Catedrático de Farmacología de la Universidad de Alcalá de Henares, vocal de Formación del Consejo General de Farmacéuticos, miembro del Consejo Asesor del Ministerio de Sanidad y del consejo de Profarma… La lista de honores, cargos y premios de Francisco Zaragozá es prácticamente infinita, casi tanto como las reservas de energía de este sabio de 69 años (a punto para los 70), que derrocha amor por la investigación, la docencia y, por encima de todo, su familia.
La saga Zaragozá se sigue ampliando. ¿Cuántos nietos ha tenido en las últimas dos semanas?
Pues dos, que hacen ya 19 nietos. Pero vienen otros más en camino, para el mes que viene.
¿Y cuántos hijos tiene?
Siete, pero sólo hay cinco que estén en‘producción’.
¿Qué tienen los genes Zaragozá?
Pues hemos sido muy ‘muchacheros’. Es evidente que nos han gustado mucho los niños.
Y hacerlos también.
Y hacerlos, exactamente (sonríe).
El laboratorio es el hábitat natural de Zaragozá.
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¿Cómo era Francisco Zaragozá de niño, tan pizpireto como el mayor?
Qué va, era quizá un poco repipi y muy estudiosito, pero luego cambié (se ríe). Estos días hemos tenido que pasar una testamentaría y resolver unos problemas relacionados con mis mayores, y estuve reviviendo bastantes cosas, que me gustaría rememorar mejor. Nací en Talavera de la Reina y me crié allí con mis padres. A los 15 años me vine a Madrid a estudiar, y ya me quedé aquí. Hice la carrera, conocí a mi mujer, nos casamos y no hemos tenido tiempo más que para trabajar.
¿Cómo fue la separación de la familia siendo tan joven?
Bastante dura,porque en el año 62 las comunicaciones eran mucho más deficitarias, y yo tenía que venir a estudiar una carrera a Madrid. Había hecho, además, dos años en uno, algo que entonces no estaba permitido, y mi padre me obligó a mentir al respecto. No se permitía que un alumno se anticipase a los demás, y yo siempre tenía que decir que tenía un año más. Por eso todo el mundo piensa hoy que estoy jubilado o que me jubilo este año (se ríe).
Así que empezó su carrera universitaria con mentiras…
Bueno, sí. Aunque recientemente hemos soltado otra mentira más gorda. Cuando hicimos los 40 años de casados nuestros hijos nos regalaron un viaje para que nos recibiera en audiencia el Papa Ratzinger. Cuando lo vimos, le dijimos que llevábamos 50 años juntos.
¿Por qué?
Porque 40 años no tienen mérito, mientras que 50 sí.
Aquí hay algo que no me cuadra. Un hombre de ciencia como usted, ¿cree en Dios, tiene fe?
Sí, claro.
¿Cómo se conjuga eso?
Uy, perfectamente. Porque sin Dios no hay ciencia.
¿Podría ampliar esta idea?
Ten en cuenta que en eso soy muy viejo. No es una filosofía, oye, o crees o no crees, y nada más. Además, las creencias no tienen nada que ver con la razón. En cualquier caso, cada vez me guío más por los sentimientos que por la razón y me va bien, la verdad.
¿Y cómo fue la visita al Papa Ratzinger?
Él estuvo cordialísimo, parece mentira. Esperaba encontrar a un señor muy estereotipado y francamente tieso, y fue todo lo contrario. Le ilustraron muy bien, se sabía todos nuestros datos, bueno, excepto la mentira de los 50 años en vez de los 40, y nos dijo que nos encontraba muy bien físicamente. Claro, porque diez años menos se notan (se ríe). Y se sabía los nombres de nuestros hijos, que son muchos. Estaba de verdad muy bien informado y fue muy cariñoso, muy afectuoso. Un regalo auténtico. Estoy seguro que incluso para los no creyentes también debe ser algo excepcional, estoy convencido.
Su pasión con la ciencia no le impide ser un convencido hombre de fe.
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¿Está esperando quizá a la jubilación?
Jubilarse de cintura para abajo es fácil, pero de cintura para arriba es difícil hacerlo. Este oficio al que me dedico es tan atractivo y me gusta tanto que no me importa dedicarle tantas horas.
Investigador, profesor, farmacéutico… ¿Qué vertiente de sus quehaceres profesionales disfruta usted más?
Ser profesor universitario. Es muy bonito dedicarte a lo que te gusta, muy bonito, lo más satisfactorio. Pero ojo, la familia siempre me ha puesto los pies en el suelo, y cometí imprudencias que me constaron más de cinco oposiciones.
En una de ellas, erré al llamar a mi mujer por teléfono y decirle que la cosa iba bien. Lógicamente, cuando al día siguiente llegué a casa, me preguntaron por ello. Y conté lo que pasó: “Me pilló un fuego cruzado entre miembros del tribunal y se quedó la plaza desierta”. Entonces, mi mujer, inmediatamente, preguntó: “¿Es en serio?”. “Sí, sí, en serio”, respondí. Y entonces ella me dijo: “Bueno, pues mira, es igual. Tienes que llevar a este niño a no sé dónde, al otro a tal sitio, y al otro a no sé dónde. Además, hay que comprar esto, así que venga, en marcha”. Y así se pasó el disgusto.
farmacéutico al volante
Posiblemente Francisco Zaragozá se pase tanto tiempo en las aulas como en un coche. Continuamente se tiene que desplazar de Vargas, pueblo de Toledo donde tiene su residencia, a Alcalá de Henares, Madrid o cualquiera de los puntos donde su sabiduría es reclamada en materia de charlas y conferencias de sabiduría. “Por eso cuando me llaman por teléfono casi siempre estoy al volante y no puedo contestar. Ay, si yo supiera de farmacología lo mismo que de automoción, otro pelo me hubiera lucido”, bromea.
Usted sigue dedicándole muchísimo tiempo a la familia.
Es que es lo más bonito del mundo, lo que más satisfacciones te da, aunque sea egoístamente. Todos los domingos a las 2 llega la marabunta. Se llena la casa y aquello ya, olvídate, que no hay otra cosa que la familia. Sí, me gustan mis charlas y mis conferencias, pero, vamos, donde esté lo de los nietos y todo el jolgorio que se organiza, y todo el cacao ‘maravillao’... Eso sí: acabas cansadísimo. Porque es una verdad como un templo eso que se dice siempre con los nietos de... “Ay, qué bien que han venido” y llega la noche y... “Qué a gusto que se han ido”.
¿Por qué acabó estudiando Farmacia?
Mi padre fue un estudiante de Medicina que tuvo que dejar la carrera y matricularse en Farmacia porque le pilló la guerra. Tuvo que hacerse cargo de la botica de mi abuelo, para poder mantener a los hermanos menores cuando se quedaron huérfanos. He vivido la farmacia toda la vida, desde pequeño, en la época de las fórmulas magistrales. Mi hermano hizo Medicina, pero después él también hizo Farmacia. Yo no estudié Medicina, aunque nos habíamos prometido hacer lo que el otro había hecho, pero le fallé. Es que me gustó mucho el mundo del medicamento.
¿Qué le llevó a la investigación?
El mundo del medicamento es muy atractivo y la innovación en él es híperdinámica. Cada día hay novedades, y no solo hay que estar en ellas, sino aportarlas. El movimiento se demuestra andando.
En los medicamentos innovadores… ¿Hay más innovación que contenido?
Ni todo es blanco ni todo es negro pero sí que hay muchísima innovación. Las barbaridades que se dicen en algunos sitios, como que las empresas farmacéuticas se inventan enfermedades para fabricar medicamentos, son una salvajada. De eso no he visto ni un atisbo. Todo lo contrario. Yo creo que las principales empresas farmacéuticas son, si cabe, más rigurosas la propia Administración. De modo que ahí tengo que hacer un canto a favor de la industria, que al final todos la necesitamos, todos somos candidatos a ser enfermos.
maestro del 'pichoneo'
No son muchas las aficiones de Francisco Zaragozá, un hombre comprometido con sus alumnos, sus investigaciones y su familia. Pero en su pasado existió la pasión por la caza. “Tengo treinta y tantas copas de tiro al pichón”, dice con orgullo. Entonces, ¿por qué no continuó con ello? “Porque cuesta dinero. Es decir, al principio, cuando uno tira bien, se autofinancia. Pero empezó a llegar gente emergente que además hacía apuestas, y la cosa ya no daba tanto rendimiento económico. A ello súmale que la familia se siguió ampliando, y eso limitaba los viajes”.
¿Pero cree que los precios que piden las compañías son justos?
Hay que considerar también una cosa, y es que España tiene los precios más bajos de Europa junto con Bélgica y Portugal, y por debajo solo está Grecia, pero el resto está muy pero muy por encima. Todo es relativo. Me gustaría que los precios no fueran tan altos pero hay situaciones en las cuales el precio no es importante si se compara con otras cosas. ¿Cuánto cuesta tratar a todos los pacientes que sufren hepatitis C, más o menos que 50 kilómetros de AVE? La comparación no se resiste. Es verdad que el medicamento parece una unidad muy cara, pero a lo mejor sería conveniente reorganizar las partidas presupuestarias para poder disfrutar más aún de la sanidad.
"Los recortes se han notado muchísimo", apunta.
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Precisamente usted ha sido miembro de innumerables comités y órganos, incluido el Consejo Asesor de Sanidad y el de Profarma. ¿Le ha costado mucho ser el defensor de lo científico en tiempos de crisis?
Sí, cierto. También es frustrante ver cómo algunos documentos, que ya estaban prácticamente aprobados, de momento no han salido. Están ahí elaborados, hechos, y uno de ellos concretamente espero que tenga continuidad dentro de poco.
¿A qué se refiere concretamente?
Se trata de un modelo de cálculo para la determinación del grado de innovación de los medicamentos. De tal manera que, siguiendo la Ley de Garantías, el precio estará repercutido por el grado de innovación. Para ello, hay que hacer un cálculo muy complejo para que sea justo y evitar inequidades.
en corto
Libro de cabecera
Las publicaciones científicas en internet.
Película favorita
No voy al cine, y solo veo las películas a trozos.
Canción favorita
Cualquiera entre las italianas antiguas.
Ciudad para vivir
Bargas (Toledo).
Ciudad para viajar
New Port, cerca de Rhode Island (EEUU).
Un objeto imprescindible
El coche.
Un personaje de su vida
Mi mujer.
Un personaje histórico
Mi padre, era un visionario.
Un equipo de fútbol
No me gusta ninguno
¿Qué hace feliz?
Mi familia y mi trabajo.
¿Cómo valora los recortes en investigación?
Se han notado muchísimo. Tanto que en la Universidad de Alcalá de Henares hemos tenido que fundir seis departamentos antiguos en uno único, y eso ha implicado recortes y ciertos problemas. Pero aquí somos muy abiertos, y la verdad es que trabajamos realizando contratos al amparo del artículo 83 de la legislación universitaria, colaborando con empresas farmacéuticas. Nos va bien.
¿Quién considera que ha sido su mentor?
He tenido varios hasta que me quedé de francotirador, sin jefes. Entré de alumno interno con don César González, un individuo extraordinario, gran profesor. Fue el que auténticamente me guió en los inicios. Después vino mi director de tesis, don Manuel Gómez Saladillos, gran catedrático y mejor persona. Aprendí mucho de los aspectos humanos, y por supuesto científicos. Me dejó huella. Era ‘Don Manuel’ por antonomasia.
Usted mismo se ha acabado convirtiendo en el mentor de varias generaciones, incluida su hija.
Tengo tres hijos farmacéuticos, aunque ninguno hizo la carrera en Alcalá de Henares, sino en la Complutense. Uno ellos terminó la carrera e hizo una tesis brillantísima con el profesor Tamargo, por la que obtuvo un premio extraordinario en doctorado y unas publicaciones de tal nivel que a veces me llamaban a mí, dado que nuestro nombre era el mismo, para felicitarme de lo que había publicado. “No, yo no soy ese, ese es mi hijo”, les respondía. Y mi hija Cristina, que estudió también en la Complutense pero luego vino a hacer la tesis conmigo, y le entró el gusanillo de investigar, pero esto fue sobre todo por su directora.
¿Cree que por cuestiones económicas España está desperdiciando su talento para la ciencia?
Sí, pero esto no sólo pasa en España. En cualquier caso, es lo que hay. No veo una solución. Me gustaría un reparto presupuestario en sanidad y educación más favorecedor, pero no soy yo quien lo tiene que decidir al final.
Francisco, ¿ha logrado usted ser lo que quería de mayor?
No me lo he planteado (sonríe), pero seguro que voy encaminado. Y si no lo he hecho, quizás todavía me quede tiempo para ello. Me queda ilusión para las muchas cosas que se pueden hacer en la Universidad.
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