La Revista

Mariano Esteban: "España no cuida de los suyos en el extranjero"

Historia viva de la ciencia nacional, el científico lamenta los problemas que tienen los investigadores españoles

Mariano Esteban, presidente de la RANF.

03 sep 2016. 20.00H
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POR @EDUORTEGARM
Joana Huertas
Historia viva de la ciencia, Mariano Esteban, a día de hoy presidente de la Real Academia Nacional de Farmacia (RANF), es uno de los principales investigadores que ha tenido España, aunque gran parte de su carrera científica la ha desarrollado fuera de nuestras fronteras. Trotamundos de la investigación mundial, lamenta la situación a la que se tienen que enfrentar sus colegas en nuestro país y destaca el modelo de ciencia de Estados Unidos. 

Usted nace en en Villalón de los Campos, en 1944.

Un pueblo de Valladolid famoso por sus quesos, como siempre dice la historia.

¿Cómo fue su infancia allí?

Humilde. Era hijo de maestra de párvulos y farmacéutico, una pareja que se conoció en Villalón, donde él se puso una farmacia y ella estaba destinada como maestra, aunque los dos eran burgaleses. Allí nacimos mis cinco hermanos, cuatro chicas y un chico, y yo, en la casa del pueblo, nada de hospitales, en la casa. Eso sí, tengo que reconocer que la niñez fue maravillosa. Las primeras letras las aprendí con mi madre, y luego pasé por distintos maestros, hasta que terminé con los 9 años. De ahí me fui de interno al colegio de los Maristas, en Palencia.

Estuve siete años interno, y  era duro. Había que sobrevivir y seguir para delante. Mucha gente no aguantaba la disciplina que era muy fuerte, y se iba. Para que se haga una idea, había 120 alumnos en primero de Bachiller y solo 12 terminamos estudios preuniversitarios. Pero eso a mí me ayudó muchísimo desde el punto de vista formativo y de superar las dificultades y lo guardo con mucho cariño, lo mismo que la infancia de mi pueblo. Sigo yendo, porque  tengo muy buenos amigos. De hecho me nombraron hijo predilecto de Villalón.

El nivel de exigencia de la educación y del esfuerzo de entonces no tiene nada que ver con la de ahora.

Totalmente. Pero seamos realistas: la persona que realmente trabaja duramente y que no se desalienta por las dificultades triunfa, en España y fuera de España. De hecho, cuando yo era joven hacíamos cosas que eran un tanto anómalas para entonces. Cuando teníamos reválidas, que eran fuera del colegio, todos los compañeros, nos levantábamos a las dos de la mañana sin que los frailes se enteraran, y estudiábamos en un aula hasta las cinco, en un aula sin que nadie se enterara, nada más los cinco de nosotros, y estudiábamos ahí hasta las 5, cuando volvíamos silenciosos y nos metíamos a la cama. Y a las siete menos cuatro sonaban las palmadas para despertarnos. Esto lo hicimos durante mucho tiempo, justamente preparándonos siempre para los exámenes. Y aprobábamos todos. Eso me sirvió para la universidad.

Esteban, en el laboratorio de la Facultad de Medicina de Nueva York (SUNY), en 1979.

¿Cómo le pica el gusanillo de la investigación?

En quinto de Bachiller había un fraile, el hermano Francisco, que nos enseñaba química, y lo hacía con una enseñanza mucho más alegre, más suelta, más fácil de entender y menos memorística. Él era químico y te hacía lo hacía todo mucho más asequible, y entonces me di cuenta que aquello lo entendía muy bien y que me gustaba. Fue la base de dedicarme a las ciencias y decirme: esto es lo mío. Mi catalizador fue tan simple como eso, un buen profesor es clave para el futuro de una persona.

Usted acabó estudiando Farmacia, lo mismo que su padre.

Y recuerdo la botica con gran cariño. Cuando era niño, ayudaba en la farmacia a mi padre, cortando la etiqueta de los medicamentos. Pero lo que me gustaba de verdad era la galénica, cuando teníamos que hacer pomadas o darle al mortero. Eso te daba una sensación de que estabas ayudando a curar a la gente. Mi padre siempre me motivó en ese aspecto de mejorar la salud de la gente. Eso para mí era como la meta.

¿Nunca se ha arrepentido de no haberse dedicado a dispensar medicamentos?

No, no, no, era una cosa que no me seducía. Me gustaba más la experimentación y averiguar el por á muy bien, pero laparte que me interesaba más era cómo llegas al medicamento. Mi padre quería que yo siguiera la tradición familiar y que me hiciera cargo de la farmacia, aunque siempre me dio todo lo que le fue posible y me dejó hacer lo que quería.

Deja Castilla y León para irse a estudiar Farmacia a Santiago de Compostela.

Era una universidad pequeña, en cuanto a número de estudiantes y eso te permitía conocer a otros estudiantes, de Filosofía, de Medicina, de Derecho... Fueron unos años relativamente tranquilos hasta mayo del 68, es decir, ahí es cuando surge el movimiento, la revolución de mayo, y entonces en todas las universidades surge ese movimiento. Pero más en Filosofía y en Derecho, que en las carreras de Ciencias como Medicina, Farmacia, éramos más tranquilos en ese sentido.

Para mí la época universitaria fue extraordinaria. Cómo será que el pasado mes de julio nos volvimos a ver todo el grupo de Farmacia, en San Vicente do Mar, cerca de O Grove. Seguimos manteniendo ese compañerismo y nos seguimos reuniendo una o dos veces al año, y lo bueno de esas reuniones es que todos hablamos solamente de nosotros, no hablamos de las familias, de los hijos o de esto, no, no, hablamos de nosotros.

Por entonces comienza a trastear con la ciencia de forma más seria, por así decirlo.

En cuarto de Farmacia, ya entro en el laboratorio de Microbiología, que dirigía el profesor Benito Regueiro. En el año 67 termino Farmacia y ya empiezo 'full time' a hacer el doctorado, que era sobre el mecanismo de resistencia del estreptococo fecalis a antibióticos, muy frecuente. Y esa fue mi tesis básicamente, viendo que las razones por las cuáles era resistente desde el punto de vista bioquímico, que me permite meterme en un tema más profundo como son los patógenos y su control.

Termino la tesis doctoral en el 70, y escribo a tres laboratorios, uno en San Luis, en Estados Unidos, y los otros dos en Reino Unido, uno en Bristol y otro en Londres. Los tres me admiten, y me decido por ir a Londres, a donde se había trasladado todo el movimiento cosmopolita mundial tras mayo del 68. En este momento de esplendor aterrizo en el National Institute For Medical Research, del Medical Research Council,  y entonces me recibe allí el profesor James Potterfield y me dice: “este es tu laboratorio y en esta mesa, tu mesa, se descubrió el interferón”.  Y, efectivamente, ahí me dediqué a trabajar sobre los interferones. Alick Isaacs lo descubrió hacía unos años y había muerto hace  dos. Entonces, con otro compañero, David Metz, trabajamos por abrir campo en el mecanismo de acción del interferón, que el tiempo ha demostrado que son las sustancias más relevantes que tiene el organismo para defenderse frente a todo tipo de agresiones, incluido el control del sistema inmunológico, para luchar contra el cáncer y contra todo tipo de alteraciones.

Fueron años muy brillantes en los que éramos líderes a nivel mundial sobre este tipo de moléculas, y abrimos fronteras. Había ido con una beca del British Council, y posteriormente me concedieron otral del European Molecular Biology Organization (EMBO), y ahí estuve cuatro años. De hecho, fue cuando conocí a mi mujer, que estaba con un grupo de chicas cantando en el metro de Londres, allí en un túnel.

El deporte, su motivación
En su juventud, Mariano Esteban dedicaba más tiempo al deporte que a la investigación. "En el colegio corría los 100 metros, el 4x100 y hacía salto de longitud, y ganaba. Fui campeón de Palencia, en juveniles. Aparte, jugaba al fútbol, era defensa lateral izquierdo, de los que corría la banda a gran velocidad. Y también era portero de balonmano, y todavía tengo las manos un poco destrozadas por los balonazos que me daban. Pero eso era algo que te iba a ayudadndo a formarte".

Pero Esteban no ha abandonado el 'vicio' de la práctica deportiva. "Todavía me hago mis flexiones y me da energía. Un aspecto muy importante es encontrarte bien física y mentalmente. Y con eso ya abordas todo lo que te echen encima, te comes el mundo".
¿Cómo fue esto?

Una compañera me quería presentar a un grupo de amigas que habían venido de España, que estaban cantando en el metro. Vamos allí. Efectivamente, allí me las encuentro cantando: una monada de niñas, con sus guitarras, con gogós y tal, y entre ellas estaba también la que luego sería mi mujer. Y yo les dije, oye, si me seguís vais a pasar un verano estupendo. Por entonces yo vivía en Hampstead. un barrio al noroeste, el más señorial de Londres. Allí vivían Elizabet Taylor, Peter O’Toole, Richard Burton, Peter Sellers, que era mi vecino. Había Rolls Royce por todas las calles. Era impresionante. Y cogieron las guitarras, nos cogimos el metro, nos fuimos a Hampstead, donde las llevé por varios pubs. Tenían una cara de inocentes que era una monada. La idea era ver si las contrataban en algún pub y al final esto pasó. Finalmente se pasaron un verano de maravilla. Y a mí me preguntaban: “¿Pero tú a qué te dedicas?”. Y les respondía que era un DJ y estas cosas (se ríe). En fin, luego ya se descubrió mi ocupación oficial.

El caso es que en esa época tenías muchísimas actividades, también me invitaban de la Royal Society. Ahí empecé a meterme más desde el punto de vista científico con la crema de la crema, y era un ambiente extraordinariamente agradable. Había muchos americanos, mucha gente postdoctorados de muchos sitios. Era el centro de la inmunología, el centro de la virología, el centro de la genética, el centro de la bioquímica.

¿Y un español se sentía integrado en ese ambiente?

Si los ingleses lo hacen, por qué un español no lo va a hacer. Y efectivamente, me integré rápidamente, en cuestión de meses, a pesar del handicap del inglés, que aprendí rápidamente.

¿Cómo pasa de Londres a Estados Unidos?

Bueno, entras en la dinámica científica y ya empiezas a conocer gente. Estando en Londres, en el Departamento de Virología, llega un americano, que es el chairman del Departamento de Microbiología de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, y nos hicimos muy buenos amigos. Y después de varios meses juntos, él me dice: “Mariano, yo te quiero a ti en Estados Unidos, en mi departamento”. Entonces yo me sentía todavía con el compromiso de volver a Santiago para seguir la carrera académica, llegar a catedrático. De hecho, no le di el sí hasta que regreso a España, voy a Santiago y veo que la dinámica era la misma que había dejado. Es entonces cuando le llamo y le digo: que me voy para allá.

Era julio y cuando llegué a Estados Unidos, a Nueva Jersey, me recibió él en su casa, hasta que con ayuda de su mujer encontré un alojamiento propio. Voy con la mochila prácticamente vacía, y así empecé y me incorporé a la vida allí. Estuve cerca  de cuatro años trabajando en replicación del ADN, algo que estaba surgiendo con fuerza.

¿Cumple Nueva Jersey con su mala fama, al menos según la ficción estadounidense?

Pues es es muy bonito. Es un estado verde y tiene una costa preciosa, unas playas magníficas y extraordinarias. Lo que pasa es que Nueva York, que está al lado, es la ciudad 'number one', y además donde posteriormente nacieron mis hijos. De Nueva Jersey decido volver a España para ver cómo estaba la situación en Santiago, y veo que aquello sigue igual. Entonces llamo a un investigador muy famoso, Walter Fiers, biólogo molecular, que estaba en Gant. Y me dan otra beca EMBO y me voy allí varios meses. Allí recibo una llamada en la cual me ofrecen la plaza de assistant professor en la Facultad de Medicina de la Universidad del Estado de Nueva York. Y como en España veía que aquello era una causa perdida, pues me voy a Nueva York.

Ni corto ni perezoso, cojo otra vez la maleta, a Nueva York. En Brooklin, en la Facultad de Medicina, el chairman me recibe, Alfred Strucker. Me lleva al laboratorio, me abre la puerta del 'labo' ydice: “This is your lab, good luck”. Y ya está. Fue maravilloso empezar a crear mi propio laboratorio. Ahí sí que ya era el jefe, y en cuestión de pocos años fue creciendo, e incorporé a doctorales españoles, americanos, chinos... Llegó un momento que éramos 20 o así Más tarde me hicieron profesor de Microbiología. Además a medida que tú ibas creciendo, la universidad te iba dando más espacio, de una manera muy dinámica y natural. Al cabo de escasamente tres años,  pido que me hagan funcionario fijo, algo que me conceden, igual que cuando dos años y medio después quiero ser catedrático.

Esa es la grandeza del sistema americano, que te da mientras tú contribuyas, no tienes obstáculos. No sabes hasta donde llegas, sino simplemente tú sigues avanzando hasta que llega un momento que dices, para, quieto Mariano, con esto ya no quiero más, pero eres tú el que lo marca. El sistema te permite conocer tus límites, cosa que aquí no. Es decir, aquí permaneces estancado. Bueno, no me quiero extender.

Esteban destaca el sistema de ciencia de Estados Unidos. 

Entiendo que su experiencia en Nueva York fue muy positiva...

Todos los españoles que hemos estado en Estados Unidos siempre hemos tenido un gran reconocimiento. En mi caso, además, me casé en Nueva York y tuve a mis hijos allí. Vivíamos en Mahattan, en el Upper West Side, un sitio precioso.

Además la relación que teníamos entre españoles era estupenda. En 1980 creamos la primera asociación de profesionales españoles en los Estados Unidos, la Casa de España, de la que yo fui posteriormente presidente. De hecho, sigue viva y siguen reuniéndose todos los años. creo que es una forma de mostrar lo que los españoles estamos contribuyendo al progreso de Estados Unidos. Ahora se han creado otras asociaciones de estas características en Alemania, Francia, Reino Unido, más biomédicas, y me parece magnífico, dado que esa es una forma de demostrar que los españoles estamos aportando nuestro granito de arena en los países donde trabajamos.

En la asociación recibimos a muchos españoles, y de hecho hemos ayudado a gente a buscar laboratorios y a cambiarse de laboratorios, porque estaban en algún sitio perdido en Nebraska o en Ohio, y lográbamos que les trasladaran,a lugares como Harvard o Nueva York. Junto con Ángel Pellicer organizamos  en la Casa de España ciclos de conferencias sobre ciencia e investigación, e invitábamos a matemáticos, físicos, de todo, e íbamos rompiendo moldes. Y  a todos los españoles que llegaban les asesorábamos.

Hacíamos una labor que no realizaba el gobierno, y la embajada española en Estados Unidos no nos ayudaba en nada. Conseguimos en la época en la que yo era presidente una pequeña ayuda, serían 5.000 dólares o algo así. Pero era muy distante, había muy poca inquietud por apoyar. Eso siempre nos ha entristecido a todos, porque te sientes desamparado. España no presta ninguna atención a los españoles fuera. No ha habido una institución que vele por ellos. .

Pero está hablando aparte de lo académico y lo profesional, en general ¿no?

Ha sido así de siempre, o sea, es algo... Durante la Guerra Civil o después de la Guerra Civil, en los 50, en los 60 o en los 70, salieron muchos médicos y científicos, pero no teníamos ninguna connotación política, era que queríamos buscar nuevos horizontes, como está haciendo ahora mucha gente joven que está saliendo, aunque lo hacen un tanto desordenados. Y eso tampoco es bueno.

Volviendo al desarrollo profesional del científico... ¿Cuál es la diferencia entre Estados Unidos y España ?

En Estados Unidos no conozco a ningún español que no haya triunfado profesionalmente o científicamente, tanto dentro de las Humanidades como de las Ciencias, en tecnologías, desde la Física, Matemáticas, Medicina, etcétera. En cambio, llegas a España y el entorno es mucho más hostil. Hay una escasez de oportunidades. Eso limita enormemente el progreso del país.

En Estados Unidos, tú vas a la velocidad que tú te marcas, es decir, tú pones el ritmo. Aquí no, aquí vas un paso adelante y otro paso atrás, un pasito, mira a ver si ahora tiro dos, a ver qué pasa. Eso es lo que te da rabia- Lo ves en la política, que es desesperante. Cómo es posible esta situación en un país tan bueno, con esa herencia que hemos adquirido de creatividad. El problema es que tenemos una sociedad política que no cree en la ciencia. Eso es fatal, a pesar de que la inquietud social es mucho mayor que la política. La sociedad en general simpatiza con la ciencia pero no la entiende y necesitamos transmitir más, y los medios deben contribuir a transmitir, pero la inquietud social es muy superior a la inquietud política.

El presidente de la RANF recuerda sus años al frente del Centro Nacional de Biotecnología.

¿Cree que ha llegado el momento de recuperar el Ministerio de Ciencia?

Hombre, totalmente. Tener un Ministerio de Economía me parece muy bien, pero meter en él toda la ciencia... El mundo hoy en día se mueve por la ciencia, pero dentro de 20 años lo hará a más velocidad y a más ritmo, y el que no esté preparado para ello va a depender de todos los demás,recogiendo las migajas que dejen.

Pero debemos de facilitar que desde la infancia, con educación, los niños se interesen por la ciencia . Después de la guerra, Corea se dijo: ¿dónde vamos a apostar? En la educación. Y después llegó el desarrollo tecnológico y demás y así surge una industria potentísima. ¿Qué hemos hecho nosotros, en qué somos potencia? Silencio.

En 1992 vuelve a España para dirigir el Centro Nacional de Biotecnología. ¿Qué le motivó a dar este paso?

Vi que era una apuesta importante, porque aunque la biología molecular era incipiente, la biotecnología como tal, no existía. Además, mis hijos tenían 8 y 5 años, era fácil meterles en el avión y venirse a España.

Y luego como español tienes un compromiso, después de 22 años trabajando fuera. Me he formado en España también, y creo que tengo una obligación de contribuir, en la medida de lo posible, al desarrollo científico del país. Y el Centro Nacional de Biotecnología era un reto magnífico y eso pues viene con gran entusiasmo.  Mantuve mi grupo en Nueva York, y me traslado aquí y me incorporo a mi puesto el 1 de agosto, que era mi día oficial. Me acerqué al centro y había un vigilante nada más. Estaba todo cerrado. “¿Quién es usted?”, me preguntó, y que contesté: Soy el director del centro. No me pidió identificación alguna, y me enseñó todo el centro.  Empezamos unos poquitos y luego fuimos incorporando grupos de investigación. En pocos años, crecimos de forma exponencial, también gracias al primer convenio que se había firmado entre un centro público de investigación y una empresa farmacéutica. Cuando dejo la dirección, después de 11 años y pico, ya éramos 630 trabajando en el centro. Y nos convertimos en un centro de excelencia rápido, reconocido a nivel internacional.

En su momento, quise que estuviéramos en los Presupuestos Generales del Estado, a lo que todos me dijeron que sí, después fue que no. Quise crear una Fundación, todos me dijeron que sí, luego fue que no. Quise crear una empresa, todos me dijeron que sí, luego fue que no. Esas mismas recomendaciones se las hice a Mariano Barbacid para el CNIO y él sí que consiguió la Fundación y consiguió entrar a los Presupuestos Generales porque el presidente del Gobierno le apoyó.

EN CORTO
Libro de cabecera
La obra de Cajal.

Película favorita
'Lo que el viento se llevó'

Canción favorita
Cualquiera de Amaral o de Pablo Alborán

Una ciudad para vivir
Nueva York

Una ciudad para viajar
También Nueva York

Un objeto imprescindible
El teléfono móvil

Un personaje de su vida
Francis Crick

Un personaje histórico
Cristóbal Colón

Un lema vital
Siempre adelante

Un equipo de fútbol
La Selección Española

Qué le hace feliz
Mi vida y mi familia
¿Por qué deja el Centro Nacional de Biotecnología?

En un momento dado, lo que quise no fue posible, porque desde Presidencia del CSIC me dijeron que no, es decir, que no había nada que hacer. Pero lo que es conseguir el centro, conseguir reclutar grupos de investigadores, y alcanzar un reconocimiento internacional en un espacio de tiempo pequeño  fue muy satisfactorio. A los 10 años ya tenías un centro hecho y derecho.

Pero el mayor obstáculo con el que nos encontramos es la es la burocracia que existe para el funcionamiento. Es decir, nosotros éramos un centro que depende del CSIC, entonces tenemos que seguir las pautas del CSIC. Y, por entonces, la idea era que los centros deben de tener mucha más libertad de acción, tanto económica como de contratación de personal y demás. Yo me fui porque la nueva ley me impedía ya tener esa agilidad que yo había disfrutado años anteriores, no por otra razón, y porque ya consideraba que había cumplido con el objetivo de crear un centro con un grado de calidad científica.

Durante ese período ingresa como académico en la Real Academia de Farmacia, donde ha acabado siendo presidente.

Todo son retos, no me había imaginado encontrarme aquí en el despacho del presidente. La Academia representa lo que es el ser de la farmacia, del medicamento. Cómo es el medicamento, cómo puedes aportar ese conocimiento, trasladárselo a la sociedad, trasladárselo no solamente al sector público sino al privado, trasladarlo también a las distintas instituciones, también a la política, en todos los sectores. Nos dedicamos a divulgar este conocimiento, elaborar informes de asesoramiento, traer a los políticos aquí a la Academia y a otras Academias. Nos han invitado también al Senado y seguimos en ese diálogo permanente de decir: vamos a entendernos. Para mí eso era, y es, un reto.

Mariano, haciendo un repaso de su vida, ¿cuál ha sido su mayor éxito y cuál su mayor fracaso?

¿Mi mayor éxito? Pues haberme casado y tener dos hijos maravillosos. Tener una familia extraordinaria es un privilegio. Fracasos...

O frustraciones.

Bueno, cuando intenté sacar el Centro Nacional de Biotecnología adelante y no haber conseguido estar en los Presupuestos Generales del Estado, algo que consiguió el CNIO  posteriormente.

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