Fernando
Sánchez Dragó es uno de los escritores más conocidos y reconocidos de España. Viajero, presentador de televisión, periodista, tertuliano, articulista. Acompasa sus
ochenta años con una juventud latente y ejemplificada en la ilusión por hacer de cada día una herramienta útil que explote sus placeres: la lectura y la escritura sobre todo, aunque también el sexo. Una existencia apurada al máximo que ha logrado gracias a una
disciplina de salud que ahora resume en su último libro:
‘Shangri-la: el elixir de la eterna juventud’. Una obra de amor, en definitiva, a la vida debidamente vivida.
¿Cómo llegó Fernando Sánchez Dragó a las medicinas alternativas?
Eso tiene que ver con mi vida, claro. Estuve exiliado por motivos políticos durante 7 años. Me exilié en 1963, inicialmente fui a parar a Italia y luego fui contratado por la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio como lector de español, y entonces me trasladé a Japón. Estuve varios años por Asia, de modo muy especial por Japón y luego por el Sudeste Asiático, Camboya, Indonesia, Tailandia, Malasia y también mucho por la India. Soy escritor y viajero, y la característica principal de los escritores y de los viajeros es ser curioso. La curiosidad me llevó a frecuentar bazares, zocos, mercados, mercadillos, la Farmacopea China, la Farmacopea Japonesa, la Farmacopea India, la ayurveda, todas estas cosas... La primera vez que me tropecé con ello fue en Corea del Sur en 1967 con el ginseng, que hoy está hasta en la sopa. Fui un adelantado en todas estas cosas y luego seguí, seguí y seguí.
El resultado final de todas estas experiencias es que usted llega a tomar casi 70 pastillas diarias, creo que reducidas ahora a 40, más o menos, ¿nos puede explicar cómo es ese combinado?
El combinado es muy complejo y está perfectamente explicado en este último libro: ‘Shangri -la: el elixir de la eterna juventud’. Aparte de eso, en paralelo a este libro ha salido un pack que se llama ‘Elixir Dragó: rebelión contra el envejecimiento’. Ahí hay 8 botes y cada bote tiene 28 pastillas, una especie de sucedáneo para que sea asequible en precio y tamaño. Consiste en 8 pastillas al día que hay que tomar y eso está todo explicado con un cuadernito que además viene con el aval de la Universidad de Murcia. Lo cierto es que llegué a tomar 68 pastillas al día, lo cual era muy complicado. Cuando viajo, lo hago siempre para varios meses así que imagínate lo que eran 2.000 pastillas al mes, por 3 meses, son 6.000 pastillas. Yo viajaba con 6.000 pastillas de todos los coloridos: rojas, azules, verdes, amarillas... ¡menos mal que no me han abierto nunca la maleta en ninguna frontera!
¿Cómo va el asunto? ¿Tres veces al día, antes de las comidas?
Bueno, fundamentalmente las divido en 5 tomas: una en ayunas, en cuanto me levanto, otra después de desayunar, otra después de comer, otra después de cenar y otra poco antes de irme a la cama.
¿Qué le dicen los médicos convencionales de esa ingesta de pastillas?
Conste que este libro y conste que mi actitud no es sólo a favor de la medicina no convencional, de medicina alternativa, hablo también muchísimo de Medicina convencional. No soy un integrista de nada y eso está en este libro, es decir, que yo sé perfectamente, por poner un ejemplo, que un chuletón de buey es malísimo para la salud, carne roja, la grasa, el colesterol, los triglicéridos, etc., pero si un día me apetece tomarme un chuletón de buey, me lo tomo y santas pascuas. No pretendo que este libro vaya a misa ni sentar cátedra, esto es la historia de la relación a lo largo de mi vida con la edad, con la salud, con la longevidad, con la juventud, con mi carácter, en definitiva, y servirá para que algunas personas elaboren su propio camino.
Sáchez Dragó afirma no entender la vida sin la escritura.
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Entiendo que para usted la salud es una herramienta.
Efectivamente, la salud es una herramienta. Ya lo decían los latinos y los griegos: "Mens sana in corpore sano". De poco te sirve ser muy inteligente, listo, culto y todas esas cosas, si estás enfermo, si el cuerpo no te responde. El cuerpo es el vehículo que nos lleva.
Por lo que veo, entiende la vida como algo que hay que vivir y si no, no tiene sentido. ¿Qué opina de la muerte en vida?
Mi libro tiene dos citas al inicio, una es de Jung, que es una frase para mi obsesiva y que repito continuamente que dice: "La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir". Hay otra de Carlos Fuentes que dice: "Señor ayúdame a ganar la juventud con la edad en vez de perderla con el tiempo". Con esto quiero decir, entre otras cosas, que la juventud y la vejez no son una cuestión de carnet de identidad, de registro civil, sino una cuestión de vocación. Uno nace joven y muere joven, o nace viejo y muere viejo. Yo voy por la calle y sé distinguir perfectamente con sólo ver a la gente quien es joven y quien es viejo: quien va sonriendo, con la cabeza alta, curioso, que mira de una forma positiva ante todo lo que la vida le va deparando, esa persona tiene vocación de juventud. En cambio, el que va un poco cejijunto, serio, mirando el suelo, malhumorado, gruñón, ese tiene vocación de vejez.
Pasó por un episodio de intervención quirúrgica por problemas de corazón plenamente canónico en una clínica en Madrid y escribió un libro de eso. ¿Qué relación tuvo la Medicina típica, las personas que le operaron, las que luego le llevaron la recuperación, con sus tratamientos alternativos…?
Nunca tuve un infarto, afortunadamente me cazaron antes de sufrirlo, y eso que iba a ser letal por sus características. Aquello lo viví con una sonrisa, prácticamente a carcajada limpia. A mí cuando Franco me metía en la cárcel, me gustaba ir a la cárcel. ¿Por qué? Porque era escritor, eso eran cosas que iban a enriquecer mi literatura. Me pusieron tres bypass y a los 3 días de operarme estaba bailando el vals en los pasillos del Ruber, pero al mismo tiempo estoy extraordinariamente agradecido, y así lo manifiesto en ese libro que se llama ‘Kokoro a vida o muerte’. Es el libro que escribí a raíz de la operación de corazón, con la Medicina oficial, con los médicos del Ruber, con los cirujanos, con el cardiólogo… que en definitiva me salvaron la vida.
Me gustaría saber su opinión sobre una cosa que tiene mucha controversia, que está muy extendida y que mueve mucho dinero en la industria, en Europa, que es la homeopatía. ¿Cuál es su opinión respecto a esta terapia sin efectividad demostrada?
Hay una cita de Buda que dice: “No creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos. No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo crean, no creáis en nada sólo porque así lo hayan creído los sabios en otras épocas”…; y al final dice: “No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano, creed únicamente en lo que vosotros mismos habéis experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen de la razón y a la voz de la conciencia”. La homeopatía la han experimentado y para algunas cosas no sirve, igual que la Medicina convencional o que la Medicina no convencional, y para otras cosas sirve. La Medicina y toda la ciencia está llena de cosas que no se han demostrado científicamente y que quizá se demuestren en el futuro o que quizás no se demuestre nunca, pero que funcionan.
en corto
Libro de cabecera
El ‘Tao Te Ching’ de Lao Tse, que es donde nace el taoísmo, mi doctrina.
Una película.
‘La Balada de Cable Hogue’, de Peckinpah.
Su canción favorita.
‘Juegos prohibidos’, que es lo que he hecho toda mi vida.
Una ciudad para vivir.
Ninguna, yo soy de campo.
Una ciudad para viajar.
Las tres únicas ciudades del mundo que me gustan para viajar son: París, Bangkok y Tokio.
Un objeto imprescindible.
Un rotulador negro de punta fina Pilot n°5.
Un personaje de su vida.
El personaje de mi vida soy yo.
Un personaje histórico.
Alejandro Magno.
Un equipo de fútbol.
Detesto el fútbol.
Un lema vital.
El de Jung: "La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir".
¿Qué le hace feliz?
Mi patria son mis zapatos, y como siempre llevo zapatos o zapatillas, porque en casa no me pongo los zapatos, estoy siempre feliz.
¿Está a favor de la automedicación?
Todo el mundo en la medicina oficial dice: "La automedicación no". Pero, por favor, no seamos hipócritas. Por lo pronto, todos nos automedicamos. No te voy a decir que esto ocurra con una enfermedad espantosa porque entonces irás al hospital o al médico, pero por las cosas pequeñas todos lo hacemos. Sobre estas restricciones, a mí hay una cosa que me llama la atención y es que, la joya de mi elixir es el Reishi, esa seta Ganoderma Lucidum, que fui yo el primero que la traje a España incluso físicamente en 1993. He tardado 20 años en conseguir que se legalizara en nuestro país.
Le suspendieron una charla que iba a dar en el madrileño Clínico San Carlos, ¿a qué lo achaca?
Me lo he tomado como todo, ¡a guasa!, con sentido del humor. Hace ya año y pico se puso en contacto conmigo un doctor del Hospital Clínico de San Carlos para invitarme a dar una charla a enfermeras, médicos, gente de dentro del hospital, personal del hospital... sobre mi actitud ante la Medicina. Al principio tampoco le di mucha importancia, pero luego apareció vuestro ‘bisturí’ y no sólo eso sino que, por casualidad, esa misma tarde yo tenía que ir hacerme una revisión de las carótidas y el doctor del Ruber que me lleva, me dice: “¡Hombre Dragó, esta mañana nos has dado plantón!”, porque también trabaja en el Hospital Clínico San Carlos y yo dije: “¡Hombre doctor, manda huevos eh! Ahora también como los de la revista esta, decís que yo he dado plantón!” y le conté la historia y se llevó las manos a la cabeza. No sabían nada, es decir, el hospital no dio la más mínima explicación de por qué hacían esto. Me puse en contacto con Cristina Cifuentes, que es buena amiga mía y me atendió inmediatamente. Lo que ha sucedido es que existe una norma en el Hospital Clínico San Carlos o en todos los hospitales de la sanidad pública por la cual no se pueden presentar libros a no ser que sean de carácter institucional y exclusivamente médico.
¿Cómo ve la sanidad pública española?
La verdad es que nunca he acudido al sistema sanitario público. A mí todo lo que sea público me parece una inmoralidad. Mi visión es la de que todo ser humano tiene que ser responsable de lo que le sucede y que no tiene que haber una responsabilidad colectiva. Luego, cada ser humano puede, si quiere, manejando la famosa solidaridad y todo eso que está tan de moda, ayudar a sus semejantes, pero no es una obligación, es una devoción. Por lo tanto, yo creo que no debería existir la sanidad pública. Dicho esto, tengo que reconocer un poco a contracorriente de lo que estoy diciendo en este momento, que la sanidad pública española es de las pocas cosas en España que, por lo poco que sé de ella, funciona admirablemente. No sé en relación a la sanidad de otros países porque jamás he ido a la sanidad pública en ningún otro país de la tierra.
¿Le tiene miedo a la muerte?
Vida y muerte son el anverso y reverso de una misma moneda. Entonces ¡no!, no le tengo miedo a la muerte. Aunque para tener la respuesta definitiva tienes que morirte y todo lo demás son especulaciones. Tengo en mi despacho de Castilfrío, del pueblo soriano donde está mi casa, un ataúd delante de mi mesa, es decir, que es un poco como la calavera que tenían los antiguos Santos del Yerbo, que tenían en la mesilla de noche una calavera para recordar de que vas a morir. A mí me gusta la vida peligrosa, si te gusta la vida peligrosa es que estás siempre danzando en el filo de la navaja que separa la vida de la muerte. Entonces, no tengo ningún miedo a la muerte. Tengo, cómo no, una inmensa curiosidad acerca de lo que puede esperarnos, tanto como si es la nada como si es algo.
Vivir sin escribir. ¿Se plantearía la eutanasia?
Estoy a favor de la eutanasia, estoy a favor incluso del suicidio asistido, como se está empezando precisamente en Holanda hace muy pocos días, parece que lo han legalizado o que están a punto de legalizarlo. ¡Hombre! el suicidio, es decir, la muerte voluntaria, ya sea por vía de eutanasia, ya sea por vía de suicidio, yo creo que eso sí que es un derecho humano, si se lo reconoce el derecho al nacer, cómo no se nos va a reconocer el derecho a morir. Entonces, efectivamente, si llegara un momento en mi vida en que yo no pudiera hacer nada de lo que ha dado sentido a mi vida, me plantearía seriamente la posibilidad de suicidarme. Me refiero a leer, me refiero a escribir, me refiero a viajar…
Le oí una declaración donde hablaba de los ensayos clínicos con personas, decía usted que creía que había demasiada restricción hasta que un fármaco llegaba a un ser humano.
Eso me parece inhumano, es decir, soy partidario del llamado uso compasivo, si se descubre algo que aparentemente funciona, ¡tómalo! ¡Dáselo a la persona! Pero además, libre albedrío, si esa persona quiere tomarlo ¿por qué le vamos a prohibir que lo tome? A mí eso me parece cruel, me parece un acto de crueldad, esa cautela excesiva de los laboratorios y de la ciencia médica oficial.
Me parece interesante su relación o la relación que tiene una vida sana y una vida larga con tener una vida sexual activa, plena y entiendo que complaciente con uno mismo (risas)
Con uno mismo y con la otra persona.
Bueno, a veces hay que resignarse con el “uno mismo”
Bueno a veces con uno mismo, sí ¡claro que sí! (ríe)
¿Algún fármaco o sustancia a recomendar para mantener el vigor?
En todos mis libros hay mucho sexo porque en mi vida hay mucho sexo y todos mis libros son autobiográficos. Todos tenemos un pecado capital que predomina. En mi caso, desde pequeñito siempre fue la lujuria. Creo que el pecado capital es energía, es una dosis, un chute de energía que se pone a nuestra disposición y que hay que saber gobernar. Es un libro que está envuelto en una historia de amor y en ella hay mucho sexo, porque eso que llamamos “encoñamiento” es amor con sexo y es fantástico cuando se produce, que se produce muy rara vez, y que a veces dura muy poquito incluso ¿no? Entonces ¡sí!, el sexo es alegría de vivir, el sexo es energía, el sexo es libertad, el sexo es lo que te lleva a ser audaz. Tengo que decir que todos los líos en los que yo me he metido en la vida, todos, han sido a causa del sexo, pero bienvenidos sean.
Como decía que la experiencia para usted es el gran valor, ¿cuál es su gran consejo?
Mira, yo he ido probando toda suerte de afrodisíacos, la mayor parte de los afrodisíacos son un camelo pero ¡ojo! tiene el efecto placebo. Los únicos afrodisíacos que yo he tomado, que efectivamente funcionan, proceden de la ciencia oficial, de la medicina oficial. Viagra no he tomado nunca, que conste que te lo digo teniendo una pastilla de Viagra en el bolsillo porque arrastrado por mi curiosidad quiero probar el Viagra, pero yo en principio no he tomado nunca porque tiene un efecto mecánico, que provocaba una erección, un priapismo, pero aunque no haya nadie delante. En cambio, el Cialis o Levitra únicamente actúan si hay un estímulo, es decir, si tienes a la mano una chica, o si eres homosexual un chico, o lo que sea. Bueno, vamos a suponer que eres heterosexual, yo soy heterosexual.
Sí, compartimos afición.
El milagro es encontrar a una mujer maravillosa, una mujer con la que tienes un rendimiento sexual superior a cualquier otro, ese sí que es un afrodisíaco, entonces a mí ahora me ha pasado esto con la mujer que escribe el texto inicial de este libro y que lo pone al final, que es la que arropa este estudio de amor.
El escritor asume que su afición por cuidarse puede rozar la hipocondría.
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Anna Grau, ¿no?
Anna Grau. Sí, ya no es ningún secreto, lo sabe todo el mundo. Mi rendimiento sexual en estos momentos, y te aseguro que no hay fanfarronería ninguna, es muy superior al que tenía a los 20 años, no sólo porque folle mejor, que por supuesto follo mejor. Pero eso le pasa a todo el mundo, follar es un aprendizaje, a los 40 follas mejor que a los 20 y a los 60 follas mejor, si es que follas, que a los 40. Pero es que follo más y durante más tiempo.
O sea que Sánchez Dragó no conoce la ‘pitopausia’.
¡No! Yo nunca he tenido un gatillazo, he tenido medio gatillazo en cierta ocasión pero, en fin, me recuperé rápidamente y sólo medio ¡eh! (ríen)
Quería que me contara si tiene amigos médicos y qué le dicen, en confianza, tomando una cerveza, en una cena, en una comida, cuando hablan de estas cosas.
Los médicos con los que yo trato y con los que hay por lo menos una relación de buena educación, a veces incluso de amistad, me respetan, aprecian mis libros, aprecian mi interés por lo que es la disciplina a la que ellos dedican sus vidas enteras.
¿Cómo es su rutina de pruebas médicas? Me ha dicho que de vez en cuando le gusta cuidarse, hacerse chequeos... ¿cómo es?
Cada tres meses me hago un análisis de sangre, verdaderamente minuciosísimo, porque como soy un enfermo culto, pido cosas rarísimas y me lo hago de modo muy especial desde hace cosa de un año, que es cuando incorporé a mi elixir de la eterna juventud la testosterona. Ahora me doy, todas las mañanas y todas las tardes, un gel de testosterona, Testogel, 50 miligramos de testosterona que te lo frotas en la carente de los muslos, en el hombro, en zonas desprovistas de vello. Pero claro, dices testosterona, y todo el mundo piensa en el sexo, sí, también sirve para el sexo. Tiene el único riesgo de que, si bien frena la posible aparición de un cáncer de próstata, en caso de que ese proceso se haya iniciado, lo acelera, con lo cual, cada tres meses tienes que hacerte un análisis para que el médico, el médico oficial en este caso, vea cuáles son tus niveles hormonales. Aparte de eso, cada seis meses me reviso también todo el sistema cardiovascular. Cada dos o tres años me reviso las carótidas, cada tres o cuatro años me hago una colonoscopia; es decir, me hago todas las pruebas clásicas de la medicina convencional y no convencional.
¿Ha llegado a sentirse hipocondríaco?
¡Bueno! (ríe), la frontera entre ser hipocondríaco, ser aprensivo y ser curioso es difusa.
Yo soy exagerado, el rasgo fundamental de mi carácter es la exageración. Mis hijos siempre dicen que cuando manejo una cifra hay que dividirla por dos. Tienen razón. Entonces, como soy exagerado, en cuanto me sucede la más mínima cosa tiendo a ser alarmista, aprensivo, y en definitiva, tiendo a ser un poco hipocondríaco, sí. Pero siempre sonriendo ¡eh!
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