanico.
Un personaje de su vida: mi marido, Juan.
Un personaje histórico: Felipe II e Isabel II.
Un equipo de fútbol: el Real Madrid.
Un lema vital: siempre adelante.
¿Qué le hace feliz? Las pequeñas cosas, la vida diaria, la rutina.
Sabemos que es aficionada al jazz neoyorkino… ¿Qué banda sonora le pondría a su periodo en el ministerio?
Le voy a ser un poco infiel en mi respuesta. Yo le pondría ‘my way ‘, de Fran Sinatra.
¿Volvería usted al Ministerio de Sanidad?
Depende de quién me llame y para lo que me llame. He salido bien, pero un alto cargo tan solo lo puedes ocupar cuando conoces a la gente con la que vas a trabajar y sabes que vas a estar a gusto con ella. Me sentí cómoda con los objetivos en el Gobierno. Uno busca también un trabajo en el que pueda ser creativo y hacer cosas sólidas, con un equipo sólido.
Usted a día de hoy se ocupa de gestionar la calidad. ¿Qué nota le pone al Sistema Nacional de Salud (SNS)?
Muy buena, más de un 9, aunque en calidad no ponemos nota (se ríe). En calidad valoramos la trayectoria.
¿Cuál es la cima que le queda por coronar al SNS?
Probablemente muchas. Desde el punto de vista organizativo, es muy complicado coordinar a todas las comunidades autónomas, y lograr actuar de forma equitativa. El último 10.000 sería cuando todos los ciudadanos, en cualquier sitio y bajo cualquier centro sanitario, recibiera o percibieran siempre los mismos cuidados sanitarios. Cuando el ciudadano y el paciente se sientan así, esa será la última cima.
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